Capítulo 2: Dulce y picante a la vez

310 19 1
                                    


El canto de los pájaros en la mañana fue lo que me despertó de un dulce sueño que estaba teniendo sobre mi infancia. Me regocijé por la cama como una lombriz por la tierra y al rato me sobresalté buscando el móvil para saber la hora.

–¡¿Las 9?! Solo me falta media hora para llegar al trabajo.– Me puse a vestirme lo más rápido que pude. No me dio tiempo a desayunar. Ni siquiera recordé como acabó la noche de lo cansada que estaba, por lo que salí del bloque de piso con los rugidos de mi insatisfecho estómago.–Me contrataron en una pastelería, digo yo que algo podré picar...–

Llego al establecimiento y, mientras hago el intento de abrir la puerta, busco las formas con las que le debería de pedir disculpas a mi jefe. Pero para mi sorpresa, la puerta estaba cerrada. Pasé un rato observando la tienda desde fuera y realmente me pareció muy bonita. Tiene dos escaparates, uno a cada lado de la puerta de entrada y en ellos se ven algunas muestras de pasteles para celebraciones, cupcakes y brownies entre otros. Su interior está decorado con colores pastel y tienen algunos cuadros de dibujos de tazas, teteras y dulces. Ojalá pudiese picar algo mientras cocino todo esto, que hambre.

–Perdona, nos surgió un imprevisto por lo que vamos a abrir ahora. Como recompensa te invitaré a un trocito de pastel.– Un chico de pelo rubio aparece con una gran sonrisa dispuesto a abrir el local.

–Mmm... creo que te confundes, no soy una clienta. Empiezo a trabajar hoy.– La verdad es que me alegra, en cierto modo, que haya sucedido este imprevisto. No me gusta ser impuntual.

–¡Ah!, tu eres la nueva... te llamas... ¿Alicia? Siempre pensé que para hacer ese cuento tuvieron que beber varias copas de más.– Muestra una sonrisa burlona. Al enterarse de que no soy una cliente dejó totalmente a parte las formalidades.

–Yo lo consideraría más bien que esta hecho por una mente a rebosar de imaginación.–Añado un poco molesta.

–Jum... esas no son formas de dirigirte a tu jefe.–En tono burla.

–No eres mi jefe. Me informé bien sobre la pastelería y encontré una fotografía suya en Internet– Se me dibuja una sonrisa burlona al sentirme más confiada. En ese mismo momento apareció mi verdadero jefe. Un señor que aparenta tener unos 40 años, es algo corpulento y a la vez elegante a la hora de vestir.

–Buenos días, Alicia. Bienvenida a la pastelería Sucre. Espero que des lo mejor de ti.– Al decir esto me puse algo nerviosa ya que es la primera vez que trabajo para alguien. Al menos cuento con la experiencia de ayudar a mi madre, que también es pastelera.

–Buenos días señor John, es un placer trabajar con usted.–Lo saludo de la mejor forma que se me ocurre.

–No, nada de formalidades. Me gusta que en el entorno de trabajo todos tengamos un vínculo más cercano, así que puedes llamarme sólo por mi nombre o tutearme.– Me sonríe.

Asiento algo colorada y procedemos a entrar. El chico que parece trabajar aquí entra directamente al pasillo de detrás del mostrador. Pensando que se pondría a cocinar pasteles  intenté seguirlo para ayudarlo, pero una voz me detuvo.

–Alicia, espera unos segundos... te daré tu uniforme.– Dice mi jefe entrando en una especie de cuarto en el que pone "Prohibida la entrada a personas no autorizadas" que se encuentra a la derecha de la entrada al pasillo de detrás del mostrador.

–De acuerdo.– En el pueblo no usaban uniforme. Supongo que aquí en la ciudad tengo muchas cosas que aprender.

En ese instante entra una chica agitada de golpe al establecimiento.

–¡Lo siento! Se me rompió el despertador y...– Mira a su alrededor –Anda, ¿dónde está el jefe?–

–Se ha metido en ese cuarto... ¿también trabajas aquí?– Le pregunto.

Confusiones AtrevidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora