Dia 4

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Día 4 después de ti
No estamos tan lejos uno del otro, sólo un par de centímetros separan todo el sentimiento de tenernos nuevamente.

—¿Qué sigue ahora?
Dice, y se hace un silencio prologando.
—¿Besarnos?
Pregunto ruborizado.
—Tú piensas que besarnos arreglara todo.
Increpa con mirada arrogante.
—Mas bien pienso que no besarnos sólo lo empeorará.
Respondo ilusionado.
—¿Entonces, porque no me tomas?
Murmura ente suspiros.
—Porque necesito tu permiso para hacerlo.
De nuevo me ruborizo y siento como el corazón se me apachurra.
—Siempre lo has tenido, desde aquel primero beso. ¿Recuerdas?
Dice con emoción.
—Como olvidarlo.
Me acerco a su cara con tanta lentitud que puedo observar su par de pecas.
—Pensé que lo habías olvidado.
Se acerca también, y siento su respiración muy cerca de mi boca.
—Eso es un insulto, Camila.
La beso lentamente mientras la rodeo con ambos brazos.
—Insulto es que no me hayas besado tanto tiempo.
Me besa la frente y se separa de mi.
—Lo sé, pero creo que me auto insulté.
Me acerco de nuevo.
—¿Porqué lo dices, Javier?
Me besa y me muerde el labio inferior.
—Porque estar sin tus besos me rompió toda la existencia, Camila.
Le regreso la mordida.
—No fuiste el único.
Vuelve a besarme la frente.
—Es bueno saberlo, ¿Quieres dar un paseo?
Pregunto cerca de su boca.
—Si.
Responde a secas.
—Vamos.
Le paso la mano al hombro.
—Te quiero Javier.
Se recuesta en mi hombro mientras caminamos.
—Yo te quiero mas, Camila.
Beso su mejilla.
—Estás loco.
Me regresa el beso.
—Lo estoy, por ti.

Todo tiene un antes y un después. El día del centro comercial fue el parte aguas de todo. Salimos en busca de la moto deportiva de Joshua, una VMW 500 impecable, color cobrizo con tonos en azul que la volvían elegante. Tomamos los cascos y montamos sin decir una palabra. Era un buen momento para pensar en todo. Nunca podría olvidar los ojos de Camila cuando se fue, porque, en silencio me habían dicho "hasta pronto". Entendí que ese adiós no había sido precisamente un adiós. Estoy seguro que fue la única despedida de Cam, que no llegó a dolerme.

Joshua tenía la cualidad de amar la velocidad y mientras tanto yo iba en la parte trasera intentando acomodarme el casco, y las ideas. Esa burbuja de nuevos sentimientos que estaban dominandome. El trayecto, fue corto, realmente ni si quiera recuerdo cómo llegamos. Me mantuve en otro planeta, otra dimensión. Pasamos a mi casa, eran cerca de los 8 de la noche. Aún teníamos tiempo de jugar algún videojuego. Joshua lo sugirió, pero yo lo único que quería era estar solo.

—¿En que piensas, Javier?
Se quitó el casco para que pudiera verle la cara. Y su gesto seguía siendo curioso.

—Creo que ya lo sabes.
Respondí a medias.

—Dímelo.
Se sentó en la jardinera y eso terminó con la posibilidad que tenía de estar solo. Pero comprendí algo; no tenía que ser tan reservado, o tan tonto. Siempre le llamé ser reservado al miedo a quedar en ridiculo, pero, ahora, era quedar en riduculo, o con el corazón confundido.

—Ya lo sabes, es el miedo. Es decir, no estoy acostumbrado. Me había olvidado de todo esto. Y pienso que voy a sufrir.
Dije mientras buscaba un lugar para sentarme. En la vida hay momentos que no puedes evitar y yo ya no quería evitar lo que estaba por sentir, o sintiendo. Sólo me cuestionaba el hecho de sentir algo por alguien que ni si quiera conocía. Una vez mamá me dijo que me enamoria en la persona menos indicada, en el momento en que estuviera menos preparado, y que todo eso podría pasar en una fracción de segundo. Aveces no basta una vida para enamorarse, pero, también aveces un segundo puede ser suficiente por más ilógico que parezca.

—Lo harás aunque no estés con ella. Se sufre todos los días y no por eso se deja de vivir. Lo que sigue es comprobarlo. Mañana irás a verla, ya está hecho. Pero me gustaría darte un consejo. No tengas miedo, y si lo tienes enfréntalo. Nunca sabes con quién vas a ser feliz, ni con quien vas a sufrir. Y hay sufrimientos, por decirlos en una manera, que siempre valen la pena.

No tenía idea de cómo sería la cita, ni en donde, ni a que hora. Pero mi corazón estaba dispuesto, aunque la máscara que arrastraba mi miedo siguiese puesta. Y, un corazón dispuesto puede llegar a cualquier persona. Yo solo quería que llegara a ella, a Camila.

—Tendré que comprarme algo de ropa. Si vas a ver una chica tan hermosa, tienes que lucir perfecto.
Me levanté y di un par de pasos.

—Lo mejor que te puedes poner es una sonrisa.
Dijo entre risas.

—Que imbecil eres.

—Me halagas.

—Ya vámonos. Tengo mucho que pensar.

—Está bien. Vámonos. Mañana vengo por ti para llevarte a tu cita.

—Siempre tan amable.
Montó su moto y se marchó. Entré a casa sonriendo y con la cabeza bombardeandome de pensamientos. Mi vida nunca fue fácil y pensaba en ello. Podría ser que con Cam todo fuera mal, pero que es de la vida sin un poco de riesgo.

Cien días después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora