La Física y Tú (I)

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Recuerdo la primera vez que la vi, no es un dato importante... Yo tenía 11 años y ella aproximadamente unos 7. Yo estaba a punto de dejar el colegio primario y ella apenas lo comenzaba.
Sus ojos color caramelo y su cabello castaño claro, llamaron mucho mi atención.

Desde entonces, miles de momentos pasaron en mi vida y de seguro, miles de momentos, en la suya. Incluso hay toda una historia entre Ella y Yo. Una, donde sus padres se separan, y los míos simplemente desaparecen. Pero ese no es el punto de esta historia, sencillamente es bueno tenerlo en cuenta.

Yo tenía 19, y ella 15, cuando nos volvimos a encontrar. Cuando ella, Elizabeth, se integró a un pequeño grupo de chicos que, como yo, tenían vidas desastrosas. Todos buscaban la ayuda de Dios en aquel lugar, y uno puede pensar que es realmente tonto refugiarse en ese tipo de cosas, pero es necesario estar en uno de aquellos corazones, para comprender lo gratificante que podría ser estar allí. Yo solía llamarle el "Club", y mucho antes, el "Club miserable". En el Club, no todos estaban tan jodidos, pero unos sí que éramos más miserables que otros, y algunos, ya ni siquiera lo eran, pero seguían allí por alguna razón.

Lastimosamente para aquel entonces yo, seguía siendo yo: Un ex fumador y alcohólico, compulsivo y peleonero, que había dejado la universidad. Por ello, transcurrió un año más sin que pase absolutamente nada entre ella y yo. Al cabo de ese año—con un yo, un poco más rehabilitado—, comenzamos a saludarnos con frases menos robóticas y frías. Ya que, al principio, ella no me llamaba la atención; era como alguien más en el Club, un compañero al cual ignoraba o detestaba.

Odiaba hasta cierto punto estar con todos ellos, porque me recordaban a diario, la tragedia que me llevó hasta ese lugar. Pero no tenía a donde ir, estaba quebrado y roto. Y lo poco que ganaba en uno que otro trabajo, temporal y mediocre, me servía para ayudar con los gastos que generaba en la casa de mi abuela, donde vivía.

Quería mucho a mi abuela. Y talvez ese sentimiento hacia ella, fue el motor que nunca dejó que me hundiera totalmente.

Tal vez Ely noto mi rotura —especialmente la mía—, como todas aquellas personas que alguna vez se cruzaron en mi vida. Y por algún motivo —que aún ahora no logro recordar— empezamos a conversar con más frecuencia. Fue algo repentino; como la muerte, como la vida misma. Entonces empecé a conocerla más. Volví a notar esos ojos color caramelo y esos cabellos castaños —casi dorados— de siempre; ellos jamás se habían ido, seguían allí... esperándome, y me parecían muy hermosos. Empezaba a mirarla con más ternura...

—¡Eh! ¡Grandullón! —gritó Cepo— ¿Qué estás mirando uhm...?

—Demonios Cepo, me asustaste.

Cepo era la única persona con la cual me sentía cómodo, las demás personas del Club también eran buenas conmigo, pero percibía que lo hacían porque yo era un desgraciado, y la empatía resultaba una buena medicina para ellos. Sin embargo, Cepo... sentía que ella me conocía, sentía que era la hermana que jamás tuve. Ella, se había adaptado rápido a aquel lugar. Recuerdo que llegó al Club tres semanas después de que yo llegara, tenía varios cortes de navaja en sus muñecas. Sin embargo, el tiempo, y quizás alguna que otra ayuda divina, le enseñó a sonreír nuevamente.

—Vamos Dante, tampoco es para tanto. —dijo riendo.

Cuando lo hacía; es decir, cuando ella reía, sentía que yo aún tenía esperanzas...

—Demonios ¿Qué voy hacer contigo...?

—Me quieres, lo sé. No hace falta que lo digas.

—Jajajajajajá —reí, no pude evitarlo.

—No creas que no me he dado cuenta, grandullón.

—¿El qué?

—¡El... que... no... de... jas... de... mi... rar...la! —hizo énfasis en cada maldita sílaba.

A veces se comportaba como una niña.

—Shhhhh... maldición, no tienes porqué gritar.

—Tranquilo, guardaré tu secreto —dijo guiñando el ojo—. Además tal vez sea bueno.

—¿A qué te refieres?

—DIGO...

—Habla despacio, maldición.

—Digo, que tal vez eso era lo que necesitabas. Mírate, llevas el mismo tiempo que yo en este lugar, y sigues como en el primer día. No estoy diciendo que esa chica sea la solución... Pero...

—Oye, oye, oye, no la estaba mirando, no se porqué la metes en esto...

—Déjame terminar ¿Quieres? Como decía... No digo que ella sea la solución, pero a veces necesitamos un motor para hacer las cosas, algo que nos impulse a querer... mejorar.

Admiraba mucho a Cepo. Y la quería de igual forma. Era como una hermana, eso ya lo dije, pero también, era como una madre protectora. No sé que hubiera hecho sin ella.

—Bueno, Dante, voy a saludar a los demás chicos. No vayas a hacer nada estúpido ¿Sí?

Asentí.

Dos Fugaces Universos ParalélosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora