Allowed to be nutsy

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Semana treinta

Considerando toda la situación, él estaba teniendo un embarazo sorpresivamente sencillo. Hank se había auto nombrado como su cuidador principal, pese a las objeciones de Erik, y él realmente era tan brillante y estaba tan bien informado como un obstetra. Y con el beneficio de que Charles no debía dejar que cualquier extraño manejara su embarazo y los muchos test que Hank realizaba, cada etapa del embarazo fue alcanzada con éxito y el bebé continuaba desarrollándose como cualquier otro bebé. Las náuseas matutinas y la fatiga habían desaparecido. Estuvo preparándose para los cambios de humor y los antojos, pero nunca aparecieron.

Eso, hasta una mañana en que se despertó y no quería nada más en la vida que beber una malteada de chocolate.

Pero no cualquier malteada de chocolate, quería una hecha en el restaurante "Sloan", que estaba casi 3 pueblos lejos, donde Raven lo llevó a enseñarle a conducir. Él pensaba que ellos debían ponerle alguna droga a sus bebidas, porque ninguna otra que hubiera probado era tan perfecta y deliciosa como las servidas ahí.

Normalmente reuniría a los estudiantes y los llevaría a todos a que tomaran su propia bebida fría. Pero habían pasado meses desde que salió de la mansión. El único aspecto del embarazo que nunca podría terminar de aceptar, era el modo en que su cuerpo estaba cambiando. Nunca se consideró un hombre vanidoso, pero eso fue antes de que su figura cambiara de hombre normal a este fenómeno extraño que estaba hecho.

Erik le dijo que no lucía tan mal. Claro que luces bizarro, Charles. No estamos acostumbrados a ello, eso es todo, fueron sus palabras, y no ayudaron tanto como Erik esperó que hicieran. Nadie lo comentó abiertamente y, para el tercer mes, sólo unos pocos rezagados se le quedaban viendo raro mientras se contoneaba alrededor de la mansión. Pero Erik tenía razón en una cosa. El cambio estaba tan fuera de lo que él esperaba de su vida, que aún odiaba mirarse en el espejo. Desde luego, no iba a salir ni para conseguir una malteada.

No importaba qué tan desesperadamente la quisiera.

El efecto más desafortunado de todo, era que se estaba transformando en todo un terror. Un día era el alegre y entusiasta profesor Xavier y al día siguiente era un monstruo sarcástico y lleno de odio por la falta de una malteada de chocolate.

Charles se veía a sí mismo desde afuera, sorprendiéndose a sí mismo cuando le contestaba rudamente a Hank cuando éste mencionaba cuando era su próximo examen físico, le gritaba a un colega al teléfono acerca de su última publicación y, finalmente, salía de una reunión importante sin decir una palabra ya que los pensamientos de todos lo aturdían y no podía hacerlos detenerse.

Raven fue la primera que entró a su oficina. "Me estaba preguntando qué te está convirtiendo en una perra."

"No estoy de humor," Charles habló cortante.

"Sí, eso no me importa. Estas aterrorizando a todos. Yo puedo escuchar todo lo que tengas para decir," dijo, y como era malvada, se transformó en la habitual chica rubia que Charles conocía desde niños. Ella sabía que él tenía problemas siendo rudo con ese rostro. "Dime qué te lastima."

"Oh, por el amor de-"

"En serio, algo está obviamente molestándote," ella lo abrazó de lado y se reclinó en el sofá junto a él. "Así que escúpelo."

Charles parpadeó. ¿De verdad estaba siendo tan problemático por una malteada de chocolate? "Es una estupidez," dijo, impresionado con la fuerza de empatía de Raven. Ella sonrió.

"Eso me lo imaginaba, pero, vamos. Estás embarazado. Se te permite ser malhumorado, pero te va a dar una ulcera. Te prometo que no me voy a reír."

Él sabía que ella no lo dejaría en paz. Su forma de apoyo favorita era la persistencia. Aun así, Charles no confiaba del todo. Por lo que no se sorprendió cuando, después de que él hablara, ella rompiera su promesa en una espectacular risa.

"Oh, dios, Charles, ¿una malteada? Es un clásico." Dijo ella, colapsando en el sillón, temblando de la risa. Su piel se tornó azul debido a que estaba distraída. Charles le dio un codazo que le hizo dar un gritito, pero siguió riendo. Su risa era contagiosa.

Después de todo, sí, él estaba haciendo un berrinche por una malteada.

"Esto es lo que me asustaba," susurró él, cubriendo sus ojos con una mano para tratar de no reír. "La próxima vez estaré gritándole a Erik, '¡Tú me hiciste esto!' mientras lloro."

"Bueno, no descartes los gritos aún. Eso puede ser divertido." Dijo Raven con una sonrisa. Se levantó. "Okay, fue hilarante, pero debiste sólo decir algo. Podemos conseguirte una malteada."

"No, no sería lo mismo." Dijo Charles, sin molestarse en endulzar su voz. Raven ya sabía que él no saldría de ahí. "Tiene que ser de Sloan, y no hay manera de que sobreviva todo el viaje hasta acá sin derretirse." Explicó. "Debimos reclutar a ese tipo que se teletransportaba."

"¿Ese que intentó matarnos? Sí, gran idea, Charles. No. Nosotros encontraremos la forma." Declaró ella. "Sólo déjamelo a mí, dulzura."

Charles no supo a qué se refería y Raven no le dio la oportunidad de preguntar. Salió por la puerta, dejándolo solo con su antojo.

"Esto es tu culpa." Le dijo cariñosamente a su barriga.

Tres horas más tarde, Charles estaba considerando seriamente comer más de esos macarrones con queso, cuando Erik se sentó frente a él con un vaso escarchado lleno de algo que parecía malteada de chocolate. Charles parpadeó. Un vago sentimiento de horror lo invadió.

"Ella te dijo, ¿no?"

"También me dijo que no tenía permiso de hacer comentarios o burlarme porque, y la estoy citando, es culpa de mi maldito pene que tú estés pasando por esto." Dijo Erik, destapando el vaso. Sus labios se torcieron con humor. "Considera esto como una disculpa de mi pene."

Había tantas formas en que el pene de Erik pudo haberse ganado una disculpa, pero como fuera, la malteada era lo que Charles más quería justo ahora. Pero sólo si era la indicada.

"¿Y es...?"

Erik le pasó una cuchara.

"Pruébalo tu mismo."

La primera probada se llevó toda la tensión que Charles sintió durante todo el día. La última vez que un sonido de gusto como ese salió de sus labios, había sido cuando Erik y él estaban muy ocupados haciendo al bebé que causó este antojo. Su tensión debió deslizarse hacia Erik, porque Charles se dio cuenta de su posición rígida, pero no le importó. Lo único que le importaba era la perfección dulce y fría deslizándose por su lengua.

"¿Cómo la trajiste?" preguntó, comiendo feliz con su cuchara. "Todavía está fría y perfecta."

"Yo..." Erik divagó por un momento cuando Charles levantó el vaso para lamer una gota que se deslizaba hacia abajo. "Enfaticé al restaurante lo importante que era que la guardaran en un contenedor de metal." Cuando Charles lo miró, Erik sonrió ligeramente. "Entonces afecté la composición del metal para que tuviera la propiedad de mantener el frío."

"¿Llevaste un vaso casi congelado desde ahí hasta aquí?"

"Bueno, entre mis piernas. Estaba conduciendo. Mis muslos nunca se recuperaran."

Los ojos de Charles cayeron de nuevo al vaso. Nunca se había sentido más premiado. Estiró las piernas bajo la mesa y atrapó el pie de Erik entre sus tobillos. "Gracias." Dijo, mirando a Erik desde bajo sus pestañas, una sonrisa luminosa en su rostro. "Puedes considerar disculpado a tu pene."

"Me alivia," dijo Erik, acercándose un poco y señalando el vaso. "¿Vas a darme una probada?"

Charles envolvió el vaso entre sus brazos.

"Claro que no."

A Logical Progression   //  CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora