Capítulo Tres. Se ha roto.

110 11 0
                                    

Miró la ropa sucia en el canasto; la había arrojado allí antes de entrar a la ducha.

La única cosa que rondaba su mente era una simple idea, una simple oración que lo ayudó a dormir por la noche.

Todo es por nosotros.

Tiró el papel en la basura y observó como las llamas consumían la camisa y los pantalones vaqueros manchados de sangre, sus zapatos y también su ropa interior, sólo para asegurarse. Estaba disgustado por lo último que había hecho, le había resultado doloroso, no le gustó haber oído a la hija suplicar mientras su madre se desangraba hasta la muerte, no le gustaba la forma en que le había gritado con asco cuando la tocó y no le gustó tampoco el silencio tan inmenso en aquella casa una vez que ambas habían sido cortadas en trozos.

Es todo por nosotros; se repitió en silencio y las imágenes corrieron frente a sus ojos. Después de todos esos años, casi veinte más tarde; todavía recordaba vívidamente como ese hombre la había matado. Estaba asustado y callado, pero no pudo cerrar los ojos mientras oía como los gritos y las súplicas se hacían más fuertes, el niño junto a él se mantuvo en silencio también, pero trató de no mirar.

Deseó no haber mirado. Deseó que estuvieran todos juntos, pero el rostro del hombre que había visto desde el interior del armario de su madre quedó grabado en su mente, y el misterio de quien era él lo perseguiría hasta el día de su muerte.

Suspiró en voz alta y limpió la lágrima que se había escapado a través de su ojo izquierdo. Tenía que encontrar al niño.

-Es todo por nosotros – Se puso a trabajar en deshacerse de lo que quedaba en el interior del contenedor.

***

Habían logrado poner policías fuera de las tres casas de las mujeres que permanecían en la lista que Bill había hecho después del primer asesinato. Había sido difícil seguir lo que había estado sucediendo el último par de días, y los únicos sospechosos eran los maridos y sabía que ellos no podrían haber hecho nada de eso.

El forense había sido capaz de identificar el arma utilizada para cortar y apuñalar los cuerpos, el detective Kaulitz finalmente estaba avanzando.

Bill se dirigió hasta una tienda dedicada a la caza, donde tenían todo tipo de cuchillos además de la información del propietario.

-¿En qué te puedo ayudar chico? – Le preguntó el hombre detrás del mostrador, mientras Bill miraba alrededor de los estantes – Oh...detective ¿qué lo trae por aquí?

-¿Usted vende este tipo de cuchillos? – Puso una imagen sobre el mostrador. El hombre miró durante unos segundos antes de entrar en la parte posterior de la tienda. Bill esperó lo más paciente que pudo y cuando el hombre volvió apartando los sucios rizos castaños que cubrían su grasienta cara, preguntó de nuevo – Lo tiene ¿verdad?

-Sí, y es muy particular – Le mostró el cuchillo; el cual tenía un lado dentado y por el otro lado el filo era suave. El mango era pequeño. Bill se negó a sostenerlo. – Se puede sobrevivir allí afuera sólo con esto y un cerebro inteligente.

-¿Y usted podría o no podría? – El hombre asintió – Entonces, me podría decir ¿vendió o no vendió este tipo de chuchillo tan particular? – Preguntó el rubio.

-Bueno... - Miró hacia sus pies.

Bill cruzó los brazos sobre su pecho.

-No juegues conmigo; que no soy muy paciente – El hombre lo intentó.

Síndrome de Estocolmo (Bill Kaulitz FF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora