Capítulo 11

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¿Por qué la había dejado Fernando a medias? Se había entregado a la pasión con ella ciegamente, de eso estaba segura. Había sentido su excitación, su deseo, los latidos acelerados de su corazón y el temblor de sus manos. Pero, de repente, había parado.

¿Había hecho algo que le hubiera sentado mal?

La estrategia de llegar hasta él teniendo relaciones sexuales había fallado. Sólo había conseguido alejarles todavía más. Para colmo, estaba hecha un lío. Fernando le había dado exactamente lo que ella le había pedido, pero no estaba satisfecha, ni física ni emocionalmente.

En el pasado, Fernando nunca se había comportado de aquella manera. Había exprimido hasta la última gota de pasión, a veces durante horas, hasta quedar exhausto. En aquella ocasión...

Lety se miró entonces en el espejo y se dio cuenta de que había vuelto a suceder. Había permitido que se fuera sin obtener la más mínima explicación.

¿Por qué?

Porque tenía miedo de lo que él pudiera decir.

Comprender lo cobarde que era sacudió sus ánimos. ¿Acaso no había aprendido de la forma más dura posible que la falta de valentía sólo conducía al arrepentimiento? ¿Acaso no se había prometido a sí misma no volver a cometer el mismo error? Si quería que aquella relación funcionara, debía encontrar la manera de ser valiente y preguntar el porqué de los problemas. No podía seguir evitando los conflictos.

Salió de su habitación dispuesta a enfrentarse a él, a hacerle todas las preguntas incómodas que fuera necesario. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de que la casa estaba completamente en silencio. Fernando no estaba.

Fue a su habitación, llamó a la puerta y no obtuvo respuesta. Al abrirla, vio que había hecho la cama. No había ropa tirada por el suelo ni objetos personales sobre la mesilla. Se sintió aliviada y, al mismo tiempo, decepcionada. Al igual que la mañana del día anterior, Fernando se había ido antes de que saliera el sol para no tener que hablar con ella. ¿Iba a ser ésa su manera de no discutir, de huir de aquella situación?

Bajó las escaleras. El vestido que se había puesto la noche anterior, y que había dejado caer en el suelo, yacía sobre una mecedora. Fernando debía de haberlo puesto ahí.

Entró en la cocina. Fernando había vuelto a hacer lo mismo, no dejar el más mínimo rastro de su paso por allí. Se obligó a sí misma a tomar un yogur y beber un poco de zumo de naranja a pesar de que no tenía ganas. Sólo podía pensar en la conversación que iba a tener con él en cuanto llegara a la oficina.

El trayecto hasta las oficinas de CONCEPTOS fue más largo de lo esperado debido al tráfico, y Lety tuvo demasiado tiempo para pensar en todas las cosas que podían salir mal. Cuando llegó, era un manojo de nervios.

Al entrar en su despacho, oyó un rumor procedente del despacho adjunto, el de Fernando. Dejó el bolso sobre la mesa, respiró profundamente para darse ánimos y se dirigió hacia la puerta.

-Hay ocho compañías distintas que operan bajo el nombre de Conceptos -dijo él sin dejar de mirar su ordenador-. Siete de ellas arrojan beneficios. Quiero que saques un pasaje para dos personas en esa octava compañía. Quiero estar a bordo unos días y ver por mí mismo cuál es el problema.

- ¿Para dos personas? -preguntó ella observando que había dos tazas de café sobre la mesa de Fernando, señal de que llevaba allí algún tiempo.

-Son cruceros para parejas -respondió mirándola fríamente, como si la noche anterior no hubiera pasado nada, como si no hubiera significado nada para él-. Quiero ir contigo, y no quiero ningún trato especial. No quiero que nadie sepa quién soy.

La idea de pasar unos días en un crucero romántico con Fernando le hacía muchísima ilusión, pero la actitud de él indicaba que lo que planeaba era un viaje de trabajo. Si el sexo no era capaz de romper las barreras que había erigido a su alrededor, ¿qué podría hacerlo?

-Si te parece bien, haré las reservas a mi nombre a través de una agencia de viajes -dijo ella-. Así nadie sabrá quién eres.

Fernando asintió.

-Dame las fechas en cuanto las tengas -añadió él volviendo a concentrarse en su ordenador.

Dispuesta a tener con él la conversación que tenía planeada antes de que llegaran los empleados, Lety se acercó a él.

-Fernando, sobre lo de anoche... Fernando alzó la vista de nuevo y la miró lentamente de arriba abajo, como si estuviera desnudándola, como si le estuviera quitando violentamente la chaqueta roja que se había puesto aquella mañana para darse ánimos.

- ¿Qué quieres, Lety, que lo hagamos aquí mismo, en el sofá?

Se quedó paralizada por el intenso deseo que despertaron en ella las palabras de Fernando. ¿Hablaba en serio? ¿Quería ella hacerlo? ¿Estaba realmente pensando en acceder cuando Fernando estaba comportándose de una forma tan fría y distante? ¿Estaba tan desesperada?

-Omar vendrá en cinco minutos -dijo Fernando mirando el reloj-. Tendrás que esperar a esta noche, a menos que quieras que lo hagamos los tres -añadió sonriendo-. Sería una buena idea, así podrías decir que te has acostado con todos los Mendiola.

La insolencia le enrojeció la cara como si la ira y el resentimiento fueran a explotar dentro de ella.


ANTIGUOS AMANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora