Su respiración era entrecortada, no temía a lo que pudiera hacerle, mas el rubio parecía querer lo contrario, que no le tuviera miedo y eso si que le daba escalofríos.
Aún seguían en el suelo, su pecho dolía por la fuerza que ejercía el rubio sobre él, más la raspada que se dio al caer de lleno. La mirada ámbar no se despegaba de la carmín; aunque el inexpresivo de Claudy, quería cerrar los ojos para ceder al cansancio.
El rubio lo miraba lleno de éxtasis, estaba cautivado de tenerlo justo ahí, abajo de él. Por fin de tanta espera, lo tenia enfrente, observando meticulosamente su rostro, cada línea, cada rastro de piel en su cuerpo. Aunque la ropa le estorbaba para admirar su anatomía, junto a la sangre seca y polvo, no se quejaba.
Sus ojos carmesí que lo volvían loco. Impregnados de pinceladas rojas y naranjas, gotas de misterio pero al mismo tiempo brillos inexistentes que le daba toques vacíos, como si te comieran vivo. Soltó un jadeo más parecido a un gruñido; quería esos ojos solo para él, se los arrancaría si fuera necesario. Tan rápido como paso ese pensamiento en su cabeza, la sacudió para centrarse. Era bastante pronto para matarlo.
Se levantó sosteniendo con demasiada fuerza su brazo, logrando que él pelinegro se levantara también. La diferencia de altura se hizo notar, una de veinte o quince centímetros, sin dejar de la lado que el rubio tenía más masa muscular que el de piel pálida.
Lo siguió hasta su auto mientras Claudy seguía en su trance de querer dormir. Al sentir como era jalado al ferrari, reaccionó rápidamente azotando su brazo para dar pasos hacia atrás. Si bien no era un orgulloso para no huir corriendo (con más razón de un pervertido loco), no tenia fuerzas para huir y por ende, tampoco para defenderse.
—Por maldita ultima vez ¿qué quieres?—pregunto Claudy.
Tratando de hacer tiempo se vio con la intención de hablar, así quizá alguien bajaría y el rubio le dejara desmayarse a gusto. Aunque también estaba la posibilidad de el lugar de llevarse a Claudy, se llevará a la otra persona de paso. Las miles de posibilidades pasan por su cabeza y no sabía bien cual tomar. Se limpió los labios con rudeza, borrando de algún modo los labios del rubio.
—Te quiero a ti, con tu permiso o sin él—contestó por fin a su pregunta.
Los ojos ámbar lo miraron serios, dándole a entender que no era un juego y que sería suyo, solo suyo. Claro que este punto de "suyo", no le hacia gracia, era del tipo que prefería morir a pertenecer a alguien que no fuera a él mismo.
—¿Qué?—fue lo único que pudo susurrar en un fatídico intento de entender al hombre delante suyo.
La visión del pelinegro se volvió borrosa de golpe, cayendo de lleno al piso, o eso pasaría si no fuera porque el rubio fue más rápido y lo tomó de la cintura, pegando al pelinegro a su fuerte pecho. Aun así, los pasos de la escalera y la voz de una mujer llamaron su atención. Rápidamente, lo cargó en brazos para caminar al ferrari y sentarlo en el copiloto, asegurándose de poner bien el cinturón de seguridad. Dio la vuelta adentrándose al carro, para arrancar.
Al salir del estacionamiento y conducir un par de cuadras se estacionó para mirar al pelinegro. Tentó su piel pero estaba bastante frío, mordió sus labios, no era posible que le haya hecho daño en la caída, el mismo se aseguró de no poner todo su peso. A su mente vino que en el refrigerador de su casa había bolsas de sangre, mas nunca le vio tomar sangre o algo, tampoco había indicio de alguna enfermedad como leucemia o anemia. Analizo las cosas pero definitivamente no había más opción que no comiera esta mañana, además, sus mejillas eran rosadas. No podía ser lo que el creía.
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RAPTAE
Science FictionLa historia de un joven de ojos carmín, y el ser más posesivo con el que se hubiera topado. Me pregunto a cuál de los dos hay que temer más. ¿A la víctima o al secuestrador? Supongo que hay preguntas que nunca tienen respuesta. Advertencia: chicoxc...