capítulo 19

580 54 1
                                    

 —Buenos días, Fernando.

Lety percibió la sorpresa de Fernando al ver que había llegado a la oficina antes que él. Fernando asintió dubitativo y se acercó a ella, ya que, para entrar en su despacho, antes tenía que pasar por el de ella.

—Has llegado temprano —dijo él.

Salvo por el tiempo que habían pasado cortando el césped, Fernando había pasado el fin de semana recluido en su dormitorio. Era imposible construir una relación de aquella manera.

Desde que había dejado CONCEPTOS cinco años atrás, había trabajado tanto tiempo desde casa que apenas tenía ropa adecuada que ponerse. La poca que tenía le quedaba grande. Había pasado el domingo por la tarde de tiendas. Cuando había regresado a casa, había encontrado una nota de Fernando diciendo que ya había cenado. Había intentado subir a su habitación, pero la había encontrado cerrada.

Lety se levantó de la silla y le siguió a su despacho con un cuaderno de notas.

—Tenemos muchas cosas que hacer antes de irnos de crucero el viernes — empezó ella—. Tienes los últimos informes financieros sobre la mesa, y una reunión a las ocho y media.

Cuatro días. Sólo cuatro días para tenerle para ella sola. Lety estaba impaciente.

— ¿Qué es eso? —preguntó Fernando.

Lety siguió la dirección de su mirada.

—Una máquina de café —respondió—. La compré esta mañana en esa tienda que te gusta tanto. Tiene un temporizador. Dado que insistes en irte de casa sin desayunar, lo programaré para que todas las mañanas tengas café listo nada más llegar al despacho. También he hablado con la cafetería para que te traigan algo para acompañar. Les he dicho que suban el menú de la semana, pero puedes elegir otra cosa si quieres —añadió dándole una lista con las sugerencias del chef.

—Lety...

—De nada —se anticipó ella.

Sabía de sobra que a Fernando no le gustaba que hiciera aquel tipo de cosas, como plancharle la ropa, hacerle el desayuno o prepararle la comida. Pero a ella no le importaba hacerlo. Después de haber pasado un año entero en silencio, en la soledad de su casa, era un alivio poder hacer las cosas para dos.

—He leído los correos electrónicos y te los he clasificado —dijo Lety poniendo una taza de café sobre su escritorio—. He marcado dos de ellos para que los leas con detenimiento. ¿Quieres algo más por ahora?

—No —respondió él sacando su ordenador portátil.

—Bien —asintió ella— Te avisaré cuando traigan el desayuno.

Lety se dio la vuelta para volver a su despacho.

—Lety, no funcionará. — ¿El qué? —preguntó ella mirándole de nuevo.

—Adularme. —Esa expresión parece indicar que tengo algún objetivo oculto —comentó ella.

Fernando se acercó a ella hasta que apenas les separaron unos centímetros.

—Lo que buscas es un anillo de compromiso —afirmó él.

Lety respiró profundamente. No estaba seguro. Era una pregunta al azar. ¿Cómo reaccionaría si le dijera que así era? No podría despedirla sin poner en peligro las condiciones del testamento de su padre, pero sí fortificaría sus defensas para no permitirle la entrada en su vida privada.

—Lo que quiero es que tengamos una relación que nos satisfaga a los dos — respondió Lety—. Eso es todo.

Cinco años atrás, había sido su compañera y su amante. Quería volver a serlo. Y quería más. Mucho más.

—No te creo —dijo él.

—Pues es la verdad. Mi madre siempre decía que los actos expresan más que las palabras, de modo que tendré que demostrarte que nunca intentaré nada contra tu voluntad.

La cuestión era convencerle de que también él lo deseara.

ANTIGUOS AMANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora