Capítulo 2: Sorpresa...

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Abri el armario temblorosa y vi doce nuevos vestidos. Amelia, la asistenta jefe del palacio, me había dejado esos vestidos en mi armario seguramente para este momento. Estaba tan nerviosa y desconcertada que caí deslizandome por la pared al suelo, puse mi cabeza entre las rodillas y me paré a pensar que es lo que estaba sucediendo.

Mi padre me había buscado un pretendiente sin mi permiso ni consentimiento... Genial no tenía suficiente con evitar que se enterara de que me había convertido en una Daeva invocadora. "Una Daeva es una luchadora hija, tu eres una princesa y no te puedes convertir en eso. Tampoco tendras poderes como ellos pero almenos tú si tendrás alas." Esas palabras son las que me dijo mi padre antes de que me convirtiera en Daeva. Yo elejí ser invocadora y mis poderes eran invocar a criaturas que me ayudarían a luchar llegado el momento, y precisamente eso es lo dificil de ocultar ya que no es fácil esconder a un espiritu de fuego de casi dos metros de altura, en una habitación mientras tu padre entra por la puerta sin llamar y de improvisto.

Me centré en los vestidos, todos eran tan extrabagantes que no sabía cual elegir asi que me puse el blanco y negro con poco vuelo y nada de decoraciones pomposas y de color chicle.

Me puse delante de la puerta, con el vestido ya puesto, y desplegué mis alas. Las alas de los Daevas pirncipiantes son como las alas de las palomas blancas, solo que más grandes, pero las mías eran mucho más grandes y con un plumaje distinto, en la parte superior había un recubrimiento marrón que las hacía mas resistentes, estables y veloces. Abri la puerta y intenté sonrreir y esperar a ver a mi prometido, pero a quien vi no era quien esperaba, si no que vi a Amelia, limpiando el polvo de un jarron muy biejo. Me dedicó una sonrrisa y comprendí que devía ir al gran salón del trono. El palacio era muy grande, tanto que aun me perdía por los pasillos. La decoración era sencilla y de colores claros, menos en el salón del trono, en el que predominaban los colores dorado y rojo.

Entré en el gran salón y vi a mi padre sonrriente hablando con un chico más mayor que yo, pero no por mucho, que me resultaba extrañamente familiar.

-Querida,- Mi padre acerco su mano hacia mi para que me acercara- te presento a, Eric, tu futuro esposo.

¿Qué? Esto tiene que ser una broma...

-Hola, Sofie, encantado de conocerte.

Eric me cogió la mano y la besó levemente mietras me sonrrió. Yo ya conocía a este hombre y no me iva a casar con el ni loca.

-Oh, por favor que descortes por mi parte, vamos a comer por favor. Hija lleva a Eric al comedor yo voy a atender unos asuntos.

Al irse mi padre no pude evitar mirar con furia a Eric y gritarle sin control...

-¡Como se te ocurre hacer esto, descarado! Me prometiste que me ayudarías a que mi padre no me descubriera, no a que te casarías conmigo.

-Tranquilizate. Piensalo por un instante, si te casas conmigo no tendras que ocultarle a tu padre tus mascotitas ni que eres daeva ni que perteneces a una alianza de guerreros... Creo que esa es una buena forma de ayudarte, ¿No, querida?

En esos momentos estábamos llegando al comedor y no le pude contestar más que dandole un fuerte codazo y una cara de furia. En ese momento me di cuenta de que seguramente Ventisca, mi espíritu de vienti, vendría corriendo a por mi para comprovar que estaba bién. Y así fue, derrapando por una de las esquinas y corriendo a toda velocidad apareció con su larga melena de león de color azul y ondulado por el viento que corria por su cuerpo y agitando sus cuatro patas a velocidades increíbles y con la lengua afuera. Al verle enpece a negar con la cabeza desesperadamente. Mi padre estaba hablando con el cocinero sin saber nada de lo que estaba pasando, pero en ese momento me miró y pensó que se lo decía por el aspecto de la comida, que por cierto tenía una pinta esquisita. Ventisca volvía a derrapar para dar la vuelta a la misma velocidad y desapareció. Suspire aliviada y noté como Eric hacía lo mismo.

-Bueno, Majestad, creo que su hija no está dispuesta a comer nada hoy ya que parece que la pinta de la comida no le gusta. Quizá devería volver otro día.

No, lo mejor era que no volviera nunca.

-Tonterias comeréis aqui y solos, - puso la mano sobre el hombro de Eric y dijo en voz baja - ya sabes, para que os conozcáis mejor.

Mi padre se fue andando lleno de alegría fuera de la habitación y nos quedamos solos.

-Bueno, así podremos hablar de las próximas batallas que vamos a liderar y a ganar ¿Contra quien tenemos el honor de luchar esta vez? - Pregunté con una risita en los dientes.

-Contra los Balaúres.- Se me paró de golpe el corazón y él lo notó.- Tranquila tendras tiempo de entrenar a tu vientecito.

-¡No se llama vientecito! Se llama Ventisca y lo sabes.

-Está bien, comamos pues y ya iremos haber que has aprendido.

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