El portazo con que Lety salió del despacho hizo que Fernando se recostara en su silla.
Nunca había humillado a un empleado deliberadamente. La humillación había sido siempre la marca de fábrica de su padre, no suya. No le gustaba.
El problema había sido que, durante un instante, había visto en los ojos de ella un destello que le había llevado a la conclusión de que Lety deseaba de él algo más de lo que había obtenido la noche anterior, y había actuado de aquella forma para cortar de raíz cualquier esperanza al respecto.
La noche anterior había estado demasiado cerca de perder la cabeza, de olvidarse de por qué estaba en aquella situación, de olvidar que ella ya le había traicionado en una ocasión y que no debía volver a confiar en ella.
Y, sin embargo, se había comportado con ella como su padre.
Antes de que se pudiera levantar para ir a disculparse, Lety entró de nuevo en su despacho con los puños apretados y se dirigió directamente a él.
¿Iba a golpearlo?
Desde luego, se lo merecía.
-Sé lo que estás intentando hacer -le espetó-. Estás intentando forzar las cosas, con tus cometarios fuera de lugar, para rehuir tu parte del trato. No olvides ni por un momento quién perderá más si me voy. Acabo de dejar a un jefe déspota. No estoy dispuesta a soportar a otro igual. La única razón por la que no recojo mis cosas y me voy ahora mismo es porque te di mi palabra y porque Marcia y Omar no tienen la culpa de tener un hermano idiota. Pero te prometo, Fernando Mendiola, que si vuelves a comportarte como lo acabas de hacer, me daré la vuelta y me iré. ¿Lo has entendido?
Sorprendido, Fernando la miró. La Lety que recordaba había sido una mujer dulce, tierna y amable. Nunca se había comportado de una forma tan agresiva. Aquella nueva Lety se parecía más a la mujer que él se había imaginado después, una mujer capaz de acostarse con él para luego saltar a la cama de su padre.
-Lo siento, Lety. Mis palabras han estado fuera de lugar.
-Completamente fuera de lugar -repitió Lety fuera de sí saliendo del despacho y cruzándose con Omar-. Buenos días, Omar.
-Hola, Lety -dijo el hermano de Fernando antes de que ella cerrara la puerta-. ¿Qué sucede? ¿Alguna pelea de enamorados?
- ¿Qué quieres decir?
-Estás viviendo con ella.
Los rumores se habían difundido más rápido de lo que él había previsto. A esas horas, todo el mundo lo sabría, y sólo llevaba tres días en el puesto.
Fernando se pasó la mano por el pelo. Para ganarse la confianza de los empleados de Conceptos debía tener credibilidad. Como había dicho Lety, una nube oscura planeaba todavía sobre los acontecimientos que habían acaecido cinco años antes.
- ¿Quién te lo ha dicho?
-Mi secretaria lo oyó esta mañana en la cafetería -respondió Omar-. Así que te fugaste con Lety, ¿verdad?
-No, me fui a Acapulco solo, pero es cierto que ahora estoy viviendo con ella.
- ¿Reviviendo antiguas pasiones?
Fernando valoró si debía contarle a su hermano el acuerdo al que había llegado con Lety, pero decidió no hacerlo. Era demasiado humillante confesar que se había convertido en un peón, obligado a obedecer sus órdenes para cumplir con el testamento de su padre.
- ¿Voy a tener que ir detrás de ti limpiando los trapos sucios igual que hacía con papá? -le preguntó Omar.
Oír a su hermano hablar de la incapacidad de su padre para ser fiel a una mujer era precisamente lo que necesitaba para recuperar el control de la situación. Aunque Lety hiciera todo lo que estuviera en su mano para llevarle a una relación a largo plazo, él no estaba capacitado para satisfacerla.
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ANTIGUOS AMANTES
FanfictionFernando Mendiola nunca se había sentido presionado, hasta el día en que todo su futuro quedo pendiendo de un hilo. El testamento de su padre lo obligaba a recontratar como su asistente personal a Leticia Padilla Solís. De pronto, se vio en la oblig...