S02E07: Preguntas y respuestas

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Deberíamos salir lo más pronto posible – concluye Zoe, mirando el mapa.
No, primero deberíamos descansar – aporta Chris – y salir con la luz del día.
No, no deberíamos salir a ningún lado – interrumpe Eli.
¿Eh? – Zoe y Christina forman un coro que a Eli le causa mucha gracia.
El código de procedimientos de la Agencia dice que debemos...
...reportar el hallazgo de un objeto sobrenatural, esperar al equipo de contención y descontaminación para que lo retire, completar el formulario 8472B y aguardar instrucciones – interrumpe Christian – Artículo 47 del manual, subsección R, según la revisión de 1988.
¡Excelente! ¡Cinco puntos para Gryffindor! – se burla Eli.
Gracias por valorar mis conocimientos, camarada. Salimos en cuanto amanezca.
No.
Por mi, pueden pasarse la noche discutiendo códigos y procedimientos – interviene Zoe con una sonrisa algo cínica – Es mi mapa y voy a seguirlo, y no pienso entregárselo a ningún equipo de descontaminación de ningún gobierno. Salgo, como propuso Chris, en cuanto amanezca, y ver a dónde lleva este mapa. Ustedes hagan lo que quieran.
Zoe... esto podría ser peligroso – recapacita Christian.
Papá está muerto. Mamá está desaparecida y tu "amiguita" dice que eso es porque ahora ella es un vampiro. No sé dónde está Milo, pero también necesito encontrarlo, para bien o para mal.
¿A Milo? – pregunta Christian.
Por supuesto. No puede ser una coincidencia que justamente un vampiro haya sido mi primer... ¿amor? Papá y mamá vinculados al mundo de los vampiros y, de todos los chicos del mundo, ¿justo él?
Todo hermoso, Zoe – interviene Eli – Tus papis misteriosos, tu noviecito de la escuela que tiene colmillos. Pero tu propuesta no tiene ningún sentido.
Por supuesto que no lo tiene. Y no tengo un plan, tampoco. No sabría ni por dónde empezar a buscar a nadie. Pero supongo que si papá dejó este mapa, algo tiene que significar. Al amanecer, me voy. Con o sin ustedes.

Con una actitud triunfal –ningún gesto en particular, sino más bien un lenguaje corporal en sí mismo, una forma de mover los brazos, una manera de caminar, aún estando agotada– Zoe sube la escalera y, de un portazo, se encierra en su dormitorio, dejando a Eli y Christian a solas en la cocina, "para que tengan un rato en privado y resuelvan sus diferencias".
Christian, aunque no se atreva a admitirlo, está preocupado. Los incidentes del cementerio –que no pudo discutir en detalle ni con Zoe ni con Eli– lo desconciertan. La misteriosa mujer del auto negro llevándose a Zoe (y luego devolviéndola), las dos vampiresas llevándose a un misterioso murciélago gigante (un murciélago que Christian recuerda con mucha claridad desde aquella noche en el laberinto de espejos en que Milo quiso llevarse a Zoe para siempre), los cambios abruptos de clima, una cierta sensación de angustia, como si millones de voces gritaran de terror, todas al mismo tiempo, y luego se silenciaran.

No apruebo toda esta locura – Eli interrumpe las cavilaciones de su compañero.
Ah, bienvenida al fascinante mundo de Zoe – sonríe Christian – La mayoría de las veces es inútil tratar de discutir con ella.
En serio deberíamos reportar esto.
Lo sé, pero ella va a seguir sus instintos. Y yo soy su mejor amigo, no voy a dejarla sola.
Ohana – sonríe Eli.
Exacto. Ohana. No dejamos a nadie en el camino.
Entonces, mejor que duermas un rato. El primer turno de guardia es mío – reclama Eli, tirándose en el sillón, expulsando sus zapatos con unas simpáticas pataditas y tomando el control remoto.

Cuando Zoe cierra la puerta de su habitación, abajo, en los parlantes del televisor, suena el clásico "funk" que identifica al programa de Jerry Seinfeld. Está claro que Eli, pese a que no parece ser tanto mayor que Christian y Zoe, es de la vieja escuela en muchas cosas, incluyendo el entretenimiento. Pasan unos pocos segundos –suficientes como para sacarse los zapatos– cuando alguien golpea a la puerta. Zoe abre sabiendo quién está del otro lado y no tiene que invitarlo a pasar para que Christian sepa que es bienvenido.
Han pasado por este ritual muchas veces y el código está establecido desde la preadolescencia. Nunca lo discutieron realmente y en detalle, simplemente lo fueron refinando con la práctica. Y, pese a que hace meses, que no se ven, el mecanismo sigue funcionando. Ella cierra la puerta y él camina hacia la biblioteca. Los libros están en orden alfabético por autor: Asimov, Bradbury, Christie, Doyle, Ellison, Forsyth, Gaiman, Heinlein, Huxley, Katzenbach, King (no hay ninguno con "i" o con "j" pero Zoe siente que compensa con dos autores con "h y dos con "k"), Lovecraft, Martin, Norman, Orwell, Poe, Quinn, Rowling, Simack, Tolkien, Vonnegut, Womack y Zelany. Christian se sabe el orden de memoria. Le perdona el comportamiento obsesivo, la ausencia de autores con "x" –lo admite, no hay– y cierto gusto culposo por John Katzenbach, "un buen tipo que quiere ser Stephen King y no le sale", una frase que ha sido eje de mil discusiones adolescentes sobre fantasía, ciencia ficción, terror y thrillers leídos, releídos y conversados durante las interminables vacaciones de verano.
Mientras Christian explora por millonésima vez una biblioteca que se sabe de memoria, a sus espaldas, Zoe está desvistiéndose. Chris lo sabe y, de hecho, puede seguir sus movimientos con el oído. Cierres que se abren. Telas que rozan contra la piel y caen suavemente al piso. El ruido de un cajón y Zoe que resopla porque no encuentra lo que busca. Cuando los ojos del chico recorren los lomos de la colección completa de "Juego de Tronos", amontonada en la "m" de Martin, sobre un estante que ha comenzado a arquearse bajo el peso del aburrimiento de esos volúmenes enormes, tiene la certeza de que ella está desnuda. O, al menos, razonablemente desnuda. O, al menos, con bastante menos tela sobre la piel que la que tiene ese traje de baño de abuelita que usa para ir a nadar en las vacaciones. Durante años fantasea con darse vuelta y mirar. Nunca lo hace. A lo máximo que se atreve es a escaparse un paso hacia su izquierda y verla –no sin un enorme sentimiento de culpa–, de espaldas y en ropa interior, desdibujada en el reflejo de la ventana.
El código indica también que, cuando ella vuelva a hablarle, será porque ya está "decente". Esta vez no dice mucho. Solo su nombre. "Chris", llama Zoe. Él se da vuelta y recuerda que es un día tan triste como complejo, que acaban de enterrar a Walter, que Zoe fue visitada por Lucy Kazinsky para darle un misterioso mensaje, que un murciélago gigante –el cual, por lo que saben, es un amigo de la casa– acaba de ser secuestrado por gente de Milo, que han encontrado un mapa encondido entre las cosas de Walter (que constituye una clara violación a las reglas de La Agencia) y que (violando más reglas aún) van seguirlo. Sí, Christian necesita repasar mentalmente la lista, ítem por ítem, de todos los problemas y miserias que tienen en ese momento, simplemente para no sonreír.
Zoe está sentada en la cama con las piernas cruzadas estilo Buda. Tiene el pelo suelto y lleva su vieja camiseta de "The Big Bang Theory", esa que en los tiempos de la escuela era roja, con la palabra "Bazinga" cruzada en amarillo de lado a lado, y que hoy es apenas de un rosa intenso, desdibujado por los lavados y el uso. A los ojos de Christian, Zoe es más hermosa –y más vulnerable que nunca– y él solo quiere sonreír como un bobo y, quizás, abrazarla.
Pero no. No es el momento, no es el lugar, no es el rol que él tiene que cumplir, por lo que mantiene la cara seria de agente del gobierno y se sienta tímidamente a los pies de la cama.

Hijos de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora