Forever part 2.

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El humo se alzaba, desapareciendo en el cielo, desde la pila en la que el cuerpo de Alec había comenzado a arder.

Max y Rafael, sus esposas, sus hijos y sus primos y sobrinos vestían todos los trajes tradicionales de color blanco con runas escarlata en las mangas.

Magnus llevaba el traje del día de su boda. Se había unido a Alexander con aquel traje e iba a despedirlo con el mismo traje. Este era un esmoquin dorado suave, del mismo color de las runas que había llevado el traje de bodas negro de Alec.

La pira había dejado de arder y las cenizas de Alec serían llevadas a la Ciudad Silenciosa, donde serían colocadas al lado de las de Jace.

Magnus sentía un dolor sordo en el pecho. No tendría una tumba a la cual visitar, ni una urna a la que velar. Solo tendría sus recuerdos y el amor. Siempre amaría a Alec, y sabía muy bien que nadie iba a tomar su lugar, al menos hasta que la hora de Magnus llegara y se reuniera con su esposo.

El brujo alzó la vista y la dirigió a sus dos hijos. Un golpe de realidad hizo que varias lágrimas cayeran por sus mejillas nuevamente. Max había dejado de envejecer al cumplir los 19 años, igual que él. Pero Rafael envejecía con el pasar de los años. Ahora Rafael estaba a mediados de sus 40 años, aún se veía fuerte y saludable, pero Magnus cayó en cuenta que algún día, su hijo también se iría y él no podría hacer nada para detenerlo.

Caminó hacia sus hijos y rodeó el cuello de cada uno con sus brazos, atrayéndolos a su pecho con fuerza.

—Los amo tanto. Mis bebés. —Murmuraba el brujo sin soltar a sus hijos, quienes habían abrazado al brujo con fuerza.

Rafael fue el primero en separarse del abrazo, mirando con una triste sonrisa al brujo— ¿Porqué no vienes con nosotros, papá? Puedes pasar una temporada en Idris.

—No puedo, mi pequeño ángel. Tengo asuntos pendientes en Brooklyn.

—¿Iras al loft? —preguntó Max con una mueca de tristeza.

El brujo negó con suavidad, una triste sonrisa abriéndose paso en su rostro—. No, arándanito. Aún no puedo ir a ese lugar, no sabiendo que Alec no estará conmigo allí. —La voz del brujo se rompió al decir el nombre del cazador. No podía ir a un loft vacío, sin la risa de Alec, sin su suave voz y sin sus ojos observándolo siempre con detenimiento.

—Me quedaré con Catarina un tiempo. —Magnus metió la mano en el bolsillo interno de su saco y sacó un par de cartas, las cuales extendió a sus hijos—. Esto es de su padre.

Ambos tomaron las cartas con lentitud, sin embargo no las abrieron. No aún. Aún no estaban listos.

Magnus suspiró y se acercó a sus hijos, a los cuales abrazó y besó la frente de cada uno—. Cuídense. Estaré en contacto todos los días.

Se separó de ellos y comenzó a crear el portal que lo dejaría en Brooklyn. Volteó a ver sus hijos y les dijo un "Los amo" antes de entrar al portal.

Tras el huracán de colores y aromas que era el portal, fue a parar a la calle frente al Instituto de Nueva York. No tenía idea de porqué, aunque mientras entraba al portal, su mente solo podía ser ocupada por cierto hombre de ojos azules.

Caminó con calma hacia la entrada y tocó la puerta. Una alborotada cabellera roja se encontraba del otro lado, sus ojos dorados brillando al verlo.

—¡Tío Magnus!

—Hola, Celine. —Magnus saludó a la mujer con una pequeña sonrisa. Celine era la hija menor de Jace y Clary, y había notificado que no podría ir a la funeral de Alec a petición de sus hermanos, James y William, que le habían pedido quedarse en el Instituto. Ellos habían prometido que irían.

—Lamento muchísimo no haber podido ir. —Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras una pequeña sonrisa aparecía en sus labios—. El tío Alec me dejó el látigo de la tía Isabelle. Dijo que como ella no había tenido hijas, seguramente no le molestaría. Tengo entendido que su collar de rubí lo tiene Alexandra.

—Así es. —Magnus asintió y observo hacia dentro del Instituto—. ¿Crees que puedas dejarme ir a la habitación de...? ¿A su habitación?

Oh, por supuesto. —La mujer se hizo a un lado y Magnus pasó. Ella le indicó que estaría en la sala de armas por si necesitaba algo. El brujo solo asintió, sabiendo que lo único que necesitaba se había ido para siempre.

Subió las escaleras hasta encontrar aquella puerta que había cruzado tantas veces. La habitación de Alec estaba igual a como este la había dejado hacia tantos años cuando se había mudado con Magnus. Era un recuerdo intacto, y al mismo tiempo tan familiar, que hizo que a Magnus le doliera el corazón.

El brujo fue directamente hacia la cama y se hincó en el suelo, revisando debajo de esta y dando con una caja.

"Estaré contigo para siempre"

La voz de Alec resonó en su cabeza, provocándole un nudo en la garganta.

Tomó la caja, se levantó del suelo y se sentó en la cama antes de comenzar a abrirla con cuidado.

Dentro había muchas cartas, algunas en tonos amarillentos debido al tiempo, otras parecían más recientes y sobre ellas descansaba un anillo.

El corazón de Magnus golpeteó al reconocer su propio anillo de oro con la piedra verde, aquel que le había puesto como alianza a Alec el día de su boda.

Tomó el pequeño accesorio, lo observo por largos minutos y notó que había algo diferente. Del lado interno del anillo se encontraba un pequeño grabado que no había estado allí antes.

"Tu Nephilim estúpido"

Era todo lo que decía. Y bastó para que el corazón de Magnus terminara de destrozarse.

El brujo tomó la almohada de Alec, la cual a pesar del tiempo, aún conservaba el olor a canela que caracterizaba a Alec. Enterró su rostro allí y lloró. Había sido fuerte por sus hijos, Alec así lo quería, pero ahora, aquí, solo con el recuerdo de Alec, podía derrumbarse. Sollozó, lloró y gritó sabrá el ángel por cuanto tiempo, pero no le importó. Tomó el anillo de oro y lo colocó en el mismo dedo que llevaba el anillo Lightwood, justo encima.

A pesar de tanto dolor, y de saber que extrañaría a Alec cada segundo del resto de su vida, ver aquellos dos anillos juntos le hacía saber que Alec tenía razón. Nunca lo dejaría, nunca lo abandonaría, Magnus solo debía recordar el fuerte amor que ambos se tenían, y eso bastaría para sentir a Alec consigo, aunque fueran solo unos instantes.

FIN

JODEEEEEEEEEEERRRRRR ESTOY LLORANDO HORRIBLE. Lamento de verdad la tardanza, las clases me consumen feo ;-; Pero también muchas gracias por la paciencia. Quiero agregar que este no será el último OS de este proyecto, nonononono. Solo andaba un poco triste y pues lo plasmé en esto que me ha hecho sufrir feísimo.

Espero que sufran pero al mismo tiempo lo amen tanto como yo.

-Ana. 💕

Malec Fics.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora