Capítulo 4

158 16 0
                                    

Capítulo 4: Aiden.

Era de día y me encontraba en una gruta húmeda con Eric y Rose elaborando un plan para atacar a los Balaurs antes de que llegaran a palacio. Ya habíamos luchado contra ejércitos de Balaurs y habíamos salido victoriosos. Eric era bueno con la magia, pero no la misma magia que mis remolinos de aire afixiante ni mis convertidores en estatua ni mis ataques con espiritus, él dominába los cuatro elementos y los echaba contra múltiples enemigos. Rose era una arquera capaz de lanzar miles de flechas en un minuto.

Ya teníamos una estrategia y estábamos preparandonos para la batalla y comenzamos a correr hacia nuestro destino. Aparecieron los primeros Balaurs por el horizonte y...

No recordaba nada más. La cabeza me daba vueltas y me dolían las alas, que sin comprenderlo estaban estiradas y atadas a una especie de mesa, al igual que mis manos y pies. Intenté abrir los ojos pero me costaba mucho abrirlos. Para mi sorpresa una voz desconocida me habló muy dulcemente.

-Tranquila, tranquila, estas bien, duermete que estás muy devil. Creia que los Elios se dormían con facilidad pero tu te despiertas más que un Dumber.

¿Dumber? No endía porque hablaba como si la voz no supiera nada de nuestra raza, de él mismo. No pude darle muchas vueltas al asunto, caí rendida en un par de segundos.

Un cantar de pájaros y el revolotear de unas alas extrañas me despertó y esta vez si que pude abrir mis ojos.

Lo primero que vi fue un techo de madera con una gran viga sujetándolo por la mitad. Luego noté como me ardía el cuerpo entero y no pude evitar emitir un gemido. Intenté controlar un poco el dolor y la respiración. Mire a mi alrededor y me vi postrada en una cama blanca y sin ataduras lo cual me estrañó ya que la última vez las noté. Había una ventana y através de ella podía ver nieve. Se me entre abrió la boca sin pensarlo, era imposible que nevara, estábamos en verano. Un sonido me asustó y miré hacia donde se produjo este. Una sombra me llamó la atención, una persona con alas enormes se encontraba en esa habitación de la que procedió el sonido.

-Ho...- Mi voz se quebró y empecé a toser y en ese momento un nuevo dolor surgió. En el abdomen un pinchazo profundo me hizo emitir un aullido que se camuflo con la tos. -¿ hola...?

La sombra me miró pero no dijo nada. Se acercó un poco pero no lo suficiente para que pudiera verle el rostro. La ropa si que se la llegué a ver, una especie de uniforme con capa todo ello en color negro.

-Tranquila, estas a salvo. Bueno quizás cuando me veas cambiarás de opinión con eso pero te prometo que no te are nada malo. Tus eridas son bastante graves, tienes suerte de que te encontrara entre esos cuerpos muertos de Balaurs.

-Gra... gracias... Nosé que me a pasado. ¿ Que paso con la batalla?

-Pues... no sabria decirte. Solo encontré un monton de bichos de esos y a ti.

-Perdona si la pregunta es un poco indiscreta pero... ¿ Quien eres?

No se movió ni dijo nada. Pasaron un par de minutos y volví a toser otra vez. La sombra se movió cuando tosí y se acercó un poco y alargó su brazo ofreciendome un cuenco lleno de agua. Miré su mano, era más oscura de lo que los Elios solíamos tener pero no me preocupó mucho, simplemente me limité a beber todo el agua que había en el cuenco.

Le devolví el cuenco y le di las gracias. No sabía nada de esa extraña sombra, mejor dicho, de ese Elio. No entendía porque nevava en verano ni porque tenía ese Elio la piel tan oscura.

-¿Donde estamos?

La sombra no se movió, solo podía oir su respiración.

-¿Quién eres? Podrías almenos decirme eso...

Intenté incorporarme y justo cuando estaba apunto de levantarme me respondió.

-Me llamo Aiden. Y estás en Los Páramos.

¿Los Páramos? No tenía ni idéa de donde estaba eso.

-Aiden... eeh... nunca había oído ese nombre. Gracias. Gracias por todo lo que has echo por mi. Yo...

-Hice lo que habría echo cualquier Elio.

Me atraía mucho la forma en la que refería a nuestra raza. En ese momento se acercó más y la luz le pude ver el rostro y sus enormes alas. Me paralizó el miedo, quería correr de pánico ante lo que ví. Su rostro era oscuro y sus ojos negros como el cabón con un brillo especial, sus alas eran negras como la nada, tan negras que casi me absorvieron. Era un Asmodiano. No podía correr entre otras cosas por las eridas pero me levanté y intenté andar hacia la puerta y escapar de allí, pero no logré dar mucho más de dos pasos porque me estaba desplomando en el suelo. Cerré los ojos instintivamente esperando el golpe contra el suelo pero una mano elada me paró. Aiden me había cogido antes de que callera. No pude aguantar estar entre sus brazos y el pánico me hizo propinarle un guantazo en toda la cara pero no le hize lo más mínimo y la que se hizo daño fui yo.

-Hey hey, ya te dije que no te aría daño. ¿Para qué sino te habría curado esas eridas?- me moví como pude para intentar liverarme de sus brazos pero lo que conseguí fue dolor de mis eridas.- Tranquilizate o te tendre que hacer dormir para que no te agas más daño.

-¡Déjame empaz maldito Asmodiano, que tu estirpe se pudra en el infierno! Sueltame.

Lo que conseguí fue que me cogiera en brazos y me depositara en la cama como si fuera un objeto delicado y de valor. Sus ojos brillaban con tanta fuerza a pesar de ser negros que me abrumó su belleza a pesar del miedo que tenía por dentro. Tenía el pelo totalmente desorganizado con cierto encanto y igualmente era negro. Intenté tranquilizarme y idear un plan pero él deslizo su mano fría por mi mejilla lo que hizo estremecerme una vez más y añadió:

-Déjame que te lo explique todo.

AionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora