Capítulo VII

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La madrugada estaba en su punto culmine. Hacía una hora que la fiesta había terminado y que cada Habitante del Área fue a dormir. Hacía una hora que Newt había besado a Stan y que Thomas lo había visto. Hacía una hora que el castaño se había propuesto dormir y descansar pero también hacía una hora que no lograba pegar un ojo. Hacía una hora que no lograba mantenerse quieto ni dejar de pensar, dando vueltas y vueltas sin encontrar nunca una posición cómoda en la cual conciliar por fin el sueño. Y asimismo, hacía una hora que, a causa de la rabia, Thomas balbuceaba insultos y sus dientes chocaban unos con otros produciendo un sonido latoso que molestaba a Chuck y a otros dos Habitantes que dormían cerca de él. Aunque lo intentó, no podía dejar de hacerlo. Daba la impresión de que en cualquier momento rompería todo su paladar y en la mañana su boca no sería más que un cementerio de dientes rotos.
Su enojo no cedía ante el cansancio y le resultó imposible dormir.

No dejaba de dar vueltas sobre el mismo asunto, tal cual una calesita. Todo le resultaba confuso, sin pies ni manos, un sentir incompleto y sin un sentido aparente, al cual no sabía que nombre poner.
Algo extraño adornaba sus emociones y le resultaba difícil ignorar que Newt tenía mucho que ver en el tema.
Haberlo visto en esa situación con aquel chico le había dado un vuelco completo a su cabeza, a sus pensamientos, y a aquella parte interna de sí, su corazón, que hasta el momento creía entumecido por la catástrofe que significaba su existencia. Estaba confundido y quería llorar, su cuerpo lo pedía con desesperación. Quería romper en llanto como un niño chiquito, justo así como lo hizo en el Laberinto hacia unos cuantos días atrás al borde del Acantilado con Minho como único testigo de su deplorable estado. Le resultó extraña su fuerza de voluntad y el que sus ojos aún no hayan derramado unas cuantas lágrimas por la bronca atorada en su pecho, aunque eso no quitaba que sintiera un nudo asqueroso en la garganta que a ratos le quitaba el aire y se veía obligado a soltar uno que otro sollozo ahogado.

Todo iba mal. Todo era un asco.

La imagen de Newt besando a Stan se repetía en su mente como un maldito video clip reproducido por su propia memoria una y otra vez sin pausas, con sonidos e, increíblemente, la sensación de ira que sintió en aquel momento se hacía presente sin falta en cada repetición. Era una película repitiéndose en su cabeza y no quería mirar porque sabía cómo terminaba.
Lo vio todo y se odió por ser tan detallista, por haber captado cada segundo que duró ese beso. Se odió por no haber ignorado ciertas cosas, detalles que terminaron por devastarlo, razón por la cual no alcanza el sueño a pesar del cansancio. Recordaba a ratos las manos de Newt tan aferradas a la ropa sucia del otro chico, la nula distancia que los separaba al besarse, sus mejillas sonrojadas y la risa tan hermosa que soltó el rubio cuando el beso terminó. Todas esas cosas ahora lo atormentaban, eran como demonios zumbando en su oído lo patético que se veía al estar celoso sin tener derecho alguno de estarlo.

Si, estaba celoso. Y no hacía mucho que lo había aceptado. Le costó horrores y tuvo que patear muy lejos su orgullo para conseguir admitirse a sí mismo que ha estado sintiendo más cosas de las que debería. Porque ese era el gran problema, no debería sentir nada de eso. No debería sentir nada.

Ha estado tratando de encontrarle algún sentido a todo eso. Quería respuestas. Le resultaba tan tonta su situación que realmente no estaba seguro si debía llorar o reír por lo ridículo que se sentía.
Newt es su amigo, su compañero en el Área y colega en el Laberinto, su Encargado. Para colmo, le dejó muy en claro que no le gustaban los chicos y, si bien el beso con Stan le hizo dudar un poco, era peligroso pensar mucho en ese tema. Aunque considerara por un segundo el hipotético caso de que Newt gustara de chicos, sabía a ciencias ciertas que no tenía oportunidades con él. El beso que no le correspondió fue la prueba cruda y explícita de eso, y tenía que aceptarlo.

No puedo estar perdiendo el sueño por esta garlopa.

Tomando en cuenta el lugar en que se encontraba y lo poco que sabía de su vida, su situación sentimental debería resultarle irrelevante. Pero en cambio, no; Thomas solo tenía cabeza para el embrollo en el que se hallaba su corazón y en su mente solo cabía espacio para Newt. Pensaba que por algo tan tonto como eso, solo merecía un golpe en en la cabeza para acomodar sus pensamientos o, al menos, para caer en la inconsciencia por unas cuantas horas.

Detrás de los Muros /Newtmas/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora