IV

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-¡Pues sácalo por la puta rendija!

Una voz ahogada por la puerta metálica del ascensor resuena burlona desde el interior.

-¿Tú te crees que con esos modales te lo vamos a dar?

Gruño como un perro rabioso y golpeo el marco de la puerta. Estos borrachos me están sacando de mis casillas. Otra voz atraviesa la puerta.

-Te lo vas a tener que ganar.

-Lo que te estás ganando tú es una ostia.

Se escucha su carcajada desde detrás de la puerta. Si tan solo les tuviera delante les daría su merecido. ¡Maldito ascensor! ¿Por qué ha tenido que pararse justo ahora?

-Vas a tener que hacer todo lo que te pidamos si quieres recuperarlo.

-¡Y una mierda! Voy a avisar a recepción.

Dirijo mis pies hacia las escaleras.

-Como se te ocurra avisar a recepción te aseguro que no lo vuelves a ver, guapa.

Sus palabras hacen que vuelva sobre mis propios pasos. Son conscientes de que nos tienen ahora mismo a su merced, y eso me enfuerece. Canalizo toda mi rabia en una patada a la pared, que acaba desconchándose. Marina me coge por el hombro y me mira serenamente a los ojos, comprensiva. Es su modo de decir que me relaje. Me deshago de su agarre, pongo las manos sobre la cara y exhalo aire con la misma violencia que un ferrocarril libera el vapor de su caldera. Me retiro de negociar por unos instantes en los que Marina ocupa mi lugar.

-Chicos, no seais malos. Por favor…

Se escucha la voz de los dos al unísono en una explosión de inmensa felicidad.

-¡Marina!

Marina se sonroja y rie, halagada por el hecho de que se alegren tanto de su presencia.

-Si fuese por ti te lo daríamos en seguida, preciosa.

-Vaya. ¡Gracias!

-Pero la actitud de tu amiga nos ha parecido un tanto negativa…

-…y merecemos una disculpa.

-¡Me encanta que completeis las frases el uno del otro! Es tan gracioso.

-Qué encanto de chica.

-¿Tienes novio?

-No. ¿Por qué lo dices?

Marina hace tirabuzones con su pelo y adopta una actitud juguetona. Incluso desde lejos llego a discernir el cuchicheo de los dos niñatos más penosos que jamás han llegado a estar atrapados dentro de un ascensor. ¡Qué asco me dan…! ¡Y qué inocente es la otra boba! Ahora se ponen a coquetear. Lo que faltaba, vamos. Es muy amable que Marina quiera que me relaje, pero dejar que me sustituya es muy peligroso. Ha conseguido el efecto contrario. Me dirijo con paso firme hacia donde está Marina y la aparto bruscamente.

-¡Se acabó!

Mi estallido de ira hace que introduzca los dedos por la rendija que separa las dos puertas metálicas, tratando de hacer palanca para abrirlas.

La Historia del Día Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora