Capítulo 2.

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Lia corría por los oscuros y misteriosos muros del laberinto.
Le había prometido a Sonya llegar antes, pero había descubierto una nueva sección, un muro se abrió esta mañana. Estaba emocionada, quería llegar y contarselo a las chicas, podría ser su salida. Podría ser el inicio de una nueva vida, de ser libres. Pero el destino le tenía otros planes.
Antes de anotar la sección en un papel y lápiz que portaba, decidió que ya era hora de volver. Dentro de poco se cerrarían los muros, empezó a correr para volver al área, el Grupo B. Su hogar por casi tres años.
Mientras tanto, Harriet y Sonya miraban atentas las puertas del laberinto, esperando a que su jefa de las corredoras, Lia, volviera.
—¿Porqué esa maldita astilla no ha vuelto?—Se quejó la segunda al mando, Sonya.
—Ya sabes como es, sólo espero qué vuelva pronto—Suspiró Harriet, acercándose un poco más.
Lia por su parte, corría al área preparándose para su "regaño". Se podría decir que Harriet y ella podían bromear y lo que sea, entre ellas se trataban tan mal como bien. Con Sonya... Ella parecía la madre del grupo.
Un ruido la sacó de sus pensamientos, los muros. El laberinto se estaba cerrando.
Corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron, en su camino, se tropezó. Pero eso no la detuvo.
Cruzó el último muro, viendo como faltaban tres metros, dos, luego uno.
Escuchaba los gritos de las habitantes, animandola a seguir y apurarse, pero no pudo. No alcanzó. Las puertas se cerraron en cuanto faltaban dos metros para que ella llegase. Lo último que vió fue el rostro de sus amigas alentandola.
Se quedó paralizada viendo los muros cerrados, pero se le heló la sangre al escuchar un grito. Un penitente.
Entonces pensó qué, su única salida, era aquel muro que se había abierto hoy. Se apresuró a llegar allí, tratando de no chocar con ningún penitente. Para su suerte, no fue así.
Vió que la sección estaba cambiando, así qué, corrió hasta allí. Se apresuró a pasar, subiéndose a la pared, cuando de reojo sintió una mirada, una presencia. Un penitente.
Gimió, pasando por aquella sección, que se cerró justo detrás de ella. Miró hacía todos lados, no escuchando ningún grito de penitente. Trató de reconocer los muros, pero simplemente su mente estaba en blanco, no recordaba —o no sabía— dónde estaba.
Se apoyó en la pared, suspirando a medida que pasaba su mano por su pelo castaño liso.
Decidió pasar el resto de la noche allí, no escuchaba ningún ruido ni nada, solo serenidad.

La Clave |Newt y Tú| The Maze Runner. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora