Estaba cansada, tan cansada, harta de todo y de todos. Recibir insultos fuera y dentro de la casa, me estaban colmando mi paciencia. Fué suficiente, se acabó. Tuve que tomar medidas drásticas y demostrar mi verdadero yo por la fuerza. La rebeldía se había apoderado de mí y yo la dejé fluír, empezé a hacer las cosas a mí manera, llendo contra viento y marea, ya no escuchaba a mi mamá y prácticamente ignoraba todo tanto en la casa como el colegio.
Ya nada me importaba, ya nadie iba a interponerse con sus opiniones estúpidas, ya no hacía caso a lo de "No hagas ésto", "No hagas aquello", "No uses esa ropa", "No, no y no". ¡No más! Ya soporté más de lo que debía, más de lo que podía, ya era hora de liberarse; comenzé a hacer lo que yo quisiera con mi apariencia, me vestí como yo quería, me corté el cabello como método de protesta en contra de mi madre, me dejé crecer la uñas entre otras cosas, manifestando así mi oposición ante sus reglas.
Usando mi apariencia como una forma más de expresarme, hubo todavía más críticas y demás, pero ya nada iba a detenerme y mucho menos cambiarme. Auriculares en mis oídos y el mundo a mi alrededor no existía.
Así se sorprendieron de que la chica que parecía ser dominada tomaba las riendas ahora y arrazaba con todo