La Carta

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—Peter.— se escucha en la ventana. Es una voz chillona e irritante, como si un niño de cinco años me llamara en la ventana.
La ventana está en mi cuarto y da a la calle, pero no conozco a ningún niño de cinco años que quiera verme vivo.
Tal vez sea algún niño nuevo en el barrio al que le ha llamado la atención jugar conmigo. Pero si él fuera nuevo en el barrio no podría saber mi nombre de ninguna manera.
Sea cual fuere el caso, no quiero salir a ver quién es, pero quiero saber quién es.

Decido asomarme sin levantar totalmente la cortina; dejando espacio suficiente para echar un vistazo sin ser descubierto ni ser expuesto mi rostro a la molesta luz solar de la tarde húmeda y calurosa. Pero miro bien y no hay señal de vida allí afuera, lo único que logro ver es lo que parece ser un pedazo de papel doblado a la mitad de la mitad.
Corrí a mi habitación, me puse un suéter para cubrir mi piel de la luz de Sol y salgo a ver qué es ese papel.
Descubro rápidamente al desdoblarlo que es una carta para mí.
No dice quién fue el autor de aquella carta sucia y llena de un líquido seco rojo obscuro

En la carta se puede leer con una letra larga y fea:

"Oye Peter, estoy viéndote   muy de cerca, no intentes hacer nada estúpido o me encargaré de que alguien te haga añicos".

Me pregunto quién pudo haber hecho esa carta. Tengo muchos enemigos, cualquiera de ellos era lo suficientemente valiente (no mucho) como para sólo mandar una carta amenazando con hacer que alguien mayor me mataría.


Doblo la carta a la mitad y la guardo en mi bolsillo trasero.

Grito al aire: "Estúpido imbécil, si no tienes agallas para decírmelo en la cara no hagas nada al respecto." como esperando a que el autor viniera y me rompiera la cara.

Siempre me gustó que me rompieran la cara y hace mucho tiempo que no tengo el gusto de recibir una paliza.


Entro a la casa y voy directo al cuarto de baño, espero ver al hombre negro ahí, siento la necesidad de preguntarle algunas cosas.
Al ver que no se encuentra en el espejo, me quedo viendo el espejo desde un ángulo dónde no veo mi cara. Durante unos diez minutos me quedo así, pero no tengo señales de aquello que aparenta ser un hombre de color.

Tal vez sólo funciona cuando veo mi cara, pero me da más miedo ver mi reflejo transformarse en ese ser de maldad pura y cruda. 


Doy unas vueltas meditando, pensando. ¿Realmente quiero hacer esto? 
Me siento en la cama y me tiro de espaldas hacia lo que es mi cama en este momento.

Comencé a dormitar. Cabeceando, vi la silueta de el hombre de aquel aterrador sueño pero lo rodeaba un aura gris. No sé qué significa eso, pero el gris no suele ser un color positivo.

Una voz multisonora, inunda la habitación amorfa. Cada palabra que dice se convierte en una figura extraña, es como si estuviera en un mal viaje o algo así.

Desde la posición en la que me encuentro,parece que estoy escondido bajo una mesa muy rústica de madera marrón obscuro. Un mantel negro y largo me limita la visión y sólo veo sus pies. En realidad aquella cosa no es negra, sino más bien es un color azul grisáceo como la piel de un zombie de los videojuegos. Tiene pies de insecto y unas largas garras blancas que, debido a la suciedad, se ven de un tono amarillento. Sus piernas tienen pequeños picos blancos,son unas patas de una mantis las que veo.

Entonces aquel hombre que me atormenta no es un hombre sino un ser antropomorfo.


Dentro de esa realidad alterna, se escucha un ruido chirriante, como de un cristal.
Ese ruido se hace cada vez más fuerte hasta alcanzar un volumen sofocante.

De repente despierto de golpe en el sillón de la sala de estar, y aquel  ruido agudo, era en realidad el timbre de la casa. Están llamando a la puerta.

Tengo la carta en mi mano derecha, lo cuál me parece extraño, ya que recordaba haberla mentido en mi bolsillo trasero.

No le di importancia, alguien seguía pegado al timbre.

Abro la puerta violentamente.


  — ¿Quién es?

— Vamos Pet. ¿No piensas salir nunca?— era Will, un viejo amigo que no veía hace tiempo.

No contesté, sólo abrí el cancel y salí.

Cierro la puerta por fuera y le pregunto a Will

  — ¿A dónde iremos?
— Sólo sígueme amigo.


Caminamos hasta un lugar, una carretera desierta, parecía abandonada.

pregunté qué hacíamos ahí.

Me contestó que haríamos un ritual.

— ¿Ritual?

— Sí hombre, un ritual satánico.

Sentía que había tenido suficiente con eso de los espectros como para ahora hacer algo así.

Pero ya era demasiado tarde.

Will siempre fue el wirdo  de la clase,  se tragaba sus mocos, hacía puñados de animales y cosas de origami, era un adicto  a los animales de papel y se la pasaba diciendo cosas extrañas como "Si los animales de papel no existieran, DIOS no sería tan perfecto."Por cosas como esas yo era su único amigo, y como podrán imaginarse,la chicas corrían de él como si fuera un violador.

Pero nunca me imaginé que tuviera el valor como para meterse con el diablo.

Me quedo cayado.

Will saca de entre unos arbustos una jaula con unos cinco pollos y gallinas.

Saca bruscamente un pollo mediando y cierra la jaula de una patada.

Sacó del bolsillo una navaja de afeitar atada a un palo y le hace una rajada al pollo  en el estómago. El pollo chilló del dolor, yo solté un grito de terror.


  — ¿Qué haces Will?
— El sacrificio. Necesitamos una fuente de vida. Tú mismo lo has dicho antes. La sangre es la vida.


Le arrebato el   artilugio de tortura y lo tiro al suelo. Pero ya era tarde, el pollo estaba muriendo.

Will dejo el pollo moribundo en el suelo e hizo un circulo con una especie de arena negra. Dibujó también una estrella de cinco puntas.

Will coloca al pollo en el centro de la estrella de modo que la cortada de su pansa queda hacia arriba. Will mete la mano al estomago del pollo y le saca las tripas de un tirón.

Levanta su mano lo más alto que puede y deja caer chorros de sangre en su cara y en su brazo la sangre que de las entrañas del animal escurre.



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