Un Verdadero Caramelo con Disfraz

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El día de ayer viví una experiencia muy estresante de la cual aun no me puedo recuperar muy bien. Yo nunca he sido muy partidario de la fiesta de Halloween, no porque creo que es una fiesta del diablo ni mucho menos, sino por cosas personales, yo no lo encuentro atractivo vestirme, pintarme, salir a pedir dulces, el consumismo, etc.
Cuando eran ya pasado las ocho de la noche, fui a comprar pan cuando ya se vislumbraban algunos niños, otros no muy niños, jóvenes, otros no muy jóvenes, adolescentes, otros no muy adolescentes, y adultos y viejos caminando por la calle con disfraz y pidiendo dulces "GRATIS" a gente que nunca antes la habían visto. Trate de no tomarle importancia y rápidamente regrese a mi casa. Mi hermano pequeño (de 10 años) estaba chateando con sus amigos, cuando lo vi, tenía un semblante triste al ser el único dentro de su grupo de amigos que no tenía planes. Debo confesar que me dio mucha pena, y pensé: "Podría hacer un esfuerzo y acompañara mi hermano pequeño a la calle para que disfrute al igual que sus amigos". Finalmente es un niño chico y no tiene la culpa que en casa a nadie le importe aquella celebración.
Di un suspiro eterno y fui a conversar con él. Me dijo que aunque lo acompañe a la calle el no tenia disfraz y ya no había tiempo para salir a comprar nada. Pensé unos segundos e improvisamos un traje. En menos de 10 minutos tenia a mi hermano pequeño vestido de escolar, pero no cualquier escolar, sino uno anarquista, revolucionario y con altos principios de justicia e idealismo. Se vistió con su ropa con la que va al colegio, acompañado de ciertas pañoletas en la cara, un poleron negro y unas cuantas piedras en su mano izquierda acompañada de un spray en su mano derecha. Era el disfraz perfecto, no solo para tener algo con que salir, sino para crear conciencia en las personas.
Salimos a eso de las nueve y media de la noche, mi hermano vestido de un estudiante con opinión en el siglo 21 y yo a su lado con la misma bolsa que fui a comprar pan para los dulces. Fue desde ese momento que comenzó mi estrés. Resulta que en cada casa que salía alguien a entregar dulces (GRATIS) una avalancha de niños arremetía junto a sus obesas madres y padres borrachos en busca que un bien sin mucha importancia. Paso eso cada vez que lográbamos acercarnos a una casa que daba (GRATIS) dulces. Nunca pudimos conseguir ni un puto dulce, ni uno solo. No podía creerlo, finalmente los padres son los que van a salir a buscar esos dulces, explotando a sus hijos haciéndoles parecer ridículos con trajes improvisados, además, no me digan que los niños comen esos dulces sino son los adultos los que terminan por comérselos. Lo que pensé que era una fiesta para niños, se transformo en un show de egos de los padres para ver quien conseguía más dulces y quien vestía mejor a sus horribles hijos. Todo lo que vimos con mi hermano fue peleas, gordos, egos y orgullo, mientras mi hermano trataba de crear conciencia social. A las diez y media de la noche no habíamos conseguido ni un solo dulce, ni siquiera el envoltorio, nada. Tome una decisión crucial, para que esta fiesta mi hermano la recordara por siempre. Regresamos a mi casa, saque el auto y me dirigí a nueva providencia cerca de la esquina general del Canto. Estacione mi auto y le dije a mi hermano, ahora veras verdaderos disfraces, y ahora sí que te darán tu anhelado caramelo. Lo tome fuerte del brazo, él extrañado me siguió y entramos al Club de Toby.  

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Idealista - Por Un Mundo SIN PERSONASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora