Niña Lista

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Tres de la tarde del lunes siguiente y Charles se arreglaba el cuello de la camisa celeste con las manos temblorosas. Estaba decidido a hablar con Moira y aclarar todo el asunto, por su salud mental.

Bajó las escaleras y se encontró con que Sharon venía subiendo las mismas. En esos momentos recordó que estaba castigado.
Maldijo por lo bajo cuando la rubia mujer dejó el cesto con ropa que traía en el suelo y se plantó ahí con las manos firmes en las caderas.

-Estás castigado, no puedes salir,  y lo sabes. Creo haber sido bastante clara contigo ayer- dijo. Sharon se sentía más poderosa, ya que Brian no estaba para contradecirla ni decirle que todo esto era un drama ridículo. -¿Se puede saber adónde pretendes ir, eh?-.

-Lo sé, pero necesito salir con urgencia, debo estar ahí a las cuatro y tengo que tomar el bus dentro de los próximos quince minutos si quiero estar ahí a tiempo- decía mientras se ajustaba las mangas de la chaqueta de mezclilla. La mujer le tomó del brazo y le hizo voltearse con el rostro más serio.

-Charles, ¿necesitas que lo repita?- murmuró con los dientes apretados.

-Es Moira, necesito ir a hablar con ella- dijo como medida desesperada. 

Y funcionó, el semblante molesto de Sharon Xavier se tornó rápidamente en el dulce rostro de una madre amorosa que le arreglaba el cuello de la camisa y la chaqueta para que se viese ordenado. Charles frunció el ceño algo preocupado.

-Sé un buen chico, ¿sí?-. El menor no pudo disimular la mueca de desagrado al sentir los pegajosos labios rojos de su madre haciendo presión contra su mejilla. Salió de casa tratando de limpiarse con la manga, rogando porque no quedara marcado como si le hubiesen dado un puñetazo.

Aún faltaban un par de minutos para que las alumnas de la escuela religiosa a la que asistía Moira salieran, por lo que aguardó en silencio frente a las grandes puertas de metal que conducían a un gran edificio antiguo con muchas ventanas pequeñas.

La campana sonó y un murmullo acompañaba a las muchachitas que salían abrazando sus libros y riendo. 

Moira venía acompañada de dos muchachas, una chica con el cabello rojizo y rizado y una chica con un aspecto demasiado aniñado. Apenas vio a Charles la chica de la melena castaña cobriza se ruborizó por completo, las otras dos le miraron y rieron cómplices. 

Charles, para asegurarse de que ella le había visto, aunque no era ya necesario, alzó la mano y ella hizo lo mismo, acompañada de las dos chicas como si fuesen los malditos gatos gordos que tenía en su casa.

-Hola-, murmuró con las mejillas coloradas mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. -¿Qué estás haciendo aquí, Charles?-.

 La alumna aniñada sonrió de oreja a oreja a Charles, mientras que la otra le miró de pies a cabeza y negó con una pequeña risita.

-Se supone que deben tener aspecto de chicos rudos, problemáticos, Moira. No de niños flacos y pecosos con mejillas rojas- susurró al terminar su análisis. Me pregunto si esta chica no llevará algo de Lehnsherr en la sangre, pelirroja, amarga, demasiadas coincidencias, se dijo.

Moira carraspeó y la rubia infantil agarró de la mochila a la pelirroja, "vamos, Christie, recuerda que tenemos un proyecto de literatura para pasado mañana", murmuró con las palabras saliendo atropelladas. Charles se despidió de ambas con una cálida sonrisa, al igual que Moira, la cual parecía evitar mirarle, pues se volteó a ver a las muchachas hasta que desaparecieron en una calle a lo lejos.

El de los ojos azules apretó ambas manos a los costados e hizo un sonidito con los labios para que Moira le prestara atención. Ella le miró con sus enormes ojos de venado y balbuceó algo.

-Necesito que hablemos- dijeron ambos. 

Charles rió, más nervioso que por haberle parecido algo gracioso. Moira sonrió y volvió a acomodarse un mechón de pelo detrás de la oreja perforada con un arete de perla, a pesar de que su melena estaba perfectamente peinada. Su otra mano estaba estrangulando la correa de su bolso rosa suave.

-¿Te parece si vamos por un helado y hablamos?-.

-¡En serio, Charles!- decía Moira con la cuchara llena de helado de chocolate y crema batida en los labios, -traté de llamarte, pero mi mamá dijo que era de mal gusto que una chica llamara a un chico para pedirle una cita-. De inmediato se ruborizó y trató de corregirse. -Le expliqué lo nuestro, pero ella no entiende, es como si su mente no hubiese seguido hasta 1984 y se hubiese quedado en los modales de los cincuenta-.

Charles miraba distraído la copa gigante de helado de chocolate que ambos habían escogido, un poco de helado estaba cayendo por un costado, y él no tenía apetito. En otra circunstancia estaría con el cerebro congelado por el frío dulce. Suspiró con una mejilla apoyada sobre la mano.

Moira apartó la cereza del postre para el muchacho, y cuando este negó diciendo que había comido, supo que algo andaba mal. Se apoyó con ambos codos en la mesa de la heladería en la que estaban.

-Escucha, Charles, ...- dijo relamiéndose los labios que sabían a chocolate y estaban fríos -lo siento mucho si te hice sentir incómodo el otro día cuando, ... ya sabes, -hizo el gesto con las manos, haciendo que Charles sonriera por lo dulce que era la chica -de veras, lo que menos quise fue hacerlo, bueno, ... no de esa manera, pero, a lo que voy, es que siento mucho no haberlo aclarado antes-.

Charles asintió jugueteando con la servilleta de papel. Moira suspiró y volvió a sentarse con la espalda pegada a la silla.

-Moira, yo...-. De un momento a otro, las manos le sudaban y la lengua se le enredaba en el paladar. Era un completo manojo de nervios. 

La chica elevó la palma, interrumpiendo a Charles cuando el corazón de este parecía querer huir por su boca.

-Pero no solo he venido para disculparme por lo del otro día- dijo apoyándose sobre los codos nuevamente. Hizo un gesto para que Charles se acercara a ella. -También, he venido porque necesito aclarar algo-.

Charles tragó saliva. -¿Algo?- cuestionó con la  voz temblorosa. 

Moira miró por sobre sus hombros a ambos lados y acercó aún más su rostro al de Charles. Charles podía verse en las enormes pupilas de la muchacha.

-Charles, tú...- dijo en voz baja -¿eres gay?-.

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