〝Dos〟

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Alice pestañeó varias veces, intentando volver a la realidad. ¿Había escuchado bien? ¿Aquella persona que estaba frente a ella había dicho ser Cupido?

Entonces agarró con más fuerza el cuchillo de cocina que anteriormente había tomado y empezó a mostrarlo, amenazante.

-¿Qué dices de «Cupido»? ¿Acaso es esto una cámara oculta? ¿o estás borracho? ¿tal vez drogado? ¡sal de mi vista ahora mismo! -exclamó la chica, algo confusa e irritada.

-Comprendo que al principio creas que te estoy haciendo una broma, pero no es así. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, ¿cierto? Entonces te lo demostraré -respondió aquél extraño sujeto, y penetró la estancia, como Pedro por su casa.

Alice abrió los ojos con sorpresa tras ver lo tranquilo que actuaba aquella persona.

-¡Oye, espera! ¿qué mierda estás haciendo, entrando en mi casa como si nada? -se molestó Alice.

-Shh, tan sólo atiende -dijo el supuesto Cupido, y abrió las cortinas del balcón de la chica.

Alice, curiosa, se acercó hasta él y miró hacia donde él estaba mirando.
Había un chico y una chica. El chico estaba sentado en un banco, y la chica pasaba con una carpeta en sus manos.

-Hagamos de esto como una película de adolescentes -comentó, e hizo un movimiento con su mano. De repente, a la chica se le calló la carpeta de sus manos, y el chico se agachó para ayudarla a recoger los papeles esparcidos por el suelo.

Alice miraba sin mediar palabra la escena, sorprendida.
El chico se quedó mirando una hoja en especial, donde parecía haber un dibujo.
Ambos entablaron una conversación, la chica se sonrojó y luego se quedaron mirando el uno al otro. Unos segundos más tarde, intercambiaron sus números telefónicos, y la chica agarró de nuevo la carpeta, y se marchó alegre.

-He aquí la muestra de que yo soy Cupido -habló de nuevo el intruso pelirrojo.

Alice giró su vista hacia él, sin creer del todo lo que había visto, creyendo que Cupido trabajaba con un arco y una flecha, tal y como lo pintaban.

-¿Tú hiciste... todo eso? -preguntó la chica, anonadada.

-Me has visto; lo he hecho yo mismo. Yo soy Cupido, un placer -dijo, y ambos estrecharon sus manos.

Alice seguía aún sin salir de su trance.

-¿Y por qué estás aquí, en mi casa? -preguntó, sin saber aún si la mejor opción era creerle o no.

-Bueno, he revisado tu historial de relaciones y... no me gustan ni un pelo. ¿Qué le haces exactamente a los hombres para que todos te dejen?

Alice apretó su mandíbula y agarró con más fuerza su cuchillo.

-¡Yo no tengo la culpa! ¡ellos son los idiotas que hacen cosas extrañas! -exclamó, realmente enfadada.

-¡Tranquila, tranquila! -pidió Cupido, asustado.

Dice que ellos tienen la culpa, pero no puedo creerla si me lo dice agarrando un cuchillo y apuntando hacia, pensó el pelirrojo.

-¡Esto es ridículo! Creo que terminaré como mi tía Emergilda, rodeada de plantas silvestres y alimentando animales domésticos abandonados, mientras ve los canales de la teletienda, llamando sólo para decirles que sus productos son una mierda aunque no los haya probado -lloriqueó la chica.

Cupido sintió lástima por ella, más aún de lo que ya sentía, y volvió a hablar.

-Pues puedes decir adiós a esos planes de vida, porque a partir de hoy conocerás al mejor chico de tu vida, es un hecho -se regocijó orgulloso.

Alice se secó las lágrimas y miró hacia aquél extraño ser. Estaba lo suficientemente desesperada como para tomar cierta su palabra sobre que es Cupido, y sobre que la ayudaría a encontrar una pareja estable.

-Parece mentira que he llegado al punto de bajar al mismísimo Cupido de los cielos para ayudarme a encontrar pareja. Dios mío, ¡soy un completo desastre! -decía Alice, posicionando ambas manos a los lados de su cabeza.

-No hay problema. De todas formas, debía bajar al mundo humano -mencionó Cupido.

Alice pestañeó sin entender aquello.

-¿Cómo dices?

-Nada, nada, lo comprenderás más adelante...

-Ahí una cosa que aún no comprendo -dijo la chica, arrugando el entrecejo-. ¿Cómo puedes ser tú Cupido, si tú... -le miró de arriba abajo- no te pareces a él?

Cupido empezó a reír a carcajadas mientras Alice le miraba aún extrañada.

-De nuevo, las películas, los cuentos, la mitología y los cuadros engañando a los humanos... -comentó Cupido-. ¿Acaso te esperabas ver a un angelito de cabellos rubios y rizados, vestido de blanco, de ojos azules y portando arco y flechas? Lo siento, pero esta es la verdadera imagen de Cupido -explicó, señalándose a sí mismo.

-¿Entonces dices que cupido en realidad tiene el pelo rojo, piercings en los labios, y un parche en el ojo? -preguntó aún sin creerlo Alice.

-Todo lo que ves es todo lo que soy -asintió.

-Creo... -decía la chica, tocándose la cabeza y sentándose en el sillón- creo que voy a internarme voluntariamente a algún lugar de esos para chalados. No creo que me esté pasando esto...

-¡No te dejaré! Vas a conseguir a tu alma gemela gracias a mí. Vamos, será fácil, ¡soy Cupido! No desistas y confía en mí. ¿Qué me dices?

Alice levantó su vista hacia aquél ser, que le miraba alegre y convencido, estirando su brazo hacia ella.
Sabía que no debía confiar en él, y estaba segura de que era todo una broma y que los chicos del banco eran unos actores que él habría pagado o convencido, aún así estrechó su mano hacia él, esperanzada creyendo que finalmente acabaría con aquella broma pronto.
Entonces, el pacto se firmó con aquél apretón de manos.

Ley n° 1 del Olimpo:
Una vez que un Dios firma un pacto con un humano, tenía el derecho de quedarse con él hasta el fin del proyecto.

The RED Cupid - Red AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora