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¡Qué mareo tengo! Además estoy empezando a sudar. Necesito sentarme y descansar unos minutos. Llevo un rato buscando un asiento o algo así, pero nada, no hay suerte. Lo que más feliz me haría en este momento sería una silla plegable. Estamos en verano, ¡seguro que hay a patadas en algun lado! También un ventilador portátil, de esos que te caben en la palma de la mano. Y un helado. De frambuesa si puede ser. Bueno, si puede ser cualquier cosa… uno de chocolate, pero que no engorde mucho. Lo peor de todo esto es que luego llega Navidad y no se me ocurre nada que pedir, con todas las cosas que necesito.De pronto oigo una voz masculina.

-Perdona, ¿te ocurre algo?

No hay nadie más alrededor, así que supongo que me está hablando a mí. Me giro, risueña. Tiene acento, y me hace gracia, así que me parece imposible no sonreir. Ante mí aparece un chico bastante guapo, alto, de piel aceituna y pelo casi rapado. Tiene un pendiente y rasgos propios de la gente del sur de España. Aparenta tener unos veinticinco, tampoco más. Aunque yo soy muy mala para las edades, siempre me equivoco. Decido preguntarle directamente para no quedarme con la duda.

-¿Veinticinco?

Se me queda mirando muy raro. Ay, dios mío, que tiene que tener más y le he ofendido. Y yo pensaba que solo las mujeres nos enfadábamos cuando nos echaban años de más o de menos.

-¿Qué?

-Nada, nada. Cosas mías.

-Ah…

Se queda callado, sin saber cómo continuar. Y yo también, enfrente suya. Al intentar enmedar mi error he quedado como una tonta. Debería haberle respondido en vez de preguntarle yo. Sigo sin saber qué quería. Soy una negada para las relaciones sociales. Así me resulta imposible dar buena impresión a la gente de primeras. Por fin se arma de valor, y rompe el silencio.

-Esque… te he visto perdida y me he dicho…

-¿Perdida?

-Ya sabes. Esque no es muy normal encontrar a una desconocida en tu habitación.

-¿¡Cómo?!

Miro a mi alrededor, aterrorizada. Ni en mil años habría adivinado que aquello era una habitación. Cuando atravesé la puerta buscando asiento pensaba que era una sala de estar más del hotel. No se parece en nada a la mía ni a la de mis amigas. Está muy iluminada y toda la pared queda reemplazada por un enorme ventanal. Abundan las mesas, que tienen encima la decoración habitual del hotel. Una televisión de plasma enorme y a su alrededor… oh, Dios, ¡dos sofás! Eso sí, no veo la cama por ningún lado. Supongo que estará tras una de las puertas adyacentes a la habitación. ¡Sin quererlo me he metido en una suite!

-¡Perdón, perdón, perdón! No sabía que era tu habitación.

-No pasa nada. Que entre un desconocido es a lo que se arriesga uno si deja la puerta abierta. Estaba esperando a un amigo.

-¿Cómo que ‘desconocido’? Me llamo Marina.

Le tiendo la mano y me la estrecha. Tiene fuerza, pero se controla lo justo para no espachurrarme. Al acercame su mano me fijo en un tatuaje que tiene en el brazo derecho. Una serpiente atravesada por un puñal . ¿Qué significado tendrá? El tatuaje le da un toque misterioso que me resulta de lo más atractivo…

La Historia del Día Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora