La visita.

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Pasaron días, varios días. Días en los que a pesar de estar solo, privado de mi libertad y esperando la custodia del juez, me sentía tranquilo, algo en mi me decía que todo estaba a mi favor, aunque esa idea no tuviese bases concretas.

—Señor Flinn, tiene una visita—  anunció el guardia de seguridad y acto seguido abrió la puerta.

¿Una visita? ¿Quien era y qué quería? Era extraño que alguien quisiera visitarme, seguramente me anunciarían el despido del trabajo, o las deudas con el banco, o peor aun el desalojo de mi casa.

Pero no, aquella visita fue una visita demasiado anormal a mi parecer, aquel hombre al que no había visto desde mi niñez, al principio fue irreconocible, pues no recordaba sus rasgos faciales, su voz ni su contextura;  habían pasado años en los que no supe nada de mi padre.

 Al llegar a la sala de visitas, el guardia me ordenó sentarme en una silla, el hombre era extraño, a pesar de que se me hacía familiar, no lograba recordar haberlo visto antes. Tomé el teléfono colgado en la pared.

—Hola Arón— dijo aquel hombre un poco viejo con una sonrisa.

—¿Quién eres?

—¿Es qué ya no te acuerdas de tu padre?

Sus palabras crearon un eco en mi mente, no podía creer que tenía en frente a aquel hombre que me abandonó cuando más lo necesitaba.

—¿Qué quieres?— pregunté apretando la mandíbula.

—Fui a tu casa y no estabas, uno de tus vecinos me dijo que la última vez que te vio fue en una patrulla de policía, así que vine aquí— hizo una mueca y continuó—¿Qué hiciste Arón?

 —¿Qué quieres?— repetí tenso.

 —Quiero que me perdones— dijo, al tiempo que sus ojos se inundaban de lagrimas—No fui un buen padre, no fui un buen esposo, no fui...—empezó a llorar— No fui el tipo de hombre que debía ser, te abandoné, dejé a mi niño solo y sólo quiero que me perdones.

Sus palabras eran sinceras, sus ojos color avellana removieron mis sentimientos. Aunque toda mi vida creí detestarlo, ahora sentía compasión y tenia fuertes ganas de abrazarlo. Quizá el no tuvo la culpa. ¡No!, si la tuvo. Él me abandonó. ¿Pero....?, había un pero; algo que ni yo comprendía, porque ahora más que nunca y por primera vez en muchos años sentí que había alguien a quien le importaba.

—Te perdono— Una vez más, como ya era costumbre desde el incidente de Alicia, las lágrimas empezaron a brotar mientras una sonrisa se dibujaba en nuestros rostros. Quise decirle que lo había extrañado pero en ese momento un guardia nos interrumpió.

—Los 20 minutos de visita han terminado, es hora de volver a la celda— dijo éste tomándome del brazo.

Le sonreí a mi padre por última vez mientras colgaba el teléfono. El también sonrió. 

El AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora