Capítulo 17

671 53 4
                                    

Lety llamó a la puerta de la habitación de Fernando. Sabía que estaba dentro. Le había oído entrar mientras ella se quitaba el maquillaje.

¿Estaba evitándola? La cena con los directivos había terminado bastante bien. Había habido algunos momentos de tensión, pero Fernando había sabido manejarlos. Quería darle las gracias.

Llamó otra vez, pero no contestó nadie. Estaba a punto de marcharse cuando la puerta se abrió. Fernando tenía el pelo mojado. Llevaba una toalla enrollada en la cintura.

—Lo siento... Yo... No sabía que te estabas duchando. — ¿Qué quieres, Lety? ¿Qué te haga un striptease?

—No... Quería darte las gracias por lo de esta noche, por apoyarme. Y quería decirte también que les has manejado mejor de lo que nunca hubiera podido hacer Humberto.

—Gracias —dijo él—. Buenas noches.

Fernando se dio la vuelta y volvió al interior de su dormitorio, pero no cerró la puerta.

«No dejes que se escape, esta vez no», pensó Lety.

Entró en el dormitorio. Fernando estaba en el cuarto de baño secándose la cabeza con otra toalla. Lety miró su espalda ancha, los músculos de sus brazos, y un intenso calor recorrió su cuerpo.

—No hacía falta que mintieras, Fernando.

— ¿En qué he mentido? —preguntó él mirándola a través del espejo.

—Me refiero a cuando has dicho que Humberto me consideraba la mejor asistente personal que había tenido.

—Es la verdad. Mi padre siempre decía que eras incapaz de hacer algo mal.

— ¿En serio?

Lety sonrió. Fernando se volvió y la miró enojado.

—En cualquier caso... —continuó ella intimidada—, gracias por todo lo que has dicho. Y gracias por lo de anoche.

—No fue nada.

—Para mí sí lo fue —dijo ella acercándose a él y poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla.

Pero algo ocurrió antes de que pudiera hacerlo. Fernando se estremeció al sentir su mano acariciándole la mejilla y, girando la cabeza hacia ella, la tomó de la cintura y la besó.

Sorprendida por aquella súbita reacción, Lety se echó hacia atrás. Tenía la mano sobre el pecho de él, y podía sentir su corazón latiendo con fuerza. Los ojos de Fernando estaban llenos de deseo. Aunque su intención sólo había sido darle las gracias, no pudo resistirse. Empezó a recorrer su pecho con las manos, lentamente.

—No he venido aquí para esto —dijo ella.

Pero eso no quería decir que no lo deseara.

Poniendo las manos en los hombros de él, se puso de nuevo de puntillas y le besó apasionadamente. Fernando no se apartó, pero tampoco respondió. Se limitó a quedarse quieto, como una estatua. Pero una estatua que cada vez estaba más caliente.

Lety empezó a recorrer los labios de él con la lengua. Cinco años atrás, nunca se había atrevido a tomar la iniciativa, había sido demasiado inexperta. Pero ahora era diferente.

El calor de él traspasó el delgado albornoz que llevaba puesto, recorriendo sus senos y su vientre hasta invadir despacio sus piernas.

Sólo Fernando era capaz de excitarla de aquella manera sólo con un beso. Sólo él era capaz de hacer desaparecer su soledad y su desesperación. Le deseaba como nunca antes había deseado a otro hombre.

ANTIGUOS AMANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora