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Capítulo 1, La hija del diablo

Cogí una bolsa de patatas y lo añadí a la cesta de la compra. Luego fui al pasillo de las bebidas y me cogí una Coca-Cola de dos litros y una botella de agua. Miré la lista y vi que ya lo tenía todo. Así que fui a caja.

Pero antes miré todas las cajas. Y me dirigí a la única cajera que estaba parada, esperando a clientes.

Empecé a colocar las cosas en la cinta transportadora.

-Hola -saludé a la cajera con una sonrisa, ésta me miró de mala forma, pero me contestó con un seco "hola".

Era una mujer mayor, supuse que de unos cincuenta años. Vi en su placa identificativa que se llamaba Helen.

Esperé pacientemente mientras terminaba de pasar todas mis cosas, una vez terminó me preguntó si quería bolsas, le dije que sí y empecé a guardar, con su ayuda, todas las cosas.

-Son cincuenta dólares con veinticinco centavos -me informó.

Yo sonreí y antes de empezar miré a mi alrededor, nadie parecía estar mirando, así que continué.

Me incliné hacia ella y la miré profundamente, consiguiendo que ella me mirara.

Entonces hablé.

-Helen, ya te he pagado. Ahora me voy a ir, ¿de acuerdo? Tú sigue con tu trabajo.

La mirada de Helen seguía atrapada entre la mía. Su rostro estaba totalmente inexpresivo.

Aún así, asintió.

Yo le sonreí con más fuerza y cogí las cosas, apartando por primera vez mi mirada de la de ella. Fue entonces que me fijé en que alguien había estado observando todo desde lejos, estaban a tres cajas de mí, pero aún así parecían haberse dado cuenta. Eran dos adultos, supuse que un matrimonio. Pero no le di mayor importancia, era imposible que a esa distancia hubieran oído lo que le decía a la cajera, así que aprovechando que Helen aún estaba hipnotizada salí de ahí.

Nada más salí a la calle me miré en un escaparate, mi frente aún seguía oculta, aún así me quité un momento la gorra y me peiné un poco el flequillo para que me tapara mejor y luego me volví a poner la gorra.

Era una noche de invierno y ya empezaba a hacer un frío horrible. Así que decidí que hoy dormiría en algún motel. El dinero no era problema para mí, podía conseguir todo lo que quería sólo con mirar a la gente a los ojos.

De hecho, si no fuera por eso ahora mismo estaría muerta en algún sucio callejón. Y es que desde hacía cinco años vivía en la calle.

Pero eso sí, tampoco podía ir hipnotizando a todos y en cualquier lugar. Tenía que tener cuidado. No podía permitir que ninguna cámara de seguridad me grabara, por eso siempre iba a "comprar" a supermercados pequeños que no disponían de cámaras de seguridad. De lo contrario, a estas alturas ya estaría en algún reformatorio.

Y lo mismo pasaba con los sitios donde me hospedaba por las noches, no podía ir a hoteles decentes por las puñeteras cámaras, así que me tenía que conformar con algún motel. Pero bueno, más valía un motel de mala muerte antes que detrás de un contenedor de basura.

Decidí que hoy pasaría la noche en el motel Lucky. Ya había estado allí antes y no estaba del todo mal, si no teníamos en cuenta las cucarachas y los cerdos que intentaban ligar conmigo en el bar del motel. Pero bueno, me las sabía apañar sola. Siempre había sido así.

º º º

Fui hasta la recepción del motelucho y vi al mismo tipo, era un cuarentón que se estaba quedando calvo y no conocía la palabra higiene, porque olía que echaba para atrás.

La hija del diablo (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora