Capítulo 17

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Las lágrimas corrían por las mejillas de Sakura, pero no las secaba. Pestañeó para ver mejor y sintió que una lágrima se deslizaba por la nariz y le hacía cosquillas. Sacó la lengua y se la lamió cuando llegó al labio superior. Era un poco salada.

—¿Cuánta sal? —le preguntó a Ino, que estaba agachada, la cabeza metida en un armario, buscando alguna cosa—. ¿Tengo que echarle sal?

Ino gruñó y sacó la cabeza del armario.

—No. Los tomates ya tienen bastante sodio. Y además llevan otros condimentos, así que no hay necesidad de echarles sal.

Sakura asintió con la cabeza, y una lágrima le resbaló por el mentón, cayó en el tajo y mojó un trozo de cebolla. Sakura podría haber echado ya las cebollas en la cazuela, porque las había cortado lo mejor que sabía, y los ojos le habrían dejado de llorar, pero antes quería que Ino diera su aprobación.

—¿Sabes una cosa? Si antes de cortar las cebollas las pones unos minutos en el congelador, no te hacen llorar.

—Mira, si tuviera tiempo para recordar ese tipo de cosas, sería una de esas tías que ponen los pantys en el congelador para que no se rompan.

—¿Y eso funciona?

—Y yo qué sé —respondió Sakura encogiéndose de hombros—. No soy de esa clase de tías.

—¡Por suerte! —dijo Sasuke desde el sofá—. Los pantys ya son un palo, y congelados serían insufribles.

Sakura cogió el tajo y lo acercó a la sartén, donde la mantequilla ya estaba derretida.

—¿Ya puedo echar las cebollas? —preguntó. Y en ese instante vio una mancha roja en la madera del tajo y se dio cuenta de que no solo había cortado cebollas, sino también su dedo pulgar—. ¡Dios mío! —exclamó.

Ino acudió de inmediato. Sakura le mostró el pulgar, que seguía sangrando. Y un verso de un poema de Sylvia Plath, que ella e Ino conocían muy bien, le vino a la mente.

—Veterano trepanado —dijo en voz alta.

—Eh, no cites a Sylvia mientras te desangras en mi cassoulet —dijo Ino, y lavó el pulgar de Sakura bajo el grifo, lo desinfectó con agua oxigenada, le puso una crema con antibiótico y lo vendó.

Sasuke, a todo esto, se había levantado y se había acercado a la mesa.

—¿Te has cortado, muchacha? —preguntó. Y añadió—: ¿Por qué no tiras la toalla? Tú eres buena para otras cosas. —Esbozó una sonrisa intencionada mientras comenzaba a rasguear las cuerdas del bajo.


—Sé bueno, Sasuke, que estoy guisando para ti —le dijo ella, y en lugar de tirar la toalla, como le aconsejaba él, echó la cebolla a la sartén.
 La habitación se llenó de un olor delicioso. Sakura se sintió como una de las famosas cocineras de la televisión. Ino miró la cebolla e hizo un gesto de aprobación.


—Remuévela un par de veces. Tiene que quedar dorada, no quemada — aconsejó. Miró a Sasuke, y de nuevo a Sakura—. Hazle un poco de caso a ese chico —le dijo a su amiga en voz muy baja—. Está poco menos que mendigando un poco de atención.

—¿Y para quién crees que estoy cocinando? —replicó Sakura—. Estoy trabajando como una esclava para él.

Sasuke se limitó a encogerse de hombros. Ino lo miró.


—¿Te acuerdas de la familia Partridge?


—Sí —respondió Sasuke—. Yo odiaba a Keith.


Bad Boy » NaruSaku [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora