VI

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El que ha llevado la voz cantante durante los últimos cinco minutos, que, podría confirmar que han sido los más extraños e inesperados de mi vida, me alivia con su diagnósitico.

-Ha sido el susto más que otra cosa, solo tiene un chichón.

Uno de los que han venido con él, un chico alto con los ojos achinados le replica sarcástico.

-"El susto más que otra cosa" pero sigue inconsciente, ¿sabes?

Mientras tanto, otro chico, de estatura normal y melena alborotada a la altura de los hombros no hace más que dar consejos propios de una abuela.

-Tú túmbala boca arriba en el suelo, con las piernas en alto. Ya verás como se recupera pronto.

Pensaba que eran personas normales hasta que otro de ellos ha empezado a grabarlo todo muy ilusionado. Desde ese preciso momento dudo si estoy en una especie de broma para la televisión o algo así.

-Eh, tio, Manu, échate para un lado, que estás tapando la cámara.

El autoproclamado médico se gira, algo enfadado y grita al tipo que está grabando. Es corpulento y con cara de pocos amigos, lo cual contrasta con su porte de caballero educado. Sin embargo, cuando se enfada su gesto se torna amenazante y da bastante miedo.

-¿Pero qué coño haces tú grabando esto? Anda, guarda el móvil.

El cámara hace caso omiso de la orden de su colega y sigue adoptando posturas extrañas para encontrar el ángulo perfecto desde el que grabarlo todo cómodamente.

-Si seguro que luego le va a hacer mucha ilusión a la muchacha tener el recuerdo. ¿A que sí?

Gira la cabeza para dirigirse a mí. ¡Qué vergüenza estoy pasando! Todo el bus tiene la mirada clavada en nosotros. Además, me asusta darle la razón por si su amigo también la toma conmigo. De pronto, el último de aquel quinteto, un chico rubio oro con las cejas morenas interviene antes de que siquiera decida qué responder. Menudo peso me ha quitado de encima.

-Oye, ¿este móvil... es táctil?

Arrebata el smartphone con el que estaba grabando su colega y comienza a tocar la pantalla frenéticamente al azar.

-¡Ey, no hagas eso! ¡devuélvemelo!

El chico rubio se aleja rápidamente dando lugar a una persecución. El bus entero estalla en carcajadas. No puedo creerme lo que está ocurriendo. Susurro para mis adentros.

-Aurora, por favor, recuperate ya.

El muchacho alto de los ojos achinados, que hasta ahora estaba observando todo el panorama y comentando con ingenio cada acción de sus amigos, parece escucharme y se dirige a mí.

-No te preocupes, tu amiga despertará pronto.

-¿Seguro? Me tiene muy preocupada.

-Aunque parezca que no, está en buenas manos.

Nuestros ojos se dirigen al duo dinámico que está cuidándola, formado por el de la cara que da miedo y el de los consejos de abuela.

-¡Ya está!

-¿Ya está qué, si se puede saber?

-Alcohol, hay que hacerla oler alcohol.

-No me fio un pelo de ti. Antes has propuesto darla de tortas hasta que se despierte...

-Lo decía de broma, y lo sabes.

-Esperemos otro poco más, a ver si se recupera.

-Tú hazme caso. Tráeme la botella de Larios.

La Historia del Día Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora