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Su padre no estaba en casa todavía, tampoco le importaba ya que sabe que su hijo no la habrá traído a casa, inconsciente, para causar problemas. Pero no se esperaba la reacción de su padre.

Estaba en su escritorio, completando y leyendo los documentos que tenía Lynn; mientras, ella dormía en su cama. Tenía una pequeña toalla en su frente y estaba bien arropada.

Él escuchó la puerta abrirse, se giró, le iba a saludar como bienvenida ya que siempre vuelve tarde a casa, pero se sorprendió al ver su rostro.

- ¿Por qué la trajiste de casa?

- ¿Qué?

- Sácala de aquí - entró y se dirigió a ella.

- ¡No! ¡La vas a despertar! - le quitó de en medio, tampoco quería gritar.

- ¿Y eso qué me importa? La quiero fuera de aquí - se volvió aún más serio.

- ¿Qué te pasa? - preguntó con mal gana - No ha hecho nada malo - empezó a enfadarse.

- A la de una.

- Está enferma.

- Dos.

- De acuerdo, iré al apartamento.

- Tú te quedas aquí.

- Pues ella- Lynn se movió - ... - volvió a mirar a su padre - ella se queda conmigo - musitó.

- ¿De qué la conoces?

- Vamos juntos a clase - se justificó, aunque él no hizo nada malo.

El silencio inundó la habitación por unos minutos mientras sus miradas se cruzaban.

- La quiero fuera por la mañana - disimuló... por no decir nada más inconveniente. Cerró la puerta tras sí.

Se dejó caer y se sentó en la cama sin hacerla daño. La miró.

- Me sigo preguntando por qué es todo tan difícil... por qué tengo que vivir así... ojalá lo recupere... y a mi verdadera familia.


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