〝Uno〟

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Alice no podía sentirse más alegre de lo que ya estaba. Había quedado con Gilbert en uno de los más caros restaurantes.
Gilbert era un inglés educado, adinerado, guapo y atractivo. Además, tenía una bonita dentadura.
Estaba tan nerviosa que, si no fuera por que se había hecho la manicura, ahora mismo estaría arrancándose las uñas.

—Siento la espera —escuchó la melodiosa voz de Hilbert tras de ella.

Intentó mantener un semblante serio, como si no le importase en absoluto aquél chico aunque no fuese así, y le miró tranquila.

—Oh, no tiene importancia, mientras llegues —dijo ella, intentando aparentar que era una delicada dama.

Gilbert rió y caminaron hasta el reservado.

Alice estaba segura de que iba a pedirle ese mismo día que fuese su novia oficial. Esta segura, no, estaba segurísima de que así sería. Todos las heridas de su corazón al fin habían cobrado un significado.
El chico tomó asiento frente a ella y pidió para tomar por ella y por él.

Alice estaba deslumbrada. Adoraba lo caballeroso que él podía llegar a ser.

—Bueno, Alice, supongo que te preguntarás por qué te he llevado a este maravilloso restaurante, ¿cierto? —preguntó él.

A la chica se le iluminó la mirada.

—Pues no tengo ni idea —mintió, tocándose el pelo, mostrándose coqueta.

—Claro que no —rió él—. Es algo bastante importante. Lo pensé tiempo atrás y cada vez que lo pienso, más esmerado me siento —explicó.

Alice se sentía más que dichosa. El hecho de saber que Gilbert había estado pensando esa propuesta por tanto tiempo y que, además, le pareciese cada vez mejor, le hacía sentir como si estuviese caminando por las nubes.

—¿Tan maravilloso es? Vaya, no sabes la curiosidad que tengo. ¿Cuándo me lo dirás? —preguntó impaciente, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Estoy tan nervioso que siento que se me va a escapar de la boca ya. Creo que sí, creo que me siento con ganas de decírtelo —dijo el chico, eufórico.

El camarero colocó dos vasos de vino en la mesa y Alice se acercó uno a la boca.

—Quiero... quiero ser misionero —confesó.

Alice se atragantó con el vino y lo expulsó hacia afuera, bañando así a Gilbert de vino.

—¡Alice! —gritó él, limpiándose la chaqueta con un pañuelo.

Alice ni siquiera le importaba lo mojado que Gilbert estuviera, ahora lo único que le importaba eran las últimas palabras que él dijo. Quiero ser misionero.

No le cabía en la cabeza cómo es que quería ser misionero. Y ella, como una tonta, creyendo que le pediría oficialmente ser su pareja.

—A ver, Gilbert querido, ¿cómo es que quieres... ser misionero? —preguntó Alice, aún sin salir del shock.

Gilbert terminó de limpiarse y se recompuso en su silla, sonriente de haber escuchado la palabra «misionero».

—Me gustaría ayudar a los pobres niños sin hogar y sin comida, me gustaría sanarlos, me gustaría... abrirme paso a un mundo de paz y de amor...

Mientras Gilbert seguía hablando sobre mariposas y flores del campo, Alice quería romper el vaso en la mesa y clavárselo en el corazón, mientras le veía desangrar lenta y dolorosamente. Pero no sólo a él, sino a todos los ex por los que había soportado, y todo ¿para qué? Para absolutamente nada. Con esto sólo quedaba demostrado que el amor entre pareja era sólo una pérdida de tiempo, que los finales felices sólo estaban en las películas para ganarse un óscar, y que más que películas románticas deberían catalogarse por Ciencia Ficción.
Sin escuchar ni una sola palabra más, se marchó del aquél bonito pero bochornoso restaurante y volvió a encerrarse en su aburrida y solitaria casa.

De repente, sintió cómo se le formaba un nido en la garganta y estómago. La vista se le nubló y, cuando cerró los ojos, empezaron a caer las lágrimas.
Alice se derrumbó en la pared y bajó hasta sentarse en el frío suelo.

—¿¡Por qué tiene que ser tan doloroso!? —exclamó entre el llanto— ¿¡Por qué siempre me ocurre esto a mí!? ¡Maldito Cupido! ¡Traidor! ¡Bizco! ¡A ver si aprendes a tirar tus flechas! ¡esto no tiene ni jodida gracia! ¡Todo lo que se ha hablado del amor son habladurías y nada más! ¡Estoy tan harta de tus jueguecitos! ¡Así que espero que te diviertas en tu reconfortable sofá mientras me ves siendo negada por un chico el cual decide hacerse misionero en lugar de ser mi novio! ¿¡O tal vez te resultó más gracioso el chico que supo que era homosexual gracias a mí!? ¡Cierto, eso FUE MUY GRACIOSO!

De repente, alguien tocó a la puerta.

Alice, creyendo que se trataría de Gilbert esperando una explicación, se secó las lágrimas y agarró un cuchillo de cocina.

La chica abrió la puerta y abrió sus ojos con sorpresa al ver a aquél chico pelirrojo, con un ojo oscuro y algunos piercings.

—¿Quién eres tú? —preguntó ésta.

—Soy el bizco traidor de Cupido.

Próximamente...
Tenía más escrito, pero wattpad me lo borró, lo siento.

The RED Cupid - Red AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora