Tú y Yo (III)

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—A la una... a las dos... y a las... ¡TRES!

Entonces nos zambullimos sin más. Olvidándonos de todo y de todos. Nadie más importaba.

Salí a la superficie con la respiración acelerada. No me caracterizaba por tener unos buenos pulmones. Y al levantar la cabeza, ella estaba mirándome, con una sonrisa en el rostro.

—¡Me ganaste!

—Vamos, ni siquiera metiste la cabeza en el agua. ¡Me mentiste!

-—Noooooooo —dijo ella, fingiendo indignación. Sin embargo no pudo contener la risa.

—No sabes mentir.

Nuestros compañeros del grupo estaban por allí, viviendo sus vidas también. Últimamente solíamos salir todos juntos; total, el año estaba por terminarse. Éramos los últimos en la piscina: ella y yo. Nuestros cuerpos empezaban a arrugarse.

—Te vez hermosa

—No es cierto, estoy toda mojada.

Realmente se veía hermosa. El agua le había quitado el poco maquillaje que solía usar; su mejillas estaban sonrojadas debido al sol y las gotas de agua caían debido a la gravedad por la curvas de su cuerpo.

—Hagamos una cosa. —propuso sonriendo.

—¿Qué?

Entonces se acerco un poco más y me lo dijo.

—Noooo

—¿Por qué no? —sonreía.

—Quién sabe cuantas personas han estado aquí dentro.

—Ayyy no te hagas.

—De acuerdo... de acuerdo.

Jamás imaginé estar en esa situación. Lo más cercano que solía estar a otra persona, desde que mis padres desaparecieron, era cuando, por puro placer, me agarraba a golpes con otras personas. Pero allí estaba en ese momento. Las cosas, al parecer, habían cambiado.

Entonces nos sumergimos nuevamente bajo el agua, esta vez abrí lo ojos y pude verla. Era como una sirena de cabellos casi dorados, alborotados por el agua, dispersos al azar. Sin más, se acerco hacia mí; me tomo del mentón con ambas manos, y yo la tomé de la cintura.

Los besos bajo el agua son difíciles. El agua no lo soporta y termina expulsándote nuevamente hacia la superficie.

—¿Qué fue eso? —tenía nuevamente la respiración acelerada.

—¿No te gustó?

—¡Demonios! ¡Sí!

—¿Entonces?

—¿A QUE HORA VAN A SALIR DEL AGUA CHICOS...? —gritó Luz, desde quien sabe donde.

—Dónde lo aprendiste... —pregunté.

—¡VAMOS SALGAN YA!

—Traes un moco en la nariz, JAJAJAJAJA —incluso la risa exagerada de Elizabeth era agradable.

—¿Eh? —me tomé la nariz, tratando de limpiarme.

—Chicos —dijo Luz—, la comida está servida... Y Ely, ¡límpiate ese moco!

Aquello fue lo curioso, ese moco siempre estuvo allí, o al menos un buen tiempo, pero algo en mí lo pasó por alto. Ese algo quería vivir, y por ende, dejaba pasar muchas otras cosas.

Dos Fugaces Universos ParalélosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora