Esa forma de sonreir evoca mis sentimientos mas puros, mis heridas mas placenteras, mis derrotas mas honrozas.
—Tengo una fijación extraña por esa sonrisa, desde hace 7 años. Tenia 19, Camila. Era muy joven, bueno, aun lo soy, pero, en aquellos dias mi alma era más joven que ahora. En fin, no era eso de lo que hablaba, si no de tu sonrisa. Pensé que quizas siete años podrian haber hecho algo en ella, en ti, pero, ¡wow! Estás intacta, las ojeras un poco mas remarcadas y la mirada más, como decirlo, ¿de mujer? Pero tu sonrisa no ha visto los años pasar, y en el amor la memoria es fotografica, asi que podria decirte que recuerdo exactamente como era. A todo esto, creo que ya hablé mucho, lo siento.
-Sigue, no te detengas.
Ni si quiera parpadeó, asi que supe que podía seguir.-¿Segura?
Le beso la frente.-Mas que hace siete años.
Besa mi mejilla.-Entonces lo hare.
Me alejo y sigo hablando.-Hay una sola cosa que cambió en ti, Camila. Es muy raro, pero esa llama que ve uno cuando se enamora ya no la veo en tus ojos.
-Quizas el que cambió fuiste tú.
Me interrumpe mientras cruza los brazos.-No me malentiendas, sigo sintiendo lo mismo. Se trata de ti, hay algo diferente, como si todos estos años te hubiesen marchitado.
Me acerco y acaricio su menton.-Pero tengo una solucion a eso. Cierra los ojos.
Ordeno, saco el movil y busco una cancion, de esas que te regresan la vida. Era una canción que en resumen, habia sido el himno, nuestro himno hace siete años. Le tomo ambas mejillas, cierro los ojos y la beso. La respiracion parecia esfumarce, abro los ojos y la llama estaba ahí. Camila tenia razon, era yo el que habia cambiado, pero ese beso me regresó. Porque los labios tienen memoria y los mios nunca olvidarian a Camila
Una noche estrellada como la de ese día se da a cuenta gotas. El cielo estaba repleto, atestado de luces que iluminaban todo a su paso. Me dispuse a leer sentado en la jardinera de mi casa. Preparé un café con bastante cafeína con la intención de aumentar mi concentración, saqué el libro que me había obsequiado, o prestado por la tarde Anna. "¿Como saber si estas enamorado?". Di un sorbo al café que me quemó la lengua, y me perdí unos minutos en el título, en Camila, en lo que estaba sintiendo. Estar enamorado implica muchas cosas, y esas implicaciones estaban tomando vida en mi. Me recargué en la pared y extendí los pies, miré al cielo y después cerré los ojos un par de segundos. Me incorporé para empezar la lectura y se me apareció Camila.
—¿Leyendo a estas horas, guapo?
Cerré el libro de golpe.—¿Camila? ¿Que haces aquí?
—Supuse que te daría gusto verme, pero veo que no.
Arqueó la ceja y puso los ojos en blanco.—Me da gusto, demasiado. Me sorprendiste, es eso.
Me pusé de pie y me dirigí hacia ella con toda la dispocision de abrazarla.—¿Que haces aquí?
-Vine a hacer tarea con Oriana. Es tu vecina, lo supe ayer. Eso me dio tiempo de planear esa dichosa tarea.
—¿Existe?
—¿Oriana?
—La tarea, Camila.
—¿Eso tiene importancia?
—En realidad no.
Respondí animado.—¿Porque no me abrazas y me das un beso como haría cualquier otro novio?
—Disculpa, estoy en shock. No sabes todo lo que me haces sentir. El hecho de que estés aquí, es de ensueño.
La rodee con ternura, y nos besamos varios minutos. Está de más decir que esa fue una de las mejores noches de mi vida.—Nuestro primer día de novios. ¿Rápido, no crees?
—Demasiado. Me gusta. No creo en los tiempos, cuando algo tiene que llegar, llega. Como lo hiciste tú.
—Te quiero, mucho Javier. En sólo unos días.
Me volteó todo con eso. Uno está acostumbrado a escuchar "te quiero" pero no precisamente de alguien a quien estas amando sin medida.—Yo también te quiero.
—¿Tienes que irte pronto?
Agreguè.—¿Me estas corriendo?
—Nunca lo haría. ¿Porque respondes a casi todo con una pregunta?
—¿Porque no?
Masculló en aún en mi pecho.—Testaruda.
—Amargado.
La puerta de la entrada de mi casa se abrió repentinamente. Me pusé muy nervioso, afortunadamente era Anna.—Javier... Oh disculpen, no sabía que...
—Ven acá.
Interrumpí para presentarle a Camila.—Anna, ella es mi no... Camila.
Corregí.—Camila, mucho gusto. Que guapa eres, te imaginé de otra manera. Déjame decirte lo afortunada que eres por estar con mi hermano; es un hombre excepcional, de esos que ya no hay. Escribe hermoso, además...
—Anna, no asustes a Camila.
Interrumpí con el ceño fruncido.—Javier, deja que tu hermana me enamore más de ti. Por cierto, el gusto es mío Anna.
Se estrecharon ambas manos.—Los dejare solos, nunca me ha gustado ser un mal tercio.
—No lo eres tonta, pero si vete.
Dije y puso ojos en blanco.—Era broma, hermana.
—Calla, desdichado. Camila, cuidalo, en serio.
Me da un golpe en la espalda, y gruño.—Lo haré.
Respondió Camila acercándose a mi para abrazarme.—Bueno, los dejo.
—Adiós.
Pronunciamos al unísono mientras Anna se marchaba. Buscamos un lugar para sentarnos, o más bien para abrazarnos. No había muchas opciones, sólo la jardinera. La invité a sentarse e hice lo propio.—Javier...
—Dime.
—¿En serio sientes algo por mi?
—En serio. ¿Porque lo preguntas?
—Porque tengo miedo.
Cruzó la pierna derecha y se tiró en mis piernas.—No temas Camila.
—Me han lastimado mucho Javier. No confío mucho en nadie, y no quisiera que me lastimarás.
—No lo haré.
—¿Cómo puedes estar seguro?
—Porque me estaría lastimando yo mismo. Cuando se ama a alguien, todos su dolores, todas sus tristezas, todos sus miedo... Son tuyos también.
Extendí los brazos y eché el cuerpo atrás.—¿Me estas diciendo que me amas?
Se incorporó casi de golpe.—Si, eso estoy tratando de decirte.
La besé con lentitud, primero los labios, después la mejilla, después la frente y finalmente las manos.—Camila, disculpa por decirlo, pero, ¿sabes? Te amo.
—No te disculpes, sentir amor no es un pecado.
—Es que...
Me besó y me dejó mudo.—¿Te digo algo?
Susurró sosteniendo me la cara.—Dime, mi amor.
—Oye, eso suena bonito.
Dijo de manera coqueta.—Y se siente aún más.
Repliqué.—También te amo.
—¿Como lo sabes Camila?
—Porque haces que todo deje de tener importancia.
—¿Que es todo?
—Algún día lo sabrás.
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Cien días después de ti
Genç KurguCien días después de ti, cien días que nacieron mucho antes de que tomara la tinta. En el momento justo en que Camila puso sus labios en los míos. A ojos cerrados, a corazón abierto. Con la ignorancia absoluta de que iba a extirparme el corazón.