5.

160 27 25
                                    

–Todavía no puedo creer que hayas tenido una pelea, Gracie. – El juguete mantenía una sonrisa de incredulidad en su rostro de trapo. Al principio, Grace no quería entrar en detalles, se sentía mal por las acciones cometidas. Pero Lucas, preocupado por los pequeños moretones y rasguños que ahora aparecían en el cuerpo de la niña, insistía en saber qué había pasado.

Esa niña era lo único que ahora le quedaba. O tal vez lo único que alguna vez tuvo.

– ¡Es que esos niños son muy malos conmigo, Lucas! Pero Gael me defendió. – Hizo una pausa y sonrió al recordar al niño. – Pero mi mami se molestó conmigo, entonces ya no voy a pelear más.

–Sí, yo creo que con Erick basta y sobra. – El juguete dio un suspiro. Grace no merecía presenciar nada de lo que pasaba en esa casa. – ¿Estas lista? – Ella asintió. – Entonces continúo…

Esa noche el muñeco no escapó. Se quedó con Damián, le contó historias hasta que quedaron dormidos y a la mañana siguiente, al no poder regresar a su baúl, tuvo que esconderse detrás de la repisa y quedarse ahí el resto del día.

Las noches siguieron pasando, esta era la primera vez que Lucas se sentía ansioso porque cerraran la juguetería. En realidad, era la primera vez que Lucas se sentía ansioso por algo. Había pasado el día entero pensando en nuevos cuentos para Damián, tal vez podría añadir algunos dragones esta vez. Así que cuando todo estuvo en silencio, cuando no hubo ninguna luz a excepción de la de la luna, salió en dirección hacia el ultimo pasillo, hasta el último rincón del último estante; allí donde el muñeco de porcelana lo esperaba noche tras noche.

DamiánEy, Damián. –Pero nadie contestaba, y cuando llegó no había nadie, era sólo un espacio vacío.

Volteó a la repisa vecina, tampoco había nada. Buscó en el pasillo de al lado, tal vez se había equivocado, tal vez era el penúltimo pasillo en vez del último. Una mezcla de miedo y desesperación se apoderaban rápidamente de él mientras arrastraba sus pequeños pies por el lustroso piso.

¿Vendieron a Damián?

¿¡Vendieron a Damián y no me di cuenta!?

La idea llenaba su cabeza, taladraba dentro de esta. Dolía. Lucas se sentía, se sentía solo. Se sentía roto… Pero no tenía que ver con sus piernas o brazos, se sentía roto por dentro.

Damián.

Él era la razón por la que, ahora, el pasar el día entero tirado en un baúl no era tan horrible, porque sabía que al final del día podría salir de allí y volver con él y entonces le cantaría hasta dormir y todo estaría bien y ya no importarían las fisuras en la porcelana o lo hilos rotos, porque estarían juntos. Se sentía enfermo, se sentía como un tonto. Era un tonto porque tuvo que haberse escapado de la tienda aquella noche ¡Tuvo que haberse ido, pero no lo hizo, no lo hizo por él!

– ¿¡Y cómo escapo de esto ahora, Damián!? ¿¡Cómo!? Me quedé por ti, y ahora estoy solo otra vez. – Lucas ahora gritaba hacia la nada, casi esperando una respuesta de ella. Los muñecos de trapo no podían llorar, tampoco podían hacer un montón de otras cosas que el juguete seguía pasando por alto. – No quiero estar solo, Damián.

–No lo estás, Lukey.

– ¿Y Dami estaba escondido porque iba a asustarte cuando llegaras?

– ¡Ya sabes la respuesta a eso! Ya perdí la cuenta de las veces que te he contado la vergüenza que pasé esa noche y aún así lo sigo haciendo.

Gracie era un desastre de risitas, a veces le gustaba hacer molestar a Lucas.

Entonces Damián preguntó “¿Qué quieres hacer esta noche?” Y a Lucas no podía importarle menos, mientras estuviera con él.

–No sé, ¿tal vez cambiar los papeles un poco? – Lo miró expectante, llevaba días pensando en esto.

– ¿Como que vendamos humanos o…?

–No quiero decir… Como… ¿Podrías contar tú la historia hoy?

–Bueno, yo… Yo, eh, no tengo historias que con-

– ¡Ay, Damián! Mira, hagamos un trato, si me cuentas una historia entonces yo canto para ti.

El muñeco de porcelana bufó, ¡Por amor a todo lo que es bueno! Lucas era un maestro cuenta cuentos, tenía miedo de que su cuento fuera tan malo que haría que su amigo se molestara con él y más nunca volviera a visitarlo. Pero al ver el rostro esperanzado de su compañero no pudo hacer otra cosa que aceptar el trato. Además, también quería escucharlo cantar. – Okay, suena bastante bien, la verdad. Ehm, okay, entonces… ¡Ya sé! Okay, tal vez no sea tan bueno como tus cuentos de hadas y héroes, pero es lo único que se me ocurre ahora mismo, así que-

– ¡Deja de hablar tanto! Quiero oír la historia.

–Bueno, bueno, pequeña basura impaciente. – Damián se acomodó en su lugar, haciéndole señas al otro para que se sentara junto a él. – Uhm, ¿te acuerdas que te dije que aprendí todas las canciones que me sé de un guardia?

– ¿Si?

El muñeco de porcelana mostró una sonrisa de lado al ver la cara de confusión mezclada con expectación de Lucas. – Pues estaba mintiendo.

Había una vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora