Capítulo 02

1K 112 20
                                    

* * *

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

* * *









—¿Qué quieres? —Intenté sonar tranquilo pero mi cordura estaba colgando de un hilo.

—Escúchame, por favor...

—¡No! —me apresuré a decir y la oí llorar—, no quiero que me llenes la cabeza con tus mentiras. Ya tengo todo claro de lo que me has hecho. Jamás creí eso de ti —hice una pausa para respirar hondo y dije—: Yo te amaba... —Poco a poco me invadía la nostalgia.

Me dolía profundamente tratarla así, como jamás imaginé reaccionar ante ella, pero el dolor era tan fuerte y profundo el que ocasionó, que ya no existía pena por ella,
ya no podía perdonarla.

—Yo te amo, Michael. Todo lo que te han dicho es totalmente fals... —Le corté. Dejé de golpe el teléfono en donde estaba, junto al resto del aparato donde estaban los números.

Durante varios días que no supe nada sobre Renata y que también he estado consumido por la nostalgia. No comía durante varias horas del día o pocas veces: todo el día. Mi hambre había muerto el día en que la expulsé de mi entorno. El sueño también se había ido, me desvelaba recordando todo lo que viví desde aquel momento en que la vi por primera vez, hasta que observé como se marchaba siendo forzada por Alice.

Sus lágrimas... Oh, sus lágrimas... Aún recordaba como se liberaban una tras una sobre aquellas mejillas rojizas por la tristeza que contenía dentro suyo (o al menos creía que estaba triste). Aún la recordaba con el cuerpo casi cayendo como si hubiese querido arrodillarse frente a mí.

Aún el pecho me oprimía pero poco a poco iba superándolo. Alice era mi mejor acompañante en esos momentos difíciles para mí. No podía negar que algo sentía, sí, una sensación extraña similar a la culpa, como si estuviese cometiendo un grave error.

Estaba sentado sobre una banca mientras observaba el cauteloso parque frente a mis ojos. Las hojas del otoño eran débilmente arrastradas por la brisa del mismo. Muchas aves volaban por el cielo con libertad. Iban volando en ese cielo azulado y despejado, moviendo sus alas y yendo libremente a donde deseaban. Podía ver un rostro reflejado en esa capa azulada, veía una imagen reconocible.

Perdedor © | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora