Capítulo IV

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Thomas lo besó. Besó a Newt.

Demoró en darse cuenta de que sus pensamientos y pretensiones pronto se convirtieron en acciones en tiempo real. La intención de consolar a Newt con un beso ya no era una mera utopía de su imaginación, ahora era una realidad tangible.

No supo que era capaz de hacerlo, hasta que lo hizo.
¿En verdad estaba besando al rubio? Efectivamente.

El impulso y las ganas de besar a Newt lo arrebataron con agresividad, fueron más fuertes que su cordura y el castaño, incapaz de esquivarlo, solo atinó a dejarse llevar por ese repentino ímpetu carnal.

En ese momento, su mente se despejó de todo lo que no tuviese que ver con Newt. Aunque, para desgracia del castaño, todo tenía que ver con él. Inconcebiblemente, un aura de paz y satisfacción lo envolvió por completo cuando sintió el exquisito sabor de los labios del rubio en su paladar. Jamás hubiera imaginado que sabía tan bien.

El menor, no muy seguro, movía con lentitud y temor sus labios sobre los de Newt y éste último no aportaba nada a la situación. Ni un solo movimiento. No participaba pero tampoco intentó separarse.
Estaba muy atontado, realmente sorprendido. En un completo estado de shock. Ni siquiera estaba seguro de si su corazón seguía latiendo o siquiera sabía si aún se encontraba dentro de él.

Newt no podía caer en la realidad. Estaba estupefacto. Ido. No creía lo que estaba pasando. Sus ojos estaban abiertos de par en par, totalmente contrario al castaño que, al parecer, ni por error quería separar los párpados. Totalmente temeroso.

Thomas quiso morderle para que reaccionara. No sentía muy agradable que Newt no le correspondiera. Quiza, por eso, la frustración de verse rechazado le impulsaba a aprisionar los labios del mayor entre sus dientes, pero se contuvo con todas sus fuerzas. No quería espantarlo ni mucho menos.

Quiso pensar que era normal que el rubio actuara de esa manera puesto a que no ha besado antes, o eso es lo que él cree. Thomas vio a ese pensamiento con buenos ojos ya que le pareció menos ácido pensar que el chico no sabía besar y que a eso se debía su falta de voluntad y no a las otras suposiciones que amenazaban con invadir su mente, tales como el rechazo o el repudio.

Entretanto, el castaño reparó que, a pesar de todo, ese beso lo hizo sentir mejor. Como anestesiado de todo el mal trago que era vivir encerrado en un lugar. Se sintió en calma, sintio esa paz que siente cada tarde cuando los muros se sellan evitando que las bestias se adentren y acaben con todo.
Thomas esperó, anheló con su vida, que el efecto haya sido igual para Newt. Porque el castaño quería que el rubiecito se sintiese mejor. Que no esté triste. Porque, a fin de cuentas, era ese el único motivo por el cual se impulsó a besarle, cree él.

, esa es la razón por la que lo estoy besando. Solo quiero que se sienta bien. Se dijo a sí mismo obligándose a no pensar que los labios del rubio sabían mejor de lo que esperaba. Que eran increíblemente dulces. Deliciosos. Exquisitos.

Adictivos.

Fue lo último que advirtió de los labios de Newt y luego se separó de él muy lentamente. Con miedo, luchando para que el pánico no lo invadiera por completo y ejerciendo mucha fuerza de voluntad para no temblar, para no llorar por la tontería que acaba de cometer.

No tardó en arrepentirse de todo.

El castaño no pensaba en alguna otra cosa. Solo en Newt, en que lo había besado, en que fue una estupidez haberlo hecho y en que lo lamentaba con cada uno de sus huesos, en que se sentía como un mentecato por dejar que eso pasara y en que quería echarse a correr lejos de ahí a todo lo que le den sus piernas.

Detrás de los Muros /Newtmas/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora