Capítulo 01

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Se ha estado reemplazando rayita por Renata

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Se ha estado reemplazando rayita por Renata.
* * *







—¿Qué significa esto, entonces? —Apoyé de golpe mis manos sobre la mesa del comedor y ella saltó por el susto.

La miraba como si mis ojos en ella pudiesen matarla o desaparecer su existencia en menos de un instante; sobre su rostro que reflejaba miedo y temor.

—Esto no es cierto, Michael... —Sus ojos se nublaban, como si lágrimas quisiesen escapar de sus brillantes y hermosas perlas que poseía.

—Entonces —dije. Su mirada cristalina contagiaba a la mía y la veía un tanto borrosa—, ¡explícame! ¡¿Qué es todo esto que me acaban de decir?! —Apuntaba a la mesa con mi dedo índice mientras esperaba una justificación sobre todo ese lío, de parte de ella.

—En verdad, Renata —añadió, Alice—. Yo te he visto junto a ese hombre salir de su casa muy tranquila y feliz.

Alice era una de mis mejores compañías y amigas que he tenido desde los seis años. Ella siempre estuvo a mi lado, cada momento, cuando sufría o sonreía. Entre nosotros había una gran confianza que por ningún momento desconfiaba de ella. Pero ella... Renata era la chica a quien amaba muchísimo, más que a mí mismo. Ambas tenían diferentes justificaciones, pero opté por confiar en Alice. Ella jamás me había mentido y no creía que podría hacerlo en ese momento.

—¡Eso no es cierto! —se apresuró a negar en un exclamo entrecortado, su voz estaba quebrada. Se levantó de su asiento y se puso de pie -al mismo tiempo en que exclamó esas palabras- y apoyó sus manos sobre la mesa mientras miraba a Alice.

—Renata... —masculló Alice—, yo te vi tan feliz, saliendo de aquella puerta con tu brazo unida al antebrazo de él. Te vi tan sonriente y feliz. Se reían mucho como si se burlaran detrás de mi amigo. ¿Crees que somos idiotas? ¡Le has engañado a Michael! y él jamás lo haría contigo ¿Cómo es posible que lo hayas engañado de tal manera? —Sus gestos describían parte de su enfado hacia ella.

—Michael —ignoró las palabras de Alice y me miró con las lágrimas descubiertas sobre sus mejillas—, yo jamás te engañaría. Yo te amo y no dudes de esas palabras...; jamás traicionaría tu confianza. Por favor, cree en mí....

Sus ojos... Sus ojos tan brillantes y rojos, con el agua, cubriéndolas: me partía y me mataba por dentro. Jamás imaginé verla así, tan triste. Pero sentía hacia ella odio... Mucho odio. Mis puños se formaban y trataba de tranquilizarme para no perder el control. Me había engañado...

La miré de reojo mientras fruncía mis labios y aún con los puños cerrados, dije—: Vete de mi casa...

Me había costado decir esas palabras. Estaba expulsando de mi hogar a gran parte de mi interior, pero me había traicionado con un hombre muy conocido del trabajo en el cual yo era parte.

Lloró y eso me dolió. Sentí como si todo mi interior fuere de un vidrio muy frágil, y con solo oír su llanto, éste se destrozó. Alice la tomó entre sus brazos para forzar su retirada. Ella se resistía, decía mi nombre tristemente como si quisiera dar una explicación: pero, yo ya no le creía. Mis oídos estaban sordos y tapados para ella. Mi confianza hacia Renata había desaparecido con totalidad...

Debía admitir que una parte de mí, exclamaba: ¡Ella tiene razón! Ella no te ha engañado. Tú no sabes cuando los amigos pueden traicionarte. Si la amas, confía en ella.

Pero mi otra parte estaba llena de orgullo y furia. La odiaba.

Se marchó del comedor con el rostro rojo como sus ojos. Sus lágrimas caían una tras otra sobre sus delicadas y rojizas mejillas que admiraba. Era todo para mí, la amaba; hubiese dado mi vida por ella si fuese necesario para que sea feliz.

