Por más que me esforzara, por más que tirase de las cuerdas no conseguía desatarme. Tenía la piel de los tobillos y muñecas levantada, había empezado a sangrar, así que no volví a forzarlo. Intentaba no entrar en pánico pero a veces era en vano y me ponía a chillar por si alguien me escuchase. Habían pasado no sé cuantas horas desde que ese hombre se fue. Llevaba tiempo sin probar bocado, sin beber agua y sin ir al baño. Todo estaba oscuro, la luz era muy tenue.
Entonces empecé a pensar. En mi vida había tenido mala suerte, demasiada mala suerte. Una infancia y adolescencia que no desearía a nadie. Ni un poco de cariño, estaba sola, y aun seguía intentándolo. Pero hubo un momento en que dejé de esforzarme, hasta la gota de esperanza que guardaba acabé por dejarla. Las palizas, los gritos, las peleas. Y ahora me sorprendía seguir estando cuerda. No me extraña que hubiese una época en la que me volví loca e hice cosas de todo tipo.
Solo quería dejar atrás todos esos momentos, poder vivir el presente y el futuro feliz. Pero parece que incluso ahora no puedo vivir en paz. Las lágrimas que nunca derramé ahora bajaban por mis mejillas. Sentía un pellizco en mi corazón. Porque dolía de verdad y aunque yo no quiera reconocerlo, y me haga la dura, eran mis padres y yo lo único que quería era que fuéramos una familia feliz. Yo solo quería ser una niña más. Pero todo se fue a la mierda.
Nunca me había desahogado, nunca había llorado por lo que me pasó, y ahora todo me venía de golpe. Y como si una niña pequeña fuese rompí a llorar.
Y no sé cuánto tiempo pasé llorando. Ya estaba cansada. Tenía hambre y sed, solo quería salir de ahí y volver a su vida. Y entonces pensé en Dan, porque él era la persona que había conseguido hacerme feliz, me hacía sentir segura, y sobre todo me hacía sentir amada. Pero salí rápidamente de mis pensamientos al sentir la puerta cerrarse y unos pasos dirigiéndose a la habitación. En la puerta apareció el mismo hombre. Entonces una bombillita se encendió en mi cabeza. Si lo que había pensado salía bien conseguiría escapar.
-Oye... aun no me has dicho cómo te llamas... -El hombre me miró y sonrió.
-Me llamo Javier, mi señorita.
-Javier, por favor, llevo horas sin comer ni beber nada... No se... ¿Podrías darme algo de comer? Por favor...
Javier alzó las gruesas cejas sorprendido. -Perdóneme, señorita... Que desconsiderado he sido, ahorita mismo le traigo algo, espere.
Salió de la habitación para volver a los pocos minutos con un sándwich y un vaso de agua. Bebí como si no hubiese mañana y devoré el sándwich.
-Muchas gracias Javier... -Le puse cara y sonrisa encantadora. -¿P-podría dejarme ir al baño? Lo necesito...
El tipo comenzó a reír exagerado. Corto las cuerdas de mis tobillos y mis muñecas.
-Está bien, anda rápido.
Entré en el baño cerrando la puerta detrás de mí. Abrí el cajón del mueble para encontrar desinfectante y vendas. Me desinfecté y curé las heridas que las cuerdas habían provocado y las vendé con cuidado. Ahora tenía que pensar cómo salir de aquí. Empecé a revolver todo el baño, intentando encontrar algo que fuese de utilidad. Y entonces recordé que no me hacía falta nada. ¿Dónde había dejado yo mi mala hostia y las ganas de pelear? Me preparé para lo que venía.
-Javier... ¿puedes ayudarme un momento? -Abrí un poco la puerta del baño para dejarlo pasar. Él muy idiota asomó la cabeza, justo como yo había planeado, y en cuanto lo hizo cerré la puerta para golpearlo en la cabeza. Al instante cayó al suelo y salí corriendo.
Forcé la puerta pero estaba cerrada con llave y no tenía tiempo para buscarla. Busqué unas llaves de un coche o algo que Javier hubiese dejado por aquí. El tipo ya se estaba despertándose ya que lo escuché maldecir. Desesperada busqué y ¡bingo! Unas llaves con el signo de Seat estaban en el sofá. Escuché los pasos que se acercaban a mí. Tomé carrerilla y salté para atravesar la cristalera de la ventana, y en cuanto estuve en el exterior corrí.
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La chica del cabello de fuego
RomanceElla era una mala influencia, una chica mala. Con el tiempo Amaral se había ganado esa fama. Todos huían al verla, la miraban con temor o ni siquiera la miraban a los ojos. Corrían todo tipo de rumores sobre ella. Le gustaba aquella fama, así pensab...