Durante el trayecto en coche hasta su casa. Lety intentó decidir si se había equivocado al ver en los ojos de Fernando un brillo especial.
Le temblaban las piernas mientras caminaba por el sendero que conducía a la puerta principal de su casa. Al llevarse la mano a la cabeza para arreglarse el pelo, Fernando se la tomó sin previo aviso, le dio la vuelta y la empujó contra la fachada de la casa. La miró fijamente, como si estuviera reconociendo su rostro. Había algo en él que no había visto antes, algo cercano a la ternura, al cariño, a la dulzura.
No, no podía ser, debía de ser un error.
—Vamos dentro —dijo él besándola delicadamente.
Lety se estremeció. No sabía lo que le había pasado, pero le gustaba.
Fernando abrió la puerta, le pidió que entrara, cerró la puerta detrás de él y la guió de la mano escaleras arriba hasta el dormitorio de ella.
Cuando entraron, Fernando se quitó la chaqueta y la tiró sobre una silla. A continuación, tomó el bolso de ella e hizo lo mismo con él.
— ¿Fernando? —preguntó Lety como si no reconociera al hombre que tenía delante, como si, de un momento a otro, fuera a alejarse una vez más.
En cambio, Fernando se acercó, le quitó las horquillas del pelo y las dejó sobre la mesilla.
—Me gustas más así —dijo observándola.
Fernando se inclinó sobre ella y le recorrió el cuello suavemente con los labios. Lety suspiró y se apoyó en sus hombros para no perder el equilibrio. Fernando localizó la cremallera de su vestido y la bajó, consiguiendo que se derramara lentamente en el suelo. Lety sintió una ligera brisa recorriéndole la espalda. Estaba desnuda, a excepción de la ropa interior que se había puesto aquella mañana pensando en él, una combinación fucsia muy sugerente. La mirada de Fernando le indicó que no se había equivocado.
—Fernando, ¿qué pasa? —le preguntó de nuevo mientras la tomaba de la cintura.
—Vamos a hacer algo distinto hoy —dijo él—. Vamos a hacer el amor. Y vamos a hacerlo toda la noche.
Lety se emocionó tanto que creyó que la sangre se le escapaba del cuerpo.
Había dicho hacer el amor. No había utilizado la palabra «sexo».
¿Quería eso decir lo que ella estaba pensando? Tenía miedo de hacerse demasiadas ilusiones. Llevaba tanto tiempo esperando un milagro, que casi había dejado de creer en ellos.
No sabía qué iba a suceder ni qué ocurría, pero se dispuso a demostrarle a Fernando cuánto le deseaba.
Le pasó las manos por el cuello y le besó apasionadamente mientras él recorría su cuerpo con las manos, desabrochándole el sujetador. Cuando dejó de besarla, ella aprovechó para quitarle la camisa, aunque no le fue fácil concentrarse para desabrocharle todos y cada uno de los botones. Cuando lo hubo conseguido, se pegó a él para sentir su piel.
Fernando la estaba mirando como si no existiera otra cosa en el mundo. Había esperado mucho tiempo para ver aquel brillo en sus ojos. Fernando se quitó el cinturón y se bajó los pantalones. Ella se quitó las bragas y las sandalias. Se quedaron desnudos, uno delante del otro, mientras los rayos del sol entraban por la ventana. De pronto, Lety fue consciente de su desnudez e intentó taparse.
—No —se lo impidió él—. Eres preciosa. Antes eras muy atractiva, pero ahora... —añadió silbando—. Ahora eres algo impresionante.
Lety estaba empezando a creer de nuevo en los milagros.
Fernando se sentó en el borde de la cama para quitarse los zapatos y los calcetines. Ella, que no quería separarse de él ni un segundo, se sentó sobre él poniendo las piernas a ambos lados. Fernando la tomó de la cintura y empezó a recorrer sus pechos con la lengua, demorándose en cada curva. Lety hundió las manos en el pelo de él, despreocupándose de todo lo que no fuera Fernando.
A tientas, Fernando abrió el cajón de la mesilla y sacó un preservativo. Lety lo tomó y se lo puso lentamente, disfrutando del tacto de su miembro erecto.
Fernando se levantó, la tumbó sobre la cama y se puso sobre ella. Empezó a besarla como si quisiera devorarla, como si quisiera arrebatarle el oxígeno. A Lety le pasaba lo mismo. Era casi desesperación lo que le impulsaba a buscar su lengua con la suya, a arañarle la espalda.
Fernando la miró y, poco a poco, la penetró hasta llenarla. Lety gimió y estuvo a punto de decirle que le quería, pero no lo hizo. La última vez que se había dejado llevar hasta ese punto, él había salido huyendo. No podía correr otra vez ese riesgo.
Se mordió la lengua y dejó que su cuerpo hablara por ella. Se mezcló con el cuerpo de él, sintiendo su calor y la intensidad de su deseo. Cada segundo que pasaba, le quería más.
Pasó las piernas alrededor de él para sentirle más cerca, y él respondió acelerando el ritmo, consiguiendo que Lety empezara a tener convulsiones.
Unos segundos después, Fernando abrió los ojos y la besó como si estuviera adorando algo muy preciado. Se tumbó sobre la cama y la abrazó de una forma que nunca había hecho. Lety empezaba a sentirse amada. Cada gesto de Fernando era un paso hacia un lugar maravilloso y único, el lugar que siempre había soñado.
Fernando se apartó ligeramente para mirarla. Lety estaba tan entusiasmada que no podía dejar de expresar su felicidad.
—Sé por qué lo hiciste —dijo Fernando—. Y no me importa.
—Hacer, ¿qué? —preguntó ella confundida.
El rostro de Fernando entró en tensión. La sonrisa desapareció del rostro de Lety.
—Acostarte con mi padre.
—Te he dicho muchas veces que nunca me acosté con él —replicó ella desilusionada.
—No pasa nada. Lety, te perdono.
Lety se levantó y salió de la cama furiosa.
—No puedes perdonarme por algo que no he hecho.
Fernando se incorporó en la cama.
—No tienes por qué avergonzarte. Podemos olvidar lo que pasó y seguir adelante. Lo entiendo perfectamente.
—No, no lo entiendes —insistió Lety—. No tienes ni idea de lo que pasó aquella noche.
—No tienes por qué mentir.
Su sueño dorado de poder tener un futuro con Fernando se deshizo en mil pedazos. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dándose cuenta del error que había cometido. No se había ganado su confianza. Se había entregado a él sin poner condiciones y sin que él estuviera preparado.
No confiaba en ella. Probablemente nunca lo haría. No había nada que pudiera decir para convencerle.
Entró en el cuarto de baño y se puso el albornoz con las manos temblando. Cuando regresó, Fernando seguía desnudo, pero se había levantado de la cama.
—Fernando, sin confianza no podemos tener nada. Eso es lo que tenemos ahora mismo, nada.
Había apostado y había perdido. Intentó tranquilizarse, pero fue imposible. Hasta el aire que respiraba parecía estar lleno de dolor.
—Por favor, fuera de aquí —dijo Lety—. Vete de mi habitación y de mi casa.
Fernando se estremeció.
— ¿Y qué pasa con los términos del testamento de mi padre?
La pregunta de Fernando terminó de destrozarla. ¿Era ésa su principal preocupación?
—El que hayas sido capaz de hacerme esa pregunta demuestra que no me conoces —dijo ella—. Ahora voy a darme una ducha. Cuando salga, espero que te hayas ido.
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ANTIGUOS AMANTES
FanfictionFernando Mendiola nunca se había sentido presionado, hasta el día en que todo su futuro quedo pendiendo de un hilo. El testamento de su padre lo obligaba a recontratar como su asistente personal a Leticia Padilla Solís. De pronto, se vio en la oblig...