Estaba solo en el comedor mientras escuchaba sus gritos y los de Alice en la entrada de la casa. Quería correr hacia allí para defenderla pero ya no podía. No podía perdonarle por lo que me había hecho. Había confiado en Renata y tiró todos esos momentos juntos: a la basura.

Escuché que cerraron la puerta. Miré hacia la dirección en donde provino ese sonido y la miré a Alice quien había suspirado. Parecía triste al igual que yo.

—No puedo creer que te haya hecho esto, Mike...

Trataba de ocultar mis sentimientos, las heridas que se me habían hecho dentro de mí. Esa noticia fue como garras furiosas que arañaron mi corazón. La amaba mucho pero no creía que fuese capaz de engañarme, de mentirme y de negarme todo.

—Yo tampoco puedo creerlo. Pero Alice —la miré con el rostro caído por la tristeza—, ¿qué pruebas me confirman todo esto?

—Que te lo digo yo —respondió de inmediato—, y que tengo imágenes de eso —apoyó su bolso negro de cuero sobre la mesa y abrió su cierre para revisar papeles que tendría dentro, al menos eso podía ver.

Sacó un par de papeles gruesos blancos, similar al material de las fotografías y me las extendió. Tragué una gran cantidad de saliva que tenía un sabor horrible, un sabor de todo lo que me estaba sucediendo. Podía sentir que quería eliminar ésta que fue ingerida.

Tomé las fotografías y observé una de ellas. Era un tanto oscura pero no me impedía entender la imagen. Era una fotografía de una cámara de seguridad ya que tenía la fecha y la hora, la misma hora en la cual ella no se encontraba conmigo: de las once de la noche.

Cambié de imagen mientras iba enfureciéndome cada vez más. Dejé esa fotografía sobre la mesa y observé la siguiente,era clara e iluminada, vi su hora y era una imagen tomada del horario de las siete de la mañana del día siguiente. Ella estaba durmiendo plácidamente entre las sábanas junto a ese hombre quien tenía sus brazos alrededor de la cintura de ella. ¡Eso me enfurecía! La tenía allí, en su cama y en sus brazos como si fuese suya cuando realmente era yo su dueño. Arrugué la fotografía entre mis dedos furiosos por la ira y fruncí los labios con enfado.

Lo único que quería hacer en esos momentos era encontrarme con ese hombre y darle una merecida paliza por haberse atrevido a tocar algo que no era suyo sino mío... era mía.

Arrojé con suma furia la imagen arrugada hacia el suelo con fuerza y quedé quieto mientras miraba el suelo y pensaba en todo eso.

Sentí una delicada mano sobre mi espalda y una voz decir—: Michael, tranquilo. Yo estoy aquí para lo que sea. Esa mujer es una estúpida, no debió engañarte. La odio tanto... —deslizó su mano sobre mi columna.

—Está bien —apoyé una de mis manos sobre la mesa sin quitar la mirada hacia el suelo, como si esa acción me ayudara a equilibrar mi cuerpo—, ya no quiero verla nunca más. La odio, Alice. La odio... —murmuré las últimas palabras ya que lograban herirme.








Dejé el teléfono sobre la pequeña mesa de noche que tenía al lado de mi cama y suspiré. Estaba sentado en dicha cosa y entrelacé mis manos entre mis piernas. Mi cabeza sólo pensaba en Renata. No podía creer en el terrible hecho de que me haya engañado. Yo la amaba tanto....

Mi teléfono sonó y eso produjo un salto de mi parte: involuntariamente. Extendí mi brazo y lo tomé. Me fijé el nombre de la persona la cual causaba el sonido histérico de mi teléfono y, tragué saliva.

Era ella... Me llamaba... No quería oír su voz por ninguna razón, pero mi otra parte se desesperaba por oír nuevamente su melodiosa voz y su aliento.













Perdedor © | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora