Príncipe.

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Doy un largo bostezo. Llevo una semana en ésta casa y pareciera que los gritos matutinos de Bulma son cosa normal en ésta casa o simplemente ésta vez (y las demás) amaneció de mal humor.

-¿Por qué lo hace? –mi voz sale somnolienta. Estiro mi cuerpo para tomar mi celular que está junto a la cama y ver la hora. -¿Por qué?

8 a.m.

Esta vez no fue a las 6.

-¡No dejas de entrenar! Mínimo deberías ir al festival de Trunks. ¿Qué dirán de nosotros porque nada más voy yo?

-Esas cosas son puras tonterías. No perderé mi tiempo en eso. –escucho decir a Vegeta.

Desde el primer día, no he vuelto a ver seguido a Vegeta. Normalmente le veo llegar de su entrenamiento, pero ni siquiera me dirige la palabra. Como si no estuviera aquí.

-¡Entonces bien! ¡Haz lo que quieras! –grita ella.

Los siguientes minutos son de completo silencio. Creo que Bulma se fue.

Ya que había despertado y no podía regresar a dormir, decidí levantarme para ir a desayunar algo. Para mí era muy temprano porque soy muy perezosa, pero bueno... ¿Qué se le puede hacer?

-¡Auch! –me había golpeado el dedo del pie con un mueble, solo por ver a Vegeta todavía estático en el pasillo. Estaba serio y de brazos cruzados, pero al verme hacer el ridículo, solo alzó una ceja. –Esto... Deberían cambiar este mueble. No vaya a ser que Trunks tropiece con él.

-Mi hijo no está tan torpe. –responde. Rasco mi nuca con nerviosismo, sigue siendo igual de grosero.

-¿Ya desayunaste? –cambio de tema. No quería molestarle más.

-No.

-Estaba por ir a la concia, prepararé algo, tal vez quieras... -dejo la frase en el aire, ni siquiera me atrevía a preguntárselo. Capaz que se enoja más.

-Está bien. –se encoje de hombros dejándome sorprendida. –Iré a cambiarme la ropa. Estaré ahí en unos minutos.

-Está bien. –sonrío con timidez. Vegeta ni siquiera me mira y se adentra a su habitación. Dejo salir el aire contenido en un suspiro, los nervios me estaban matando.

Sigo mi camino, y bajo completamente las escaleras para ir directamente a la cocina.

¿Qué puedo cocinar?

Ni siquiera sé qué es lo que le gusta a Vegeta. Pero bueno, si es su casa, supongo que le gusta lo que hay en su propia cocina.

Unas tortitas de papa no estarían mal.

Tomo los ingredientes y me pongo en marcha. Después de un rato, Vegeta atraviesa el umbral de la cocina.

-¿Qué estas preparando?

-Hah... -sonrío ampliamente. -¿Huele bien? Es mi especialidad...

-¿Tortitas de papa? –dice en un tono que podría jurar, se está burlando de mí. Le miro al rostro para verificarlo.

Nop, esto es peor que saber si la Mona Lisa está sonriendo o no.

-Exacto. ¿No te gustan?

-Me da igual. –le quita importancia y se sienta en uno de los bancos junto a la isla de la cocina. Eso me sorprende, creí que querría comer en el comedor pero no le veo intención alguna de levantarse.

-Ten. –le entrego un plato con la comida hecha y me siento junto a él, algo separados.

Entonces, el silencio reinó. Esto es tan difícil.

Te obligaré a quererme. |Vegeta x Tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora