Erik actúa raro

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La tetera acababa de hervir, Erik se había ido a la cocina y Raven se quedó en la salita junto a Charles, que ya estaba mucho más calmado e hipaba de vez en cuando.

-Está bien, Charles-, Raven acariciaba la mano del muchacho con su pulgar, tratando de trasmitir todo el apoyo y contensión que sus palabras no podían. -Hiciste lo correcto-.
Con la mano libre daba pequeños golpecitos en su hombro.

Erik apareció con tazones humeantes de té. Los dejó sobre la pequeña mesa para café y tomó asiento algo distanciado del par. Las demostraciones de emocionalidad no le agradaban mucho, y menos si era de alguien que le ponía tan ...raro.

Suspiró discretamente y se llevó el tazón a los labios para evadir nuevos pensamientos.

-No puedo dejar de pensar en Moira, me siento tan culpable por haberla dejado sola con esos monstruos-. De nuevo, sus ojos estaban brillosos. -Yo la metí en todo esto-.

Raven chasqueó la lengua y miró al piso. -Estoy segura de que Moira es una jovencita que comprende bien la situación por la que acabas de pasar. Además, es lo suficientemente lista como para salir airosa de los problemas que pueda tener-.

Charles hizo una mueca con la boca y tomó el tazón caliente entre sus manos heladas. Le dio un trago al té y sintió que el líquido dulce y caliente le tranquilizaba un poco.

Suspiró con pesar. -Tal vez deba ir a verla, ahora-.

-No-. Erik había hablado luego de tanto tiempo en que la conversación solo iba de Charles a Raven y de Raven a Charles.
Tosió un par de veces para quitarle un poco de obvio interés.
-Digo, todo aún está caliente, deja que todo se enfríe y ahí podrás hablar mejor con ella-.

Raven asintió y murmuró un "es cierto. Erik tiene razón".

-Esto me recordó a cuando Shaw y yo discutíamos cuando era adolescente, continuó. Las imágenes le traían una mezcla confusa de ira y nostalgia.
-Luego trataba de arreglar las cosas inmediatamente, y solo conseguía volver a discutir-, Erik hizo lo más parecido a una sonrisa suave que su rostro pudo formar hacia Charles.
Raven sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Charles hizo amago de sonreír, pero apenas si resultó.

-Erik tiene razón, Charles-, añadió Raven, nuevamente. -Es mejor que esperes un poco para volver a casa y hablar con todos los implicados-.

La rubia se puso de pie y estiró el cuello. -Puedes dormir acá si gustas, ¿no es así?-, habló en dirección a Erik que parecía querer decir algo, pero asintió.
-Te buscaré unas mantas y un pijama para que te cambies y duermas cómodo en el sofá-.

-Muchas gracias, chicos. -Charles juntó ambas manos y las apretó con sus rodillas mientras bajaba la mirada. -En serio, muchas gracias-.

-No agradezcas, Charlie. Para eso estamos los amigos-, dijo la rubia. Se volteó a mirar al medio pelirrojo con una ceja alzada, -¿no es así, Erik?-.

Tiempo después, una Raven con un pijama colorido se acercaba al sofá con unas cuantas almohadas. Junto a Charles armaron una cama improvisada cuando un Erik que vestía pantalón de franela y camiseta de algodón se acercó. Olía a limpieza cuando se paró junto a Charles y tocó el hombro de este con su mano cálida y grande.

-Usa mi cama-, dijo a Charles.
Se sintió como un bruto porque su tono de voz fue violento, como casi siempre que estaba controlando su extrañeza al pensar o referirse a Charles.
Era un asco para tener relaciones correctas con los demás individuos de la sociedad.
El menor miró a Raven que se encogió de hombros.

Erik caminó hasta su habitación y abrió la puerta. -Anda, que ya es tarde y mañana la librería abre temprano-.
Charles avanzó a paso inseguro y tomó el pomo de la puerta, no la cerraría.

-Buenas noches-, murmuró a ambos. Entrecerró la puerta y apagó la luz principal de la habitación.

Erik se encogió de hombros y se volteó. Raven le miraba con los brazos cruzados sobre el pecho y una ligera sonrisita de quién ya sabe qué está pasando.
-¿Qué?-, inquirió seco, -¿quieres dormir en mi cama también?-, dijo mientras acomodaba las almohadas.
-Tal vez hay espacio para dos-.

Raven entrecerró los ojos. -¿Qué fue eso?-.

Erik esponjaba una almohada blanca. -Se llama empatía, solidaridad, ¿no conoces esas palabras?-.

Raven asintió sin creérselo del todo. -¿No será "interés amoroso"?-, dijo alzando las cejas.

Erik quitó un poco de las mantas para meterse en la cama y darle la espalda a la rubia.

-Madura, Raven. No todos estamos enamorados por querer tratar bien a alguien-, dijo.
Agradeció que la rubia gruñera y apagara las luces porque sentía que el eco de las palabras de Raven le provocaba calor en las mejillas.
"Interés amoroso". No, no y no.

Las luces se apagaron. Todos estaban medio dormidos. Todos, a excepción de Erik.

Recostado sobre su espalda con las manos cruzadas sobre el viente estaba meditando sobre cómo podría ser una mejor persona con Charles, pero sin ser tan obvio, y que en ese camino de no ser tan obvio, no ser un hijo de puta.

Suspiró.
Qué complicado.

No entendía cómo era que todos podían andar felices y desentendidos cuando estaban en la sociedad. Para Erik eso era lo peor. La sociedad era lo peor.

Raven, por ejemplo, era el ser más sociable que había conocido. Pero de todas formas de quedaba muda cuando Azazel iba a casa. Y no pasaba como algo común, ya que la rubia hablaba hasta por los codos.
Quizás los sentimientos hacia alguien solo tienen como finalidad volverte estúpido cuando estás cerca de esa persona especial.

Estuvo dormitando así un rato, medio sentado, medio recostado, hasta que una idea llenó su cabeza.
Se levantó rápido con el mayor sigilo posible y tomó el teléfono de la sala.

-¿Hola?-, dijo cuando el tono de marcar dio paso a la voz del receptor. -Sí, disculpa por haberte llamado tan tarde, pero ...necesito que nos hagas un favor. Ahora-.

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