Caminaba por el largo y oscuro pasillo dirección a su cuarto. Hoy la base estaba muy solitaria, sus compañeros se habían marchado a alguna misión pero él no había tenido nada que hacer. Desde donde estaba, podía ver al fondo, la puerta ligeramente entreabierta y una tenue luz que iluminaba levemente el pasillo. De aquella sala del fondo, sólo jadeos y gemidos se escuchaban. El jefe debía estar pasándoselo bien y todos sabían con quién.
La figura sonrió y se quedó unas puertas antes entrando en su habitación a mano derecha. Nadie en su sano juicio interrumpiría al jefe en una situación tan delicada y comprometida. Nunca entendió por qué el jefe se había ido a fijar en aquel chiquillo pero aquí estaba, metido en una de las mafias más prestigiosas y temidas de Japón, aquel chiquillo ya era propiedad de los Yakuza y no saldría jamás. Pain no dejaría que se marchase de su lado. Era el cebo perfecto, con su dulzura, su inteligencia, todo el mundo caía ante los encantos de ese chico. Robar y extorsionar a la gente era muy fácil una vez se les pillaba infraganti con aquel chiquillo que les seducía sin pensarlo. Era muy distinto a estar dentro de la organización, nadie en su sano juicio le tocaría, era propiedad de Pain, hijo del mayor mafioso de todos los tiempos. Tocar algo suyo suponía una muerte lenta y tortuosa.
En la habitación, Pain se deleitaba desde su silla viendo cómo aquel perfecto cuerpo subía y bajaba encima de él dándole placer. Sus manos recorrían el pecho de ese extraño chico rubio de cautivadora mirada. Era tan raro encontrar chicos con su apariencia, simplemente un extranjero aquí en Japón, un chico solitario al que sacó de un orfanato y al que le vio el beneficio para seducir a cualquier magnate que a él le interesase. Le había entrenado desde pequeño y ya era completamente suyo. Deidara sólo conocía una vida, la vida al lado de Pain.
Los jadeos de Deidara siempre habían sido intensos, excitaban demasiado a Pain. Todo comenzó como un simple entrenamiento, sólo deseaba que ese chico fuera la puta perfecta para poder extorsionar a los magnates cuando les pillasen acostándose con él. Lo había diseñado perfecto. Ahora seguía siendo esa puta perfecta pero también un gran perro obediente a su dueño.
Pain tomó con fuerza el largo cabello rubio de Deidara tirando de él hacia atrás para hundir sus labios en aquel delicado cuello besándolo con pasión. Había convertido a ese chico en algo perfecto, en el más fiel en su organización y nadie se atrevería a tocarle. Un chico descarado, osado, demasiado inteligente pero también... demasiado obediente a su auténtico dueño. Pain sabía que ese chico jamás se marcharía de su lado, así le había educado.
Deidara movió sus caderas con aquella elegancia que Pain sólo en él había visto y sonrió al ver cómo su dueño contraía el rostro tratando de no sucumbir a aquel placer. Pain sonrió al ver la sonrisa de Deidara, siempre era un chico confiado, sabía lo que quería y no paraba hasta conseguirlo.
- ¿Cuánto vas a esperar para correrte? - susurró Deidara en su oído con una gran sonrisa prepotente.
- No seas tan creído, Dei - le dijo Pain - Aún puedo aguantar.
- No por mucho tiempo - le mordió Deidara en la oreja - no podrás resistirte mucho tiempo a mí.
- Me encanta cuando me retas - le sonrió Pain - por eso eres mi preferido.
- No es cierto - sonrió Deidara - Sólo soy tu preferido porque hago cualquier guarrada que me pidas sin hacer preguntas.
- Sí, eres el más complaciente de todos. Pero te encanta ser el favorito.
- Tú siempre me protegerás.
- Por supuesto. Nadie aquí te tocará excepto yo.
- Y tus futuras extorsiones.
ESTÁS LEYENDO
Perro prisionero (Naruto, Itadei)
Fiksi PenggemarDeidara es un muchacho de diecisiete años que trabaja para la mayor banda criminal, los Yakuza. Tras ser capturado por la policía acaba en la prisión de Tokyo. Ser el nuevo y encima tan joven, le traerá más de un problema en la prisión, pero pronto...