-¿¡Qué dices Willy!? ¿¡Por qué!?- Willy sintió el corazón darle un vuelco cuando vio la preocupación en el rostro de Vegetta e intentó disimular.
-Bueno, perdona, quería decir... me voy a Madrid una semana, voy a visitar a mi familia, me ha llamado Carol, me ha dicho que me echa de menos y bueno... hace tiempo que no los veo, solo una semana, mi madre está encantada.- Sonrió, una sonrisa amarga que Vegetta no se tragó pero tampoco preguntó.
-Está bien, ¿cuándo te vas?- Intentó sonreír pero la noticia casi le había hecho llorar.
-Hoy, por la tarde, ya tengo los billetes.
-Te llevaré al aeropuerto, no te preocupes por eso, chiqui.- Y con aquella palabra Willy sonrió de verdad, eso, eso era especial.
Willy se dio media vuelta y se fue a su habitación a grabar, mientras que Vegetta lloraba, con lágrimas de sufrimiento y soledad, por la noticia. ¿Exageraba? Tal vez, pero se había asustado mucho pensando que se refería para siempre.
(...)
-Vuelve pronto eh tonto. No te me acomodes allí que la casa no se limpia sola.- Dijo con burla y una sonrisa socarrona.
-Porque me voy, sino...- Dejó la frase en el aire y abrazó a su amigo, besó su mejilla y se dirigió al avión, con un dolor enorme en su corazón. No quería dejarle, pero comenzaba a asustarse de todo...
Vegetta se quedó sentado en los asientos, conteniendo las lágrimas y con la mandíbula apretada, sentía que algo iba mal en su interior, muy mal.
-¿Qué pasa, grandullón?- Una voz melodiosa se hizo notar entre todo el ruido del aeropuerto. Vegetta levantó rápidamente la cabeza, limpiándose la cara y la respiración se le cortó al ver quién hablaba.
Aquella chica, la cicatriz, aquella horrorosa cicatriz. No recordaba el nombre de la chica pero sí los problemas que le trajo.- ¿¡Qué haces aquí!?- No quería levantarse y armar un numerito delante de todos, así que intentó ser lo más discreto posible.
La chica se encogió de hombros y sonrió con ternura.- Vengo a pedirte un favor, grandullón.- Vegetta entrecerró los ojos y la miró con una mirada amenazante.
-¿Qué quieres?
-Me he escapado, necesito ayuda, y el único que puede dármela eres tú.- La mirada de la chica había cambiado considerablemente, ahora estaba preocupada pero firme, una extraña mezcla, pensó Vegetta.- Yo puedo ofrecerte algo a cambio... protección. Me aseguraré de que no te vuelvan a molestar y...- Vegetta la interrumpió.
-No me han molestado en estos últimos meses, no creo que vuelvan a hacerlo.
-Claro que lo han hecho, pero yo te protegía. Mira.- Señaló disimuladamente a dos hombres, parecían normales. Vegetta se encogió de hombros y negó con la cabeza.- ¡Vamos tío, enrollate! Necesito ayuda y solo tú...-
-¡Deja de decir eso! ¡No sé de qué coño hablas y no sé qué quiere tu gente de mí, pero dejadme en paz!- Olvidó completamente lo de no montar un numerito, se levantó, gritó y se sonrojó cuando todo el mundo comenzó a mirarle como si estuviese loco.- No vuelvas a hablarme, y no me protejas.
Se dio media vuelta y se fue al coche.
Había aparcado a unas calles de su casa, no muy lejos de una pizzería, así que decidió pedir una pizza y cenar en casa. Hacía muchísimo frío, algo que le encantaba y el vaho le salía de la boca, podía verlo claramente por la oscuridad de la noche.
El móvil le vibró.
Sr. William
-Ya he llegado.
-Todo OK.
-¿Qué tal por ahí?
Bloqueó el teléfono y decidió que le contestaría la llegar a casa.
-Tu novio te ha dejado eh...- Vegetta frunció el ceño, se dio media vuelta y chilló.
-¡Te he dicho que...!- Pero nunca llegó a terminar su frase, una mujer, de rostro familiar... Nerea, le apuntaba con una pistola a la cabeza.
-¿Qué me has dicho?- Sonrió de medio lado.- Ahora nadie te protege, ahora eres nuestro.- Bufó de forma irónica.- No entiendo por qué le has dicho eso a Mare, esa... chica... no se preocupa por mucha gente y es buena, muy buena protegiendo. La cagaste.- Sonrió, con una sonrisa de oreja a oreja y a Vegetta le entró un escalofrío.
-¿Qué quieres?- Dijo con voz temblorosa.
-Cuéntame todo lo que sepas sobre ella y te dejaré ir, lo prometo.
-¿Ella?
-¡Mare! ¡Vamos, sabes de quién te hablo, idiota!
-No sé nada de ella, no la conozco, lo juro.
Ella entornó los ojos y pasó su lengua por sus dientes color perla.- Ella sí te conoce a ti, ¿sabes? Y te aprecia, así que... no me trago que tú no la conozcas.- Cambió la pistola de lado, apuntando a su brazo.- Tienes diez segundos...
-¡No sé nada!
-Nueve.
-¡Lo juro!
-Ocho
-¡No la conozco!
-Siete...
-¡La vi en el callejón...!
-Seis
-¡...por primera vez!
-Cinco
-¡No! ¡Lo juro!
-Cuatro
-¡AHH!- Una lágrima se le saltó.
-Tres
-¡No!
-DOS
-¡POR FAVOR!
-UNO
-¡NO SÉ NADA!
-Respuesta incorrecta amigo.- Y disparó. El impacto dio en el brazo y comenzó a manar sangre de la herida. El dolor inundó el cuerpo de Vegetta y chilló, la vista comenzó a nublarse y finalmente, después de oír a alguien gritar, se desmayó.
(...)
Sintió algo cálido en su brazo, algo que lo recubría con un movimiento repetitivo, un vendaje, pero... ¿quién lo ponía?
Vegetta ahogó un grito cuando se levantó bruscamente y aspiró aire por la sorpresa. Mare estaba en su casa, poniéndole un vendaje.- ¡Grandullón! ¡Lleva cuidado!
Vegetta la miró con miedo y desesperación.- ¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Cómo has entrado!?
-Vale,- cogió sus hombros y volvió a tumbarlo lentamente,- te lo explicaré todo si te tranquilizas, no quiero que te hagas más daño.
No muy convencido Vegetta asintió y se tumbó.- Ok, lo primero, te lo dije, grandullón, te dije que yo te protegía, lo segundo... no dejé de cuidarte, pero consiguieron pararme, oí un disparo y cuando logré zafarme del agarre de aquellos hombres fui a por ti, te encontré en el suelo, desmayado, pensé que estabas muerto, grandullón.
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Amor Forzado- WIGETTA
Fiksi PenggemarWilly escuchó cómo a Vegetta le castañearon los dientes y sintió pena por él. Antes de salir de casa le había dicho que cogiese unos guantes o una bufanda, pero él no había hecho ni el más mínimo caso, había salido con el abrigo y un jersey. Com...