Joaquín

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Muchas imágenes o pensamiento, acudieron a mi, en prisión, en el juzgado, la cara de Joaquín al saberlo, tantas cosas. Me levanté lentamente con el papel amenazador aun en mis manos. Fui a la cocina y lo quemé.

No dije una palabra, porque sentía tantas cosas, que no pude decidirme por cual de ellas expresar.

Hace unos años fui a prisión por golpear a un patrullero policial, tan solo estuve sesenta días, y eso me bastó para detestar ese lugar, que yo definiría como el infierno mismo.

Miré el reloj. 03:22 pm.

****

Yo: Sólo quiero saber como estás.

Joaquín: Ebrio *risas* Deberías venir al Bar de la 54 *risas* esto se pone bueno *abucheo*

Yo: Voy por ti Joaquín, debemos hablar.

*Fin de la llamada*

Tomé mis llaves, mi abrigo y mis documentos de identidad y salí rumbo a la calle 54.

Odiaba ese lugar, muchos ebrios, el extenuante ruido de diferentes canciones sonando a la misma vez.

Entré rápidamente al bar donde siempre iba Joaquín, y allí estaba... borracho, vomitando, sus pupilas dilatadas y su voz tan inentendible como la situación en la que me encontraba.

Me senté a esperar.

Mis padres siempre quisieron que fuera parte del común denominador de la sociedad. Excelentes calificaciones, salir de fiesta, casarme, tener dos hijos, ser profesional y hacer todo perfecto, yo nunca quise ser así, y quizá hicieron bien en abandonarme, no lo sé.

No pertenezco a este lugar, soy como una pieza de rompecabezas tratando de encajar en un juego de ajedrez.

Joaquín se acercó a mi y me pidió que nos fuéramos, yo accedí sin decir absolutamente nada.

Llegamos a mi casa. Al caminar hasta la puerta, noté que había algo en la puerta, un trozo de papel.

Lo tomé, y al verlo la desesperación volvió a mi.

—Ni siquiera lo intentes, llamará a la policía— leí en voz alta con la voz hecha pedazos.

—¿De que hablas? ¿Qué es eso?— dijo Joaquín —Arón ¿Estas ocultándome algo?.

Negué con la cabeza, y entre a la casa.

Al entrar me sorprendí, todo estaba en orden, la ropa sucia lavada, el piso fregado, la cocina impecable, y olía muy bien.

—Oye, que linda tienes tu casa— dijo Joaquín acomodándose en el sofá.

—Pero, no fui yo— respondí en un susurro, al mismo tiempo que tiraba la nota a la basura.

Me acerqué a Joaquín pero estaba dormido, así que solo me limité a imaginar.

El AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora