7.

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–Ya no llores, Gracie.

–Pero… Pero. – Las palabras no salían, estaba ahogada en llanto. Su mami estaba más que enojada con ella, Gael estaba en  el hospital y sus lágrimas no ayudarían a sanar su brazo roto, pero aún así no podía evitar hacerlo.

El muñeco no sabía qué decirle, a pesar de todo lo que había pasado, su madre nunca había sido capaz de golpear a Grace. – Voy… Voy a seguir contándote la historia, ¿sí? Si no puedo ayudarte a dejar de llorar, por lo menos voy a tratar de ayudarte a dormir.
Se sorbió los mocos y contestó con un asentimiento de cabeza.

– ¿Dónde me quedé?

–Bueno, eh, hace algunos meses atrás, no recuerdo cuántos… Tal vez hayan sido hasta años, llegué a esta juguetería. El dueño estaba encargando nuevos juguetes, pero no quería pedir los mismos de siempre. El viejo ya se estaba cansando de tener que lidiar con los niños pequeños llorando todos los días porque sus mamis no les quisieron comprar el juguete que querían. Fue así como terminó ordenando un montón de muñecas de porcelana suiza.

–Entonces eres de Suiza.

Damián lo calló. – Yo soy el que está contando la historia. – Lucas cerró su boca y asintió para indicarle que prosiguiera. – Pero si, podría decirse que soy suizo. ¡Hallo! – Dijo con una sonrisa. – Y eso es todo lo que sé, la verdad. Entonces, como te podrás imaginar, el viaje de allá hasta acá es bastante largo, y el viejo no quería pagar el envío por aire. Fue así como mis compañeros y yo terminamos en el camión del señor Joel. Estábamos todos en estas cajas de cartón, todo apretujados y envueltos en papel periódico y oscuridad. 

–Casi suena como el baúl.- Dijo Lucas sin pensarlo, mirando hacia el suelo.

– ¡Que te calles! Okay, entonces… Joel había traído a su hija menor, Jazmín, al viaje porque creía que estaba pasando muy poco tiempo con ella y pensó que traerla sería una buena idea. Además, quería dejar de tomar esas pastillas para dejar de dormir antes de que le hicieran algún daño irreversible ¿Y qué mejor que una pequeña, ruidosa y molesta niña para privatizar tu sueño?

Cuando todo estuvo empaquetado y listo para partir Jazmín estaba muy, muy emocionada, no sólo porque iba a atrabajar con su padre, sino también porque este le había dicho que iban a estar trasladando juguetes. Podía escuchar sus gritos desde la parte de atrás del camión “¡Papi, quiero verlos, papi! ¿¡Por favor, podría ir a verlos!? Por favor.” Y a pesar de que en realidad no tenía permitido hacerlo, Joel abrió una caja.

Fue allí cuando vi su linda cara, toda ella llena de pecas y sonrisas. Me levantó y observó un momento “¡Es hermoso!” gritó. – Con esto, Lucas sonrió para sus adentros, porque si, Damián realmente era hermoso, pero no lo interrumpiría otra vez para decírselo y que lo callaran de nuevo. – Su papá le dijo que tuviera mucho cuidado conmigo, ella asintió muy rápido y volvió veloz al asiento del copiloto “Te vas a llamar… Damián” Pasamos como cuatro días en el camión, y yo recuerdo cada detalle, desde sus juegos tontos de contar autos en la carretera, hasta las paradas para almorzar. Siempre estaban tan felices y se sentía tan bien.

La radio siempre estaba encendida, aunque era opacada por el sonido de sus voces, así que no recuerdo mucho de lo que salía de allí. Pero todas las noches Joel le cantaba a su hija para que durmiera, y ella siempre lo acompañaba.

Jazmín tenía una voz hermosa, y alrededor de media hora después Joel quedaba cantando solo mientras su hija era vencida por el cansancio. Deseaba que nunca llegáramos al destino.

Pienso que amor es una palabra fuerte, pero no consigo otra para describir lo que llegué a sentir por Jazmín en tan poco tiempo. Pero, por supuesto, todo tiene un fin. Hasta intenté esconderme debajo de su asiento y salir de nuevo cuando hubiéramos partido lejos de la juguetería, así que la última noche me escapé de entre sus brazos. La caída no era tan alta, pero Joel tenía razón, los muñecos de porcelana somos muy delicados… Entonces cuando caí mi cara se quebró.

De todas maneras al final me encontraron, así que hice todo eso para nada… Al menos puedo decir que lo intenté, ¿no? – Damián dio un largo suspiro, luego prosiguió. – Jazmín me dijo adiós, y esa fue la última vez que los vi.

Se quedó mirando hacia la nada un largo rato, era como si acabara de vivir todo de nuevo. Las historias que Lucas contaba eran, por lo general, relatos felices que por alguna razón existían en su cabeza, pero nunca había sido parte de ninguno, mucho menos el protagonista, así que no estaba seguro de qué hacer en ese momento, si hablar con él o simplemente dejarlo tener su momento. Después de unos minutos se decidió a hablar.

–Oh. – Y eso fue todo lo que logró decir. Bravo, Lucas.

–Exacto, oh…– El muñeco de porcelana salió de su trance y lo miró directo a sus ojos de botón. – Ahora me debes una canción.

–Creo que si ¿Qué quieres que cante?

–No sé, ¡sorpréndeme!

Trató de responder un “okay”, pero entre la confusión todo lo que pudo articular fue un vago “uhmkay

Sueño tarde                                                           que lo hago por ti Voy                      detrás               de                 ti
Llego tarde                                                              El tiempo es para ti

Graciela era la que escuchaba el canto de Lucas ahora.– ¿Qué habrá pasado con Jazmín? – La niña ya estaba siendo llevada lentamente de la mano de Morfeo.

–Pues nunca le conté esto a Damián, pero unos días después de esa noche escuché por casualidad al dueño de la tienda hablando con su ayudante. Estaban lamentándose por un nuevo pedido que nunca había llegado. Al parecer el camión que lo traía sufrió un accidente y tanto el conductor como otra niña que iba con él murieron. Habían sido encontrados esa misma mañana en la carretera, el viejo parecía estar más dolido por los juguetes que por ellos. 

Con las mejillas húmedas, Grace le dio un beso de buenas noches a su muñeco.

Había una vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora