La Física y Tú (II)

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Recuerdo que en uno de esos días en los que me sentía mierda y no quería hacer absolutamente nada, me obligaron a acompañar a Ely a su casa.

—¿Enserio tengo que ir? —eso dije, y lo repetí al menos unas cinco veces.

Y creo que fue por aquellos tiempos donde comenzó todo, aunque como dije, no lo recuerdo bien.

—Bueno, si no quieres no lo hagas. —eso dijo ella. Y pude sentir fuego en sus palabras.

De pronto, y sin más, salió del salón donde se reunía el Club, cerró la puerta con fuerza y se fue. Y tras un repentino impulso, fui tras ella. La alcancé y logré sacarle una sonrisa. Y cierto es, que no pude entender como es que yo pude hacer reír a alguien, pero lo hice. Entonces me dijo, que si no nos apurábamos su madre le arrancaría los ojos, lo cual me causó mucha gracia; incluso a ella le pareció gracioso. Y sonrió. Y por cierto, cuando ella sonríe... cuando ella me sonreía era como...

A veces, cuando mis días eran demasiado grises como para hablar con nadie, ella llegaba de sorpresa y me abrazaba por la espalda. Entonces las sombras se iban.

Y así pasaban los días… lentamente.

Una noche, en el patio del Club, cuando el cielo estrellado empezaba a cargarse lentamente de nubes, le dije que las estrellas siempre estarían allí, que aunque no podamos verlas, no quiere decir que se hayan ido a algún lado. Le empecé a hablar de los astros, de las infinitas distancias que nos separan de ellas, y de que nunca estamos quietos, por más que parezca que sí lo estamos.

—Siempre nos estamos moviendo. —le dije.

Mientras seguíamos mirando el cielo nocturno le hable de la velocidad de luz, de que, cómo gracias a que es tan relativamente lenta, podemos observar el pasado con sólo dirigir nuestra mirada a lo infinito del Cosmos.

—¿Sabías que si el sol desaparece ahora mismo, lo notaríamos ocho minutos después?

Luego de comentarle aquello, me dijo que yo sabía mucho de física, entonces me sonrojé —aunque era de noche y no se notó— y le dije que estaba enamorado de la física, aunque la verdad, era que empezaba a enamorarme de ella.

Dos Fugaces Universos ParalélosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora