Prólogo

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En una modesta sala de estar se escuchaba la voz ultra grave de un periodista que estaba informando de una marcha convocada por la comunidad LGBT de todo el Reino Unido, la pantalla ofrecía una imagen de carnaval que contrastaba con las opiniones de los sujetos que hablaban en la televisión como si se tratara de una procesión satánica.

-Cariño, ¿puedes apagar el televisor? Vamos a cantarle el cumpleaños feliz a Charles-. Una mujer con un cabello rizado y rubio y un collar de perlas se plantó entre su marido y la televisión con las manos apoyadas firmemente en las caderas.

- ¡Claro! De todos modos no me interesa ver a toda esa bola de maricas exhibicionistas- respondió el esposo apagando el televisor y acompañando a su mujer a la mesa donde ya estaba sentado el hijo de ambos, Charles, con un sombrero de muchos colores y un pastel con dieciocho velitas al frente.

La madre le sonrió al muchacho poseedor de unos ojos particularmente azules, acarició su suave cabello castaño y comenzó a cantar la vieja cancioncita del cumpleaños junto a su esposo. Charles miraba alternadamente a su padre y a su madre con una gran sonrisa que se contagiaba, y se llenó los pulmones de aire para el momento en que gritaron "¡A soplar las velas!".

La madre se emocionó hasta las lágrimas, ya que su Charles, su bebé, acababa de transformarse en un adulto. Le abrazó con fuerza y luego se excusó diciendo que iría a la cocina por platos y cuchillo para el pastel.

Su padre, orgulloso, le ofreció sus felicitaciones de una manera muy varonil, el típico apretón de manos y las palmaditas en la espalda.

-¿Y? ¿Alguna niña?- le preguntó luego de un rato con un tono picarón. Charles abrió los ojos y se sonrojó, tratando de evadir la pregunta con una risita nerviosa.

-Papá, por favor- dijo rascándose la nuca. Su padre estalló en una animada carcajada.

-Ay, hijo. No te avergüences de contarle tus aventuras a tu viejo. Cuando tenía tu edad me fugaba con tu madre a la playa, ¿no es así, cielo?- su esposa asintió mientras cortaba el pastel en pequeñas rebanadas.

-No me avergüenzo, es solo que llevo muy poco tiempo en la universidad como para eso, y, además, no soy de su gusto, al parecer- comentó encogiéndose de hombros.

-¿Y quién no va a querer estar con un jovencito con un IQ por sobre el promedio, guapo, simpático y muy educado?- su madre le guiñó el ojo y le sirvió un trozo de pastel enorme a su esposo, el hombre se relamió los labios y comenzó a devorarlo.

-Debe ser porque aún no maduras, muchacho. Tienes que hacer que las chicas te deseen- decía su padre con la boca llena de bizcocho de chocolate y crema. –No se te hará difícil, los Xavier siempre causamos sensación y nos quedamos con lo mejor- su esposa rió.

Charles sacó un poco de crema con el dedo y se lo metió a la boca, encogiéndose de hombros a modo de respuesta a su padre.

La madre notó la incomodidad del jovencito ojiazul y dio unas palmaditas al aire para cambiar sutilmente, o no, de tema.

-Cariño, ¿por qué no vas por el regalo de Charles?- le dijo la esposa sonriente.
-¡Oh, sí! Enseguida- le guiñó un ojo discretamente a la rubia y esbelta mujer y salió de la habitación.

Charles miraba atento todos los movimientos y gestos cómplices de sus padres, el elástico del gorrito de cumpleaños comenzaba a molestarle.

Su madre volvió a encender la televisión donde seguían hablando de la marcha y mostraban imágenes de una chica rubia que forcejeaba con un par de policías que se la llevaban de los brazos al carro.

-Dios santo, me pregunto cómo han de sentirse los padres de esos muchachos. Debe ser tan desilusionante- Charles no hizo ningún comentario al respecto, pero dentro de su cabeza le respondía a su madre: "¿Y te has preguntado cómo se sienten esos muchachos? Puede que muchos de ellos no estén en esa marcha y estén en casa comiendo pastel y viendo la televisión con su madre".

-¡Ta da!- el padre de Charles se acercó a él con un paquete envuelto en papel azul con lunares blancos que llamó la atención del joven. Se lo entregó y este le quitó el papel con cuidado, dejando ver una caja de cartón con la imagen de una cámara fotográfica en ella.

-¡Son los mejores padres del mundo!- abrazó efusivamente a cada uno y abrió sin ningún miramiento su tan esperado regalo. Era una cámara increíble, y obviamente costosa, pero sus padres habían hecho el esfuerzo por su único hijo. Después de todo, Charles siempre había sido un buen muchacho y jamás les había dado un dolor de cabeza a sus padres, en dieciocho años.

-De seguro Londres debe verse demasiado genial a través de esa cosa-. Ante las palabras de su padre los ojos de Charles se iluminaron por la idea de que pudiese fotografiar la capital.

-¿Puedo?- su madre y su padre se miraron complicados, y él pudo adivinar el motivo. -Serán solo dos horas, y estaré en casa antes de la cena-.

-De acuerdo- dijo su madre, su madre sonrió algo incómoda, pero asintió de todos modos.

Más tarde, Charles se movía entre un mar de personas en las calles de Londres. Acababa de salir de la estación Westminster y las imágenes que mostraban en la televisión era nada en comparación con lo que sucedía. Había muchas personas que gritaban y levantaban lienzos, chicos y chicas tomados de la mano, levantando una bandera de seis colores que parecía estar presente en cada esquina de la avenida. Charles llenó sus pulmones de aire y se fundió con la masa de marchantes, que más que estar ahí para enunciar una protesta, estaban ahí para mostrar su orgullo.

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Hola, hola, gentecita!!
Esta es la primera vez que escribo algo sobre cherik y espero no haya sido un completo desastre. Amo los fanfics cherik ( son uno de los fandoms que mejor escribe, en serio), so... enjoy.
Nos vemos en el siguiente capítulo :)

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