Hank

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Charles golpeteaba con la yema de los dedos la superficie del mesón de la biblioteca universitaria mientras que la anciana revisaba en un enorme mueble un par de fichas que necesitaba para un examen.
El muchacho quería gritarle que las malditas fichas estaban justo a su derecha cuando la mujer se volteó a su izquierda y comenzó a ojear una carpeta con una lentitud asombrosa.

A su lado, dos pesados textos de tapa dura y inas libretas con apuntes de clases cubrían lo que se veía de él sobre el mesón de madera oscura y antigua.

-Diculpe, ¿me podría mostrar las fichas del modelo de Watson y Crick?- oyó que decían al otro lado de los textos. Charles solo alcanzó a distinguir unos mechones de cabello castaño cuando se paró de puntillas para poder ver algo.

Era alguien de su clase, ya que estaba pidiendo las mismas fichas que él necesitaba, pero no lograba reconocerle.

-Momento, hijo, estoy ocupada ahora- dijo la anciana con voz seca revisando un par de folios con las biografías de científicos que aportaron a la genética.

Charles escuchó que el muchacho masculló algo entre dientes y se marchó unos segundos más tarde. Volteó a verle, pero el muchacho ya iba de espaldas. Era alto y delgado, caminaba algo agachado y llevaba un chaleco azul oscuro.

-¡Aquí están!- exclamó la mujer acomodándose los anteojos con varias fichas amarillentas en las manos arrugadas y manchadas.

-Oh, gracias-  respondió con una sonrisa educada que la mujer ignoró por completo.

El clima de mediados de agosto era algo inestable en la isla, un día podían caer patos asados, y al siguiente podíaa congelarte con el primer viento que tomes.
Y ese día era uno de los fríos.

Charles iba de camino a la estación de metro para ir a casa.
Tenía la nariz helada, la ropa húmeda por una llovizna que caía, estaba cansado y le dolían los brazos.
Iba arrastrando los pies, lidiando con libros y apuntes que no entraron en su morral.

Volvió  a acomodar los libros en sus brazos y suspiró.
¿Sería tan grave mandar todo a la mierda y escapar?

Ignorando que traía las agujetas de las zapatillas sin atar andaba por las aceras del campus hasta que pisó una y se fue al piso.

-¡Ah, por la mierda!- gruñó al ver que los apuntes estaban esparramados por todo el piso.
De inmediato recordó el día de su cumpleaños cuando conoció a Raven luego de tirar sus panfletos contra Margaret Thatcher al río.

Sintió una punzada en el tobillo que le sacó un pequeño quejido. Se maldijo mentalmente.
Como pudo se puso de rodillas y comenzó a agrupar las hojas que estaban regadas en la acera y los arbustos de los lados, ya que las personas que pasaban a su lado le ignoraban. Claro, todos estaban demasiado ocupados en sus asuntos como para detenrse y ayudarle.

Eso, hasta que una mano amiga comenzó a recoger los papeles que estaban más alejados del muchacho con el tobillo que comenzaba a inflamarse.

Charles volteó a ver y se encontró con el joven de la biblioteca, al cual reconoció por el suéter y el color de cabello. Era bstante alto y delgado, con pómulos marcados y nariz de muñeco, y unos ojos azules que se veían detrás de unas gafas algo gruesas de marco negro.

-Muchas gracias- murmuró cuando el joven le ayudó a ponerse de pie pasando una mano por su cintura.

Este asintió y se le quedó viendo como si deseara decir algo, pero no se atrevía.
-Soy Hank, Hank McCoy-, dijo apartando la vista, tratando de disimular la vergüenza.

Charles estiró la mano.
-Charles- añadió con una sonrisa ante la actitud del muchacho.

-Lo sé- murmuró en voz baja aceptando el saludo. Charles abrió los ojos algo sorprendido.
-Estamos en la misma clase,- agregó al ver la expresión confusa del más bajo, -genética. Suelo sentarme al fondo, tal vez por eso no me hayas reconocido-.

Charles asintió. Era difícil reconocer a todos sus compañeros de la clase de genética, los cuales eran casi setenta.

-También compartimos inglés y matemátias dos, sueles sentarte adelante, ¿no?- añadió con una tímida sonrisa.

-Ya veo- murmuró Charles asintiendo con la cabeza. Sintió un pequeño escalofrío recorrerle la espalda.

Apoyó el pie con el tobillo ya hinchado e hizo una mueca de dolor de inmediato. Hank, que seguía ahí con las manos apretando la correa de su morral, lo notó.

-¿Quieres que te ayude con eso?- hizo un movimiento de cejas señalando los libros y apuntes, antes tirados en el piso, ahora en brazos del más bajo.
-¿Vas a la estación de metro?-.

Charles le miró con un poco más de atención. Parecía un buen chico, aunque un poco insistente.
Asintió no muy seguro y le entregó los textos al más alto.

-¿Puedes camimar bien, Charles?- dijo al ver que el ojiazul más bajo cojeaba un poco y se quejaba de vez en cuando.
Charles levantó el pulgar. No quería ser cargado como princesa por todo el campus y que todos le vieran entre risas y burlas.

Se fueron charlando durante todo el trayecto a casa de Charles, después de que el otro insistiera en acompañarlo para asegurarse de que llegase bien.

Hank resultó ser un chico de lo más divertido, aunque demasiado introvertido.
Estaba estudiando algo bastante parecido a lo que estudiaba Charles, solo que más matemático.
Era listo como pocos chicos de diecinueve años. Hijo único de padres que se la pasaban todo el día fuera trabajando para mantener el pequeño departamento en el centro donde vivían.

Charles también le habló un poco de él, omitiendo por completo todo lo relacionando a LGSM, Raven y Erik. Sintiéndose algo sofocado por las preguntas que Hank hacía.
Aunque luego Charles se sintió algo culpable por creer que Hank le sofocaba cuando él se disculpó diciendo que estaba emocionado, ya que no le era muy fácil hacer amigos.

Entre risas y charlas llegaron a casa de Charles, donde Sharon, totalmente encantada, saludó al muchacho con dos besos en cada mejilla, mientras que Charles veía a la mujer rubia con el ceño recto y expresión de fastidio.

Tiró a Hank de la mano antes de que Sharon se lo llevara para hablar con él en la sala, y subieron las escaleras hasta la habitación del muchacho.

Charles se mordía el labio con fuerza para no quejarse cuando subía cada escalón.
No estaba de humor para aguantar el regaño de su madre por ser tan despistado.

Cerró la puerta de su cuarto y se apoyó con la espalda en ella.
Hank estaba sentado en su cama, admirando la habitación en silencio.

Habían decidido hacer el trabajo juntos con las fichas que Charles había pedido.
-Ponte cómodo, si quieres quita cosas del escritorio para que trabajemos ahí, ya vuelvo- dijo antes de correr como pudo al baño a sacar un poco de tela para enrollarse el tobillo y dos píldoras para el dolor y la inflamación del botiquín que había detrás del espejo.
Estaba enjuagando sus maños en el baño cuando el corazón se le aceleró ante un pensamiento. Tenía el escritorio lleno de panfletos y cosas del grupo que Raven siempre le entregaba.

-Mierda, no, no- murmuró entre dientes.
Salió corriendo y cojeando como pudo hasta su habitación.
Giró el pomo de la puerta y se encontró a Hank de espaldas a él, con un pequeño papel en las manos.

***
Me voy a tomar este pequeño espacio para agradecerles por el inmenso cariño que me muestran.
Muchas, muchas gracias por todos los leídos (¡más de 2000!), votos y comentarios de todos y cada uno de ustedes.

Es divertido ver como todo sale tan lindo, su recibimiento fue asombroso.
No tengo palabras.

Ok, me voy antes de ponerme más mamona.
Los quiero. Gracias infinitas.

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