-No contestan, nena.
Pulso el botón de finalizar llamada de mi Iphone y observo por el rabillo del ojo cómo Emma está fijándose en mi a cada paso que doy. Intentar andar rápido con los tacones que llevo es humillante. Seguramente parezca una abuela haciendo marcha, pero no hay otro remedio.
-No lo escucharán dentro de la discoteca.
-Lo extraño es que decían que estaba apagado o fuera de cobertura.
En ese preciso momento mi sexto sentido me indica que Emma ya se encuentra inquieta. Es una chica muy insegura desde que la conocí.
-¿Marina igual?
Emma me mira preocupada y le devuelvo una sonrisa. No quiero que vuelva a estar mal después del trago que hemos pasado. Tengo que darla seguridad, aunque sea fingida.
-¿Y allí cómo las vamos a encontrar?
-Pues donde haya más chicos.
-En serio, Aurora...
-Con lo que se arregla Marina seguro que llama la atención y la vemos enseguida.
Con mi ingenio consigo arrancarla una media sonrisa y me doy por satisfecha. Bromeo para dejar pasar las preguntas sin llegar a contestarlas del todo. Sin embargo, creo que mis respuestas van con algo de verdad. No se me ocurre otras manera de encontrarlas un vez estemos allí. Llegamos a las escaleras que bajan a la recepción. Ya es la tercera tanda de escaleras que nos tragamos.
-Emmita, ¿podrías...? como antes...
Sin siquiera rechistar me agarra del hombro y me apoyo en ella y en la pared. Si andar rápido con mis tacones es humillante, imaginaos bajar así las escaleras. Una vez llegamos abajo Emma, no poco molesta, pero con buen humor me reprende.
-No es por quejarme, pero... ¿sabes que puedes quitarte los tacones para andar más cómoda?
Pongo los ojos en blanco.
-Cariño, no sabes bien la que tengo montada en los pies.
Me mira extrañada y finjo pereza para no responder. Además, contaba con que esta noche funcionase el maldito ascensor y no sentir en mis carnes el infierno de bajar escaleras con cinco centímetros de aguja en cada pie.
-¿Y correr ahora también hasta el bus? ¿En serio te rentan tanto los tacones?
Ay Dios. Al menos ya es plano, pero compensar mi falta de altura parece que me va a salir muy caro esta noche. Yo que pensaba ir tranquilamente a la discoteca, sin imprevistos, con todas mis amigas y disfrutar de una noche más calmada para darlo todo mañana.
-La que he liado, ¿verdad?
Lo que me faltaba. Además de correr toca consolar a Emma. Mi mente no da para tanto.
-Nena, no le des más vueltas, por favor.
-Perdón.
-"Es la frase que más repites esta noche"
Emma me saca la lengua a modo de broma y las dos sonreimos. Saber que pasamos por todo esto juntas me hace más liviano el viaje. Por fin salimos del hotel. El ligero levante hace que afuera se respire una brisa marítima muy agradable. El olor a sal y arena se mezcla con el del ambiente noctámbulo, los perfumes y ese aroma tan característico del verano. Cierro los ojos e inspiro fuerte para después soltarlo poco a poco.
-Me encanta este olor.
Susurro para mí misma al terminar de exhalar. Emma me agarra suavemente de la muñeca y tira de mí.
-¡Vamos! No te relajes aún.
Tiene razón. Hasta el autobús aún queda camino. Miro la hora en mi reloj de muñeca. Emma me mira, curiosa por saber la hora.
-Menos cinco.
-¡Corre, aunque te duela!
Nos apresuramos por las rectas e interminables calles teñidas por el naranja de las farolas. Dejamos atrás decenas de restaurantes de comida rápida repletas de extranjeros y tiendas de ultramarinos a rebosar de alcohol a precio de oro. Me va a dar algo de correr. Emma, jadeante, intenta animarme.
-¡No queda nada! ¡Mira, ya se ve desde aquí!
Levanto la vista hacia el horizonte. Tiene razón, allí está el autobús. Puedo incluso ver al relaciones públicas esperando en la puerta con la lista en la mano.
-¡Un último esfuerzo, Aurora!
Las dos nos disponemos a realizar el sprint final. Siento el suave viento cortándose en mi cara. Noto algo duro en el suelo y un crujido fuerte emana de mi pie izquierdo. Emma se gira hacia mí y trata de agarrarme.
-¡Aurora!
Demasiado lento. Me desequilibro. Cierro los ojos de la impresión y antes de que pueda darme cuenta el ruido de la calle es remplazado por un ligero pitido. No me duele nada. Abro los ojos y miro alrededor aturdida. Tengo la sensación de estar hambrienta. Emma se ha agachado hasta mi altura. ¿Estoy en el suelo? Me coge por los hombros. Está gritando algo, pero el pitido no me deja enterarme de lo que dice. Qué sueño me está entrando de repente. Quiero dormir. El sueño me vence. La mano de Emma se desplaza hacia mi cabeza. Voy cerrando los párpados poco a poco. Cada vez escucho menos a Emma, como si se alejase. Siento su mano y noto un ligero dolor a modo de pinchazo en la coronilla. El dolor desaparece al mismo ritmo que el sueño me abraza. Lo último que veo antes de cerrar del todo los ojos son los temblorosos dedos de Emma, manchados en sangre.
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La Historia del Día Después
Подростковая литератураLas vacaciones en Mallorca están llegando a su fin y Emma es la única de sus amigas que no ha conseguido su noche de ensueño. La tiene pensada desde que llegó: un chico guapísimo, una discoteca, un temazo en el que los dos brillen con luz propia... ...