capítulo 1

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Me siento en el columpio y repito por decimocuarta vez:

-Soy Cam, Cameron, no soy un chico, tengo ocho años, ¡casi nueve!, voy a Hilfigher School y no me gusta especialmente la clase de educación física. Tengo el pelo corto, por los hombros más o menos. Mi cabello tiene un color castaño con unos reflejos pelirrojos. Mis ojos son marrones, no tienen más colores. Tengo una hermana de quince años. Una madre de cuarenta y tres y un padre de cuarenta y cinco.

Lo vuelvo a repetir.

-¡Mamá!- grito. Mi madre baja las escaleras con un cesto blanco lleno de ropa recién lavada.

-¿Si, Cam?

-Ya me sé de memoria el trabajo de lengua, ya he acabado mis tareas.

-Muy bien Cam.

No es que me apasione mucho la escuela, pero me gusta ver cada día a mis amigas y jugar con ellas en los recreos. Siempre he querido hacer extraescolares, pero a mi madre no le gusta la idea de estar lejos de casa, por eso por las tardes me quedo jugando en mi jardín trasero.

El jardín no es gran cosa. Tenemos un columpio y un tobogán de plástico. Justo a la izquierda del tobogán, una cama elástica. Paso mucho tiempo saltando o columpiándome.

Miro mis pies. Entre ellos tengo una pequeña flor amarilla.

-Soy Cam, Cameron, no soy un chico...

Cojo la planta y la pongo a la altura de los ojos.

-Supongo que todos tenemos un nombre, una manera de llamarnos, una palabra que recoja lo que somos. La mía es Cam, ¿cual es la tuya?

Esperé a que me contestara. Sabía que no me iría a hablar, pero quizá me enviaba una señal. Una manera de decirme que también ella es algo. Es inútil, así que me levanto del sillín del columpio y me dirijo al interior de mi casa, dejando la planta sobre la mesa que hay en el jardín.

Huele a pollo al curri. Me encanta ese olor. Es delicioso.

Me siento en el sofá. Lo único que está en mi mente es el olor del curri.

Media hora más tarde, mi madre me pide que ponga la mesa. Es hora de cenar.

La ocupanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora