VII

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-Así que bajábais a recepción a esperar a unos amigos. Ya veo.

-Me parece que ya hemos respondido a suficientes preguntas.

-Pues a mí me parece que no.

-Esto no es justo, déjanos preguntar a nosotros por una vez.

-Os voy a dejar preguntar, pero aún no. Tengo que saber si puedo fiarme de vosotros. Al fin y al cabo, sois un par de desconocidos.

Lucas está visiblemente irritado. El rapapolvo de antes le ha quitado toda la osadía que irradiaba por cada poro de su piel con cada palabra que soltaba. He conseguido situarme en una posición dominante con respecto a ellos. Están borrachos, lo cual hace que estén muy activos. A la vez, encerrados, por lo tanto no pueden parar de hablar, ya que no pueden hacer otra cosa. Les llamo la atención por hacerme la dificil y saben que lo pueden pasar muy mal si me llevan la contraria, así que terminarán por hacer lo que yo quiera. Y lo que yo quiero es averiguar quienes son. Gracias al alcohol mi tarea se vuelve muy facil: se les va la lengua más de la cuenta.

-Nosotros al menos nos hemos presentado. Siquiera sabemos tu nombre. Tú si que eres una completa desconocida.

-Los sabréis cuando tengais que saberlo.

-¿Qué mierda de razonamiento es ese?

-¿Qué mierda de razonamiento es encerrar en el ascensor a la persona que os intentaba sacar de él?

Juan agacha la cabeza, visíblemente avergonzado. Lucas ni se inmuta. Se le han bajado los humos, pero su orgullo permanece intacto. Poco a poco, los alegres borrachos que entraron en el ascensor van mostrando sus verdaderas personalidades. El que toma la palabra esta vez es Juan, siendo incapaz de mantenerme la mirada.

-Lo siento mucho. En ese momento te juro que solo estaba pensando en que salieras sana y salva. Si te empujaba, podrías hacerte daño. Si tiraba de ti, mi cuerpo podría amortiguar tu caida.

Sus palabras hacen que reflexione sobre lo que acaba de ocurrir. Si está diciéndome la verdad, puede que me haya equivocado a la hora de juzgarlo.

-No… lo había pensado de esa manera.

Si hay algo que realmente admiro en este mundo de lleno de dobles intenciones, conveniencias y picardía son la justicia y la honradez. Valores que estoy viendo en ese barbudo de buen corazón. Por lo tanto, me siento con la obligación de corresponder sus buenas intenciones. Para sorpresa y temor de ambos, me levanto.

-¿Qué hemos hecho ahora?

Lucas es el que pregunta a la vez que tapa su rostro con el brazo derecho. Eso demuestra que su orgullo es pura fachada. Es del tipo de gente que utiliza el pitorreo como un sustituto elegante del miedo. Me acerco a Juan, que, a diferencia de su amigo, no cubre ninguna parte de su cuerpo. Afronta las consecuencias sin miedo. Eso hace que vea en él el reflejo de una persona noble. Doblo las rodillas hasta ponerme a su altura. Rompiendo las expectativas de ambos, le susurro al oido.  

-Muchas gracias por salvarme.

Acto seguido le planto un beso en la mejilla y noto cómo emana calor de su cara, que progresivamente va tintándose de rojo. Termino por presentarme, en un susurro inaudible, para que solo lo escuche él. 

La Historia del Día Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora