La Física y Tú (III)

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Con la excusa de enseñarle física empezamos a vernos más seguido. Yo le enseñaba los principios básicos del MRU, el MRUV y el Torque; mientras que ella me enseñaba a ser menos miserable y más feliz, y a participar más en el Grupo —así lo llamaba ella—.

—Como no seas más participativo… —amenazaba.

A pesar de ser un palmo más baja que yo, lograba intimidarme. Y eso me inundaba más y más en su lodoso, joven y confuso corazón.

Y así siguieron pasando los días y los meses. Entre cada clase de física, entre cada juego de manos que teníamos, entre cada sonrisa que ella me regalaba, entre cada abraso que por razones desconocidas, y espontaneas, nos dábamos. Incluso llegaron nuestros labios a estar muy cerca en muchas ocasiones, y en cada una de ellas mil pensamientos de temor y angustia pasaron por mi cabeza; entonces, en esos momentos de cercanía extrema, sólo nos quedábamos mirando como un par de estúpidos, luego nos reíamos de ello, y al final la llevaba cargada en mi espalda…

Sin siquiera tenerla, empezaba a surgir un miedo atroz dentro de mí: El miedo a perderla.

En aquellos días atroces, en los que el miedo me inundaba por completo, solía escaparme del Club, para vagar sin sentido por los alrededores. Y cuando volvía, ella preguntaba: "¿A dónde has ido?". Obviamente no podía responderle, y sólo atinaba a evadir la pregunta con una sonrisa.

Era muy cobarde. No me atrevía a decirle lo que sentía, me conocía muy bien, sabía que terminaría perdiéndola...

—«bueno, no es nada nuevo» —pensaba.

Entonces, un día, un día en el que andaba demasiado enojado conmigo mismo, por el grado de cobardía que habitaba en mí, Luz, amiga de Ely, llegó de sorpresa junto a ella, y así, como quien no lo busca, terminé obteniendo aquello que quería. Luz entonces dijo:

—Estamos acordando para ir al cine...

Y entonces, eso fue todo.

...

Sucedió un jueves por la tarde, en los primeros días de noviembre. Sucedió mientras peleábamos, en plena función, por alguna estupidez que había pasado en la película que mirábamos. Mi mano, estaba sobre su mano, pegajosa por la combinación de sudor y la sal de las palomitas, sin embargo a ninguno de los dos nos importaba. Y así, milímetro a milímetro, me iba acercando a sus labios, siempre peleando por aquel estúpido desacuerdo que tuvimos acerca de la película, siempre dando la contra... lentamente iba sintiendo la calidez de su aliento, cada vez estaba más cerca, y cuando al fin lo estuve... dudé. Entonces ella me miró a los ojos, y su mirada era infinitamente hermosa y cristalina...

—«HAZLO DE UNA VEZ MALDITO BASTARDO» —gritaba mi interior.

...luego ella cerro sus ojos y apretó mi mano. Y el chico roto, el chico que tiempo atrás, y sin sentido alguno, empezó a auto-destruirse, se esfumó.

Dos Fugaces Universos ParalélosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